Capítulo: 31
Capítulo:
31
DANIEL.
¿Conoces
esa sensación en la que sientes que el tiempo no avanza? ¿Qué todo a tu
alrededor se paraliza? Y eso no es lo peor de todo… ¿Has vivido alguna vez como
la vida de la persona a la que amas cuelga de un hilo? ¿No? Entonces,
considérate una persona afortunada. Hace tres horas que estoy aquí, sentado en
una incómoda silla de color azul, rodeado de paredes blancas, techos y suelos
del mismo color. El hospital, un lugar que ha conocido miles de vidas, algunas
de ellas han podido despedirse de este triste rincón y, muchas otras, han sido
quienes recibían esas despedidas acompañadas de llantos amargos que, al cabo de
los años, estas frías paredes blancas de yeso mantienen grabados en su
historia. Es uno de los peores finales, ¿no crees? Gastar los últimos minutos
de tu vida tumbado sobre una camilla, que lo último que vean tus ojos sean los
angustiosos rostros de tus seres queridos, que tus últimos pensamientos sean
todas aquellas cosas que podrías haber hecho y la vida, tan ambiciosa, no te ha
permitido llevar a cabo. No le deseo un final así a nadie… pero, sin lugar a
dudas, no puedo permitirme como, la vida de la chica a la que quiero, termina
de esa forma. No sería justo, no para ella. Paula no. Yo sigo aquí, sentado,
sin poder hacer nada. Con la mirada fija en la puerta de la habitación donde
ella se encuentra, esperando a que alguien, quien sea, salga de ahí con
noticias que hagan que me tranquilice.
-¿Por qué
no te vas a casa? Tienes que descansar, si tienen noticias te llamaré.- dice la
voz de Guille a mi derecha. No obstante, no aparto mi vista de la puerta de la
habitación y niego levemente con la cabeza.
-Dani- me
llama Andrea, que aparece junto a Guille- él tiene razón, deberías ir a casa y…
-¡Chicos!-
les llamo la atención mirándolos por primera vez- ¡No pienso moverme de aquí
hasta que sepa noticias de Paula o la vea salir por esa maldita puerta!
-Tío, ella
está en coma…-susurra Guille.
-Lo sé.-
respondo cortante llevando de nuevo mi mirada al frente- Despertará.
Andrea
acaricia el brazo de Guille y le hace un gesto con la cabeza indicándole que es
mejor dejarme solo. Segundos después, escucho el sonido de sus pasos mientras
se alejan. Deja caer mi cuerpo hacia atrás hasta que mi espalda topa con el
respaldo de la silla y mi nuca siente el frío de la pared. Mi mente no deja de
recordar la imagen del pequeño cuerpo de Paula sobre el suelo mojado de la
calla a causa de la lluvia. Siento como mis ojos comienzan a escocer solo de
recordarlo y me froto los párpados con las manos. No puedo venirme abajo ahora,
no mientras Paula sigue ahí encerrada, sin reaccionar.
-No es
bueno guardarse las lágrimas.- me aconseja la voz de Raquel quien aparece
sentada a mi lado. Ni siquiera me había percatado de que ella estaba allí
todavía. Dirijo mi mirada hacia su rostro. Tiene los ojos rojos e hinchados y
un camino de rímel negro que las lágrimas han dejado por sus mejillas- Yo no lo
hago, como ves.
Sin saber
por qué, me quedo callado. Algo dentro de mí me dice que lo mejor sería
abrazarla, pero no lo hago. Algo dentro de mí dice que, si siento algo por la
chica que está dentro de aquella habitación, debería dejar que las lágrimas
corriesen libres de mis ojos. Tampoco lo hago. Me limito a observar a Raquel,
quieto con la mirada perdida en un nuevo pañuelo de papel que ella saca de su
bolsillo.
-Yo soy
la que tendría que estar dentro de esa habitación…
-¿Por qué
dices eso?- le pregunto desganado. Me inclino hacia delante, clavando mis codos
en las rodillas y mi barbilla sobre mis manos.
Raquel se
enjuga las lágrimas con el pañuelo y traga saliva antes de hablar:
-No lo
aguanto más…Dani, hay algo que, tanto Paula como yo, deberíamos haberos contado
hace tiempo… ¿Reconociste la cara del conductor del accidente?
-No…-
niego con la cabeza- El conductor salió disparado por el cristal delantero del
coche, aterrizando boca abajo en la carretera. No me molesté en descubrirle,
solo la imagen de Paula hizo que…- carraspeo con la voz entrecortada- La
ambulancia llegó muy deprisa y, al comprobar que el conductor yacía sin vida en
el suelo, lo cubrieron mientras otro grupo de médicos acudía junto a Paula…- un
lágrima rebelde escapa por mi mejilla y no me molesto en retirarla- Raquel, por
favor dime todo lo que sepas…
-Fue
Cristian- dice con carrerilla al hablar. Mi cuerpo se tensa al escuchar su
nombre.- Estoy segura de que fue él, todo encaja… Hace unos días, Cristian
amenazó a Paula con que, si no hacía todo lo que le pedía, algo terrible os
ocurriría a todos vosotros. Algo que nunca nos dijo… Pocos días después, yo
también sufrí sus amenazas aunque, desconocía que Paula se veía en la misma
situación que yo. Hace dos días exactos, Cristian nos envió el mismo e-mail a
Paula y a mí. Para llevar a cabo su plan contra nosotros, teníamos que
dirigiros a la Plaza España esta tarde.
De un
salto, me levanto de la silla y aprieto los puños de las manos. Por eso veía a
Paula tan distinta estos días anteriores, no podía decirle nada…
-¡Deberíais
habérnoslo contado! ¡Juntos habríamos ideado algún plan contra él! ¡Ahora
Cristian es peligroso, Raquel! ¡Parece que no lo sepas!
Lleno de
ira, rabia y enfado, golpeo la pared con la palma de mi mano, impactándola
contra ella con todas mis fuerzas. El dolor del golpe se extiende por todo mi
brazo sin importarme. Ese imbécil de Cristian estuvo todo el tiempo detrás de
nosotros sin ningún motivo que nadie considere correcto. Tan solo él. Y, en el
fondo, estoy seguro de que es su nueva vida quien le hacía comportarse así, de
una forma tan mezquina que se ganó el odio de todos los que, anteriormente,
obtuvo su confianza.
-¡Daniel
estábamos contra la espada y la pared!- llora Raquel refiriéndose a Paula y a
ella misma- Paula no me dejó intervenir, solo me dijo que tenía que ser más
inteligente de Cristian por nosotros. Quiso cargar con todo el peso ella sola…
intenté impedírselo pero fue demasiado tarde…Lo siento…
Raquel
llora de manera incontrolada, sin importarle la gente que tenga a su alrededor.
Ya de nada le sirve su pañuelo de papel. Esta vez, no dudo en acercarme a mi
amiga y abrazarla. Reconozco que, estos días, han sido muy duro para ella y
para Paula. En ésta última, podía ver como su vitalidad y las ganas de vivir la
vida con una sonrisa en la cara se borraban con facilidad. Paula siempre pensó
que, de alguna forma, estaba en deuda con todos nosotros. Incluso conmigo. Tras
el trágico acontecimiento que le arrebató a Inés, su vida dio un giro completo.
El cambio de instituto fue realmente duro para ella, nadie la conocía y ella,
por su forma de ser tan tímida y reservada, no se daba a conocer. Nosotros
fuimos acercándonos poco a poco hacia ella, adentrándonos en su vida como sus
mejores amigos finalmente. Paula siempre ha creído que, por esa razón, estaba
en deuda con ellos. Ha pagado el daño que Cristian pensaba hacernos ella sola
en este accidente sin ni siquiera saber qué planes tenía el muchacho.
El ruido de
la puerta al abrirse rompe el amistosos abrazo entre nosotros. Me doy la
vuelta, dándole la espalda a Raquel, y clavo mi mirada en un médico mayor que
sale del cuarto de Paula.
-¿Cómo
está? ¿Ha despertado?- me apresuro a preguntar.
El hombre,
cabizbajo, niega con la cabeza.
-Me
figuro que sois amigos de la joven, ¿no es así?
Raquel y
yo asentimos a la vez.
-Uno de
vosotros puede pasar a verla.
Raquel me
da un leve empujón hacia delante susurrándome que es mejor que sea yo quien
entre. Me acerco a la puerta de la habitación donde, antes de pasar, el médico
posa una mano sobre mi hombro y da un ligero apretón. Una sonrisa forzada sale
de mi boca. Cierro la puerta, viendo como la imagen de Raquel permanece en el
pasillo del hospital. Suspiro listo para darme media vuelta y ver su figura en
aquella fría camilla. Despacio lo consigo, pero es mucho más duro de lo que
pensaba. La cara y los brazos de Paula presentan varios rasguños y magulladuras
aunque, lo peor de todo, es esa blanca venda que le rodea la cabeza. El golpe
fue muy fuerte…
Alcanzo
una silla más confortable que las de fuera y me siento sobre ella, justo al
lado de la donde yace Paula. Alargo mi mano temblorosa hasta agarrar la suya
con delicadeza, como si fuese un frágil juguete de cristal. Verla en ese estado
está resultando ser superior a mis fuerzas, las pocas que ya me quedan.
Abatido, apoyo mi brazo izquierdo en un lateral de la camilla donde nada roza
el cuerpo de Paula y dejo caer mi frente sobre este. Ya no hay nada que detenga
a mis lágrimas. Nunca me gustó llorar, ni que la gente me vea hacerlo. Pero,
ahora, no hay nadie que pueda verme en esta habitación y, como ha dicho antes
Raquel, no debemos reprimirlas. ¿Quién lo haría viendo como la chica a la que
ama se encuentra dormida en aquel lugar?
-Paula-
intento hablar- tengo miedo, mucho. Temo que no despiertes, que no vuelvas a
mirarme nunca más. De no volverte a escuchar reír, de no abrazarte, besarte…-
las lágrimas surcan mi rostro cada vez más deprisa- Despierta. Despierta, por
favor. Paula, te quiero. Despierta.
Cansado,
dejo que los llantos se apoderen de mí en aquella habitación de hospital
mientras no dejo de repetir:
“Paula,
despierta”
Hola lectores!¿Cómo estáis?
Vale, Sé Que Este Capítulo es Distinto ya Que el narrador es Daniel. Me apetecía hacer este capítulo así jaja. ¿Qué os parece?
También quería deciros Que, este capítulo es uno de lo más tristes que he escrito en esta segunda parte (por no decir el que más)
No obstante, espero Que os guste. Podéis decirme en los comentarios qué os parece.
Besos!
María.
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