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sábado, 20 de septiembre de 2014

Dime que no me quieres. Capítulo: 34

Capítulo: 34

Ha conseguido calmarse desde que salió de aquella forma de la habitación de Paula del hospital. Una avalancha de recuerdos ha logrado derrumbar a Andrea, y es que Paula forma un pilar demasiado importante en su vida y viceversa. Ahora se encuentra fuera del edificio, necesitaba tomar un poco de aire. Quiere saber si Paula ha despertado, y quiere saberlo cuanto antes. Ya. No puede soportar entrar de nuevo en aquella fría y blanca habitación donde su mejor amiga yace en coma…no, definitivamente es superior a sus fuerzas. Toda la vitalidad que Paula desprende, sus ganas de comerse el mundo parece que se hayan desvanecido en ese maldito accidente. Ella pudo ver como el cuerpo de Paula salía disparado por los aires tras impactar contra el coche del conductor, de Cristian… ella no sabe que ha sido de él y, aunque resulte egoísta, tampoco le importa. Todo este tiempo ha estado persiguiéndolos por una venganza que se formó en su mente hace tiempo, una venganza sin pies ni cabeza que nació de su imaginación. Una venganza por la que Paula ha tenido que pagar las consecuencias. ¿Por qué ella? ¿Por qué?
Andrea siente como un profundo nudo se forma en su garganta. Tiene ganas de gritar, gritar tan alto y fuerte que todo el mundo pueda escucharla. Sin embargo, se mantiene firme con la mirada fija en un muchacho esbelto que acaba de cruzar las puertas del hospital. Y, en ese instante, desconociendo la fuente de la poca fuerza que le queda, Andrea se encuentra envuelta entre los brazos de Guillermo.
-No te vayas- le suplica ella. Nuevamente, las lágrimas corren por sus mejillas todavía húmedas de la otra vez.- no te vayas, Guille, no me dejes. Otra vez no, no te vayas.
-Shh…- le intenta calmar él mientras pasa una de sus manos por el cabello de Andrea, acariciándolo suavemente, enredando sus dedos en los largos rizos rubios de la joven.- Estoy aquí, estoy aquí.
-No te vayas- continua ella- por favor, no. Si te vas yo…no podré soportarlo. Ver a Paula en ese estado, nuestro beso en la heladería…todo ha hecho que me dé cuenta de que te necesito, no puedo soportarlo más. Te quiero Guille, no te vayas de nuevo, por favor…
El joven la llama por su nombre y atrapa su rostro entre las manos de manera que le obliga a mirarle a los ojos.
-Estoy aquí, ¿de acuerdo? No volveré a irme…-su tono de voz se torna mucho más amable y tímido- no puedo dejarte...eres demasiado importante para mí. Siempre lo has sido, nunca cambió nada. Ni siquiera tenerte a kilómetros de distancia hizo que mi amor por ti se rompiese.
Guille aparta con los pulgares las lágrimas que permanecen en las mejillas de Andrea. Después, lentamente, unen sus labios en un tierno beso.
-Andrea…
La muchacha se sobresalta al escuchar su nombre pronunciado por una voz que no corresponde a la de Guille. Nerviosa, dirige su mirada en dirección a aquella voz.
-¿Qué haces aquí?- susurra en una débil voz a la vez que se separa de los brazos de Guille.
-Necesito comprar una serie de cosas.- explica Matt- Me vuelvo a Argentina, aquí ya no me ata nada.
Avergonzada, Andrea baja la mirada hacia el suelo de la calle.
-Has…- carraspea para aclarar su voz- has visto todo, ¿no es así?
Matt asiente con la cabeza. Su expresión es tranquila y serena, ni siquiera muestra una mueca de disgusto o frustración y eso es algo que incomoda a la joven chica.
-Pero no te guardo rencor, Andrea. En al amor no todos podemos salir triunfantes como vencedores.
-Yo…no era mi intención herirte…
-Lo sé.- afirma- Era obvia tu elección, fue obvia desde que me confesaste que, en tu corazón, quedaba un hueco para Guillermo.
-Entonces, ¿por qué seguiste conmigo? ¿Por qué no me dejaste?- se extraña la muchacha.
Matt suelta una leve risa.
-Somos esclavos de nuestros sentimientos, nos comportamos como marionetas ante ellos. Por ese mismo modo, yo no podía dejarte ir pero tú tampoco podías olvidar a quien, desde el principio, se adueñó de tu corazón.
Una sonrisa asoma en la boca de Andrea. Matt no le odia, ni siquiera le guarda rencor por no haber sido su elegido. Es un chico fantástico y le desea todo lo mejor en su vida a partir de este momento.
-¿Qué harás de nuevo en Argentina?
-Un gran amigo mío de allí se ha comprado un pequeño piso en Buenos Aires y se ha ofrecido a compartir ese piso conmigo hasta que yo encuentre algo para mí solo. Intentaré encontrar un trabajo relacionado con mi mayor pasión, la fotografía y, bueno, quiero empezar mi nueva vida allí. Estoy seguro de que será genial.
-Y yo estoy segura de que conseguirás todo lo que te propongas.- Andrea se acerca hasta llegar a abrazar a Matt, un abrazo simple que fija el comienzo de la que puede ser una buena y grata amistad- Cuídate mucho.
-Lo mismo digo- asegura mostrando una amplia y reluciente sonrisa.
Andrea camina de nuevo hacia Guille quien le pasa un brazo por los hombros y le atrae hacia él. Esta vez, Matt dirige sus palabras a Guillermo:
-¡Promete que cuidarás de ella!- exclama Matt mientras se aleja de la pareja con pasos ligeros.
Guille vuelve su mirada a la chica que tiene a su lado y posa las yemas de sus dedos bajo la barbilla de Andrea, quien gira su cabeza hasta toparse con esa intensa mirada azul que le corta la respiración. Ella cierra los ojos hasta que las dulces palabras susurradas de Guille llegan a sus oídos:

-Lo prometo.



Hola lectores!

Antes de nada, siento mucho haber tardado tanto en subir este capítulo. Hace dos días que empecé el instituto e intento  darme prisa en subir los capítulos nuevos, pero este año tengo que estudiar mucho ;'(
También deciros que...queda un solo capítulo para poner fin a este segunda y última parte de Gracias por hacerme feliz. Hasta a mi me da pena que termine :'(
¡Muchas gracias a todos!
Besos!

lunes, 8 de septiembre de 2014

Dime que no me quieres. Capítulo: 33

Capítulo: 33

-¿Seguro que podemos entrar todos a verla?- pregunta temerosa Verónica.
-Ya has oído a la enfermera, no hay ningún problema en que entremos todos siempre y cuando mantengamos las formas y no armemos un escándalo.- asegura Guillermo explicándoselo a su amiga con loa palabras textuales de la enfermera.
Vero asiente no muy convencida y roza con la punta de sus dedos la manecilla de la puerta que les lleva a la habitación donde se encuentra Paula. La chica lleva hacia abajo su mano y tira de la manecilla metálica. Tras un grave crujido, la puerta se abre y, en fila, todos los amigos comienzan a entrar en el cuarto. Daniel, quien ha sido el último en entrar, deja que todos los demás pasen delante de él y observa cómo sus miradas se mantienen fijas en el inmóvil cuerpo de Paula. Sin embargo, él no cruza en umbral de la puerta Se cruza de brazos y apoya un lateral de su cuerpo junto al marco de madera. Nadie dice nada, solo se consigue escuchar el sonido de la máquina que marca el ritmo de los latidos del corazón de Paula.
-Dani- le llama la voz de Andrea. El chico levanta la vista y mira a la joven rubia.- ven.
A duras penas, empieza a caminar hacia la camilla. Cada paso hacia el cuerpo de Paula es una punzada en el corazón, cada vez que sus ojos se posan en las heridas de su rostro o sus brazos se siente como si todo su mundo se le desmoronase encima dejando caer toneladas de tristeza que el invade por dentro. Daniel llega hasta la parte baja de la cama y la rodea hasta llegar a una de las sillas del lateral, donde se sentó la última vez que entró en aquella habitación. Finalmente, deja caer el peso de su cuerpo sobre una de ellas. Ahora le resulta imposible apartar la mirada de la imagen de Paula.
-No parece ella, ¿verdad?- dice Marcos rompiendo el incómodo silencio que se había formado.
Raquel niega con la cabeza, es tal la impotencia que siente que ni siquiera impide la salida de sus lágrimas. Agacha la cabeza y cierra con fuerza sus puños y, con los brazos pegados a sus costados, no resiste emitir agudos sollozos al sentir el brazo de su hermano pasando sobre sus hombros, atrayéndola hacia él.
-Es como si toda la alegría que ella desprendía se hubiese esfumado.- ahora es Guille quien habla.
El rostro de Paula se ve pálido bajo la intensa luz que alumbra la habitación mientras que, la misma, hace resaltar las marcas de sus golpes y el vivo color de sus heridas. Parece que en cualquier momento su débil cuerpo va a dejar de luchar por despertar, por abrir los ojos una vez más. Daniel tensa su mandíbula antes aquella remota idea y juntas sus manos sobre su regazo.
-Paula sigue ahí- anuncia- en cualquier lugar de ese cuerpo inmóvil y esa mente en coma, Paula continúa siendo la misma. Solo tiene que abrir los ojos, no tirar la toalla.- respira profundamente antes de seguir hablando- Despertará, lo sé.
El muchacho alarga su mano temblorosa hasta llegar a rozar, despacio, la de su novia. Poco a poco, termina agarrándola con delicadeza, acariciando con el dedo pulgar el dorso de la mano de Paula. Él esperaría, esperaría toda una vida ahí sentado solo por verle despertar. Sentir como ese brillo característico de sus ojos marrones se posa sobre él cada vez que se miran, ver en primera fila el tono rojo del rubor de sus mejillas siempre tan inocente. Esperaría ahí sentado solo por besar sus labios sin miedo a que nada se interponga entre ellos, por decirle te quiero una vez más.
Daniel cierra sus ojos con fuerza y pasa su mano libre por su pelo, sin deshacer el agarre de la mano de Paula. Nadie se hace una idea de cómo se siente él en momentos así. La sensación que recorre su cuerpo al contemplarla en ese estado es tan brutal que, sin por él fuera, gritaría, chillaría tan alto como se siente hasta que la voz abandonase su garganta, hasta notar como el dolor de sus cuerdas vocales es tan potente como el que todo su interior siente al verla sobre esa fría camilla de hospital.
Verónica se percata del dolor que su amigo siente y decide acercarse a él. Y, antes de hablar, posa una mano sobre el hombro de Dani y le ofrece un ligero apretón que le reconforta de algún modo.
-Chicos, ¿qué os parece si cada uno rememoramos el mejor recuerdo que tengamos con Paula?- desvía su mirada a la joven de la camilla.- Aunque se encuentre en coma, estoy segura de que le encantará escucharnos.
Todos asienten ante la propuesta de Vero.
-¿Os importa si empiezo yo?
-Adelante- le anima Marcos.
Andrea recoge un mechón de su pelo rizado detrás de la oreja y se sienta a los pies de la cama de Paula. Antes de relatar su historia, le mira. Aunque hayan vivido muchos momentos juntas, a Andrea no le cuesta elegir uno de ellos. Aquel que perdurará siempre en su mente, el día donde su amistad nació.
-Recuero que era un día de Noviembre, en el instituto, a la hora del recreo. Salí la primera de clase dirigiéndome a la sala de profesores del tercer piso, tenía que entregar mi trabajo de literatura y ese día era el último para que la profesora tuviese todos los documentos en su poder y corregirlos. Una vez terminada mi visita a la profesora de literatura, me dirigía al patio cuando pasé por los baños de chicas y escuché un extraño ruido que llamó mi atención. Entré y, en una de las cabinas, distinguí el sonido de un llanto. Llamé a la puerta y pregunté que quién había ahí y si necesitaba ayuda. Una débil voz que venía de dentro solo me dijo que me fuese, que no quería nada. No conforme con eso, logré abrir la puerta con un golpe seco. En mi favor debo decir que esos cerrojos no son de muy buena calidad.- bromea Andrea pero, al instante, su rostro se torna en una expresión decaída- Paula era quien lloraba. Nunca olvidaré como sus ojos, rojos y llorosos, me miraron con sorpresa. Volvió a pedirme que me fuera mientras se cubría la cara con ambas manos. Paula no había hecho ni un solo amigo durante el tiempo que llevaba en el nuevo instituto, ni siquiera había insistido en ello. Por esa imagen que ofrecía a los demás, nadie le dirigía la palabra. Entonces yo desconocía la historia de la muerte de Inés. Le dije que saliese de allí, que yo estaría con ella en la hora del recreo sin importarme lo que dirían los demás al verme con ella. Quería conocerla y, quien sabe, tal vez llegar a ser su amiga. Pero no se dignó a salir de los baños y, tal y como si estuviese de nuevo en ese momento del día, Paula me dijo: ¿De verdad quieres perder el tiempo en conocer a alguien como yo?
Una lágrima rebelde escapa rauda por las mejillas de Andrea quien mantiene la mirada clavada en Paula.
-De repente, sonó el timbre y era la hora de volver a las clases. Paula se limpió la cara con las mangas de su jersey sin dejar rastro de lágrimas y se limpió las mejillas con un poco de agua del grifo. Disparada, salió de allí y caminó hacia su próxima clase que, fruto de la casualidad, era la misma que la mía. Cuando llegué a la clase de biología vi a Paula sentada en el último pupitre del aula, sola. Un grupo de chicas la miraban de vez en cuando y cuchicheaban a sus espaldas. Y yo, con la mirada puesta en esas chicas, me senté junto a Paula quien parecía mucho más sorprendida que la vez anterior. Ella me preguntó alarmada que qué hacía allí con ella de nuevo. Yo le respondí: Me apetece perder el tiempo contigo, como tú has dicho. Pero yo no opino que vaya a malgastarlo. Paula mostró una pequeña sonrisa…
Con cada palabra, los ojos de Andrea no dejaban de emanar más y más lágrimas y ella no hace nada por pararlas, ni siquiera su rostro refleja una mínima intención de hacerlo. Son tantos los recuerdos vividos que juntas comparten que, ver a Paula en esas condiciones, hace que Andrea sienta que hay posibilidades de no tener más momentos que recordar junto a ella.
-Fue desde entonces cuando, poco a poco, ella terminó confiando en mi. Me confesó todo por lo que pasó, como perdió a su amiga en una tarde de verano y como eso le había afectado de tal forma que se vio obligada a cambiar de instituto, d vida ya que eran muchas las cosas que le recordaban a Inés y fue una decisión difícil de tomar. No obstante, también me hablaba de sus aficiones y secretos.- Andrea suelta una leve risilla que se mezcla con el sonido de los sollozos- Ella temía de no ser aceptada por vosotros pero, en cambio, una vez que se integró siempre ha dicho que estaba en deuda con nosotros por salvarle de ese mundo de tristeza en el que estaba sumergida. Y ahora ella está ahí tumbada luchando por ser fuerte cuando nunca fue necesario que no debiese nada…
Un llanto mucho más fuerte sale del cuerpo de Andrea, quien se cubre el rostro con ambas manos y sale a toda prisa de la habitación.
-Iré con ella- avisa Guille saliendo por la puerta en su busca.
Raquel se sienta en el lugar que ocupaba Andrea en la camilla junto a Paula y examina a sus amigos con los ojos todavía llorosos.
-Dani- le llama- vamos, cuéntanos a nosotros el mejor recuerdo que tengas con Paula.
Éste niega levemente con la cabeza.
-Venga- le anima Marcos.
De nuevo, vuelve a mover la cabeza hacia los lados.
-No puedo escoger un solo recuerdo- asegura.
-Entonces no te limites solo a uno- escucha la voz de Verónica a su lado.
Daniel resopla cansado. Decidirse por un solo recuerdo sería menospreciar a los demás y eso es algo que no va a hacer. Todos y cada uno de los momentos que ha pasado con Paula y que su mente guarda son especiales para él. En cada uno tuvo mucho más claro sus sentimientos hacia ella y su primera amistad. Son pequeños tesoros del mismo valor, un valor incalculable.
-¿Creéis que ella puede oírme?- pregunta Dani.
-Inténtalo- le vuelve a animar Marcos adivinando las intenciones del otro muchacho.
Daniel se acerca más a la camilla y agarra, con las dos manos, la de Paula. Lentamente se la lleva a los labios de deja un casto beso en el dorso. No se va a contener, va a dejar que las palabras fluyan solas. Del mismo modo que cuando tiene un papel delante, listo para ser escrito.

-A veces me gustaría tener una máquina del tiempo, volver al pasado. Lo habitual sería decir que la emplearía para corregir mis errores, pero si lo hiciera no aprendería y volvería a cometerlos una y otra vez. Yo viajaría en el tiempo para revivir cada día contigo. Suena cursi, ¿no? Tal vez lo sea, un romántico empedernido.- ríe por lo bajo- Sin duda, primero iría a aquella mañana navideña donde gritaría de nuevo que te quiero y estoy seguro, que te emocionarías tanto como la primera vez. Volvería a todas esas tardes en casa que terminaban en besos y caricias. Retrocedería en el tiempo solo por cruzarme contigo todas las mañanas, por ver como nerviosa muerdes el bolígrafo antes de un examen, por disfrutar de tus mejillas sonrojadas en una situación comprometida, por volver a rozar tus labios una vez más y retroceder mil veces para hacerlo de nuevo. Sé que vas a despertar, porque no quiero ponerle este final a nuestra pequeña historia que, a su vez, es enorme solo por el hecho de compartirla contigo. Paula, te quiero y, estoy seguro, de que abrirás los ojos lo antes posible para poder decírtelo, una vez más, mirándote a los ojos. Porque, recuérdalo, es nuestra pequeña historia, pero es solo nuestra.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Dime que no me quieres. Capítulo: 32

Capítulo: 32

-Si señora, no se preocupe.- habla Verónica- Se lo diré lo antes posible. Hasta luego.
Presiona el icono de un teléfono en rojo de su Smartphone y cuelga la llamada. Ya ha terminado de avisar a todos los padres de sus amigos, la última en llamar ha sido la madre de Dani, quien le ha dicho que por favor estén atentos de su hijo ya que ella irá en cuanto pueda al hospital. Verónica guarda su móvil en el bolsillo de su vaquero y bebe un nuevo sorbo del café que Marcos le ha traído de la cafetería del hospital.
-¿Has llamado también a tus padres?- le pregunta el joven que permanece sentado en frente de ella.
Vero clava su mirada en los ojos de su amigo. Anteriormente, hace dos horas para ser exactos, le había contado como estaba la situación entre ella y sus padres, quienes no aceptaban a Lucas. Marcos se sorprendió al escuchar aquella historia, no esperaba que los padres de Verónica reaccionasen de esa manera. Es cierto que siempre fueron muy estrictos, pero no pensaba que impondrían barreras en los sentimientos de su hija hacia Lucas.
-No- niega ella- ni a ellos, ni a Lucas.
-¿A qué esperas?- se impacienta Marcos mientras que Vero le mira desconcertada y con ceño fruncido- Mira, sé que es difícil que tus padres acepten tu relación con Lucas, pero no pueden huir de esto siempre que lo vuestro dure. Entiéndelo Vero, hay que hacerles entrar en razón.
-¿Cómo?
Marcos levanta una ceja y una mueca traviesa asoma en su rostro.
-Yo te voy a ayudar- le asegura él.


Nerviosa, presiona los diferentes botones del mando de la televisión para cambiar a los canales que más les gustan. Aunque, ahora mismo, los desprecia. Oriana decide apagar la televisión y, con toda la ira acumulada de estos días, arroja el mando contra el suelo haciendo que, la tapa que guarda las pilas para que éste funcione, se desencaje de su lugar y salga disparada. Se lleva una mano a la frente que deja caer por toso su rostro. No tiene noticias de Cristian desde la noche en la que ambos se pelearon. Ha pensado en disculparse, pero su orgullo le dice que no debe ser ella quien dé el brazo a torcer. No, esta vez no.
Histérica, comienza a morderse las uñas mientras busca sobre la mesa, sin éxito, un nuevo cigarrillo que colocarse entre los labios hasta que un estruendoso golpe en la puerta hace que se sobresalte.
-¿¡Quién es!?- grita enfadada.
Dos nuevos golpes.
-¡Está abierta!- grita Oriana dejándose caer sobre el sofá.
Desde allí, escucha el ruido de la puerta al abrirse y, como de un seco portazo, se cierra. La muchacha camina hasta el pasillo y divisa a un corpulento chico de anchas espaldas y fuertes brazos. Raúl, el joven que Cristian contrató para hacer el trabajo sucio el día que amenazó a Raquel y, además de todo eso, un viejo amigo de Oriana.
-¿Qué haces aquí?- exige saber ella.
-Veo que no te has enterado de la noticia.- la grave voz de Raúl hace que Oriana sienta escalofríos- ¿No has visto el telediario?
-No necesito saber sobre las desgracias que ocurren en el mundo, ya tengo bastante con mi vida. Gracias- contesta con un tono frío.
Raúl apoya un de sus codos en la gruesa y arrugada pared del pasillo del local. Desviando la mirada varias veces, intentando no toparse con la de la muchacha, se dispone a hablar.
-Escucha, ha habido un accidente esta tarde en el centro de la ciudad. Una joven chica ha resultado gravemente herida y la han llevado al hospital más cercano lo antes posible. Sigue allí, ingresada, en coma.
-¡Qué me importa mi eso!
-¡Escúchame, Oriana! ¡No solo ha habido un herido!- se alarma él- El conductor que provocó el accidente perdió en control del vehículo y, en el impacto, murió.- Raúl toma aire con dificultad- El supuesto coche…era el tuyo. El color y la matrícula coinciden.
Oriana siente una fuerte presión en el pecho que, prácticamente, no le deja respirar. Siente como la sangre se congela en sus venas, como las piernas comienzan a flaquear hasta el punto que cae de rodillas en el suelo, sin apartar la mirada de Raúl quien tensa la mandíbula al verla en ese estado. Sin dar crédito a las palabras que su amigo le ha comunicado, Oriana cierra los ojos con fuerza, intentando hacerse creer a sí misma que el conductor de ese coche no era Cristian. Negando todas las pruebas que afirman que él está…
-Cristian ha muerto- finaliza Raúl.
Muerto… Un grito desgarrador sale de la garganta de Oriana al escuchar esa palabra. Muerto. Aprieta los puños con tanta fuerza que nota como la uñas se clavan en la palma de su mano, un dolor insignificante comparado con el que siento dentro de ella. Y, sin ni siquiera percatarse de ello, las lágrimas que tanto tiempo guardó dentro de ella, salen al exterior. Caen por sus mejillas y no se inmuta, no hace nada por frenarlas. ¿De qué serviría? Por otro lado, sintiéndose inútil, Raúl abandona la casa y, tras el sonoro ruido de la puerta al cerrarse, Oriana suelta un nuevo grito que retumba en las paredes del local. Ahora está sola, tanto en la casa como en su vida.


Un pitido…dos…tres…
-¡Hija! ¡He visto las noticias! ¿Dónde estás?- pregunta alarmada la madre de Vero por la línea telefónica- ¡No sabes lo preocupados que nos tenías!
-Mamá, tranquila estoy bien- le tranquiliza- La chica del accidente ha sido Paula. Se encuentra en coma pero nosotros estamos aquí con ella, esperando noticias sobre su estado. Bueno, yo estoy con Marcos en la cafetería del hospital. Pero estoy bien.
Escucha un suspiro de alivio al otro lado de la línea.
-Verónica, vamos para allá. Sé que no es el momento adecuado para decirlo pero, tenemos que hablar sobre dónde has pasado la noche… ¡nos has tenido en vela!
-Mamá…
-¿Has estado con ese chico, verdad? ¡No es bueno para ti!- exclama ella con un tono despectivo hacia él que hace que a Verónica le hierva la sangre.
-Tienes razón mamá, no es el momento adecuado.
Y cuelga. Vero deja el Smartphone sobre la mesa, justo al lado de su segundo café.
-¿Qué han dicho?- se interesa en saber Marcos.
-¿Has estado con ese chico, verdad? ¡No es bueno para ti!- contesta ella imitando el tono de voz de su madre y empleando las mismas palabras.
El chico sonríe ante la mala imitación de Verónica y bebe un trago de su refresco.
-Ya sabes a quien toca llamar ahora- Marcos le acerca el móvil de Vero a su dueña. Ella lo acepta y busca a Lucas en sus contactos. El plan de Marcos consiste en un encuentro entre los padres de la joven y Lucas, un encuentro con una única escapatoria, solucionar los problemas entre ellos.
-¿Vero?- contesta el chico al otro lado de la línea telefónica.
La muchacha respira hondo antes de contestar.
-Sí, soy yo. Lucas escucha, estoy en el hospital y antes de que te pongas loco de nervios déjame explicarte lo que ha pasado.- aclara Verónica- Mi amiga Paula ha sufrido un accidente esta tarde, un atropello, y se encuentra ingresada en coma en el hospital. Nosotros estuvimos con ella en ese momento pero estamos bien, no hemos sufrido ningún daño.
Se escucha un nuevo suspiro de alivio, esta vez por parte del muchacho.
-Lucas, necesito que vengas.
-En seguida salgo para allá- se apresura a decir él- dame la dirección.
Vero le explica en qué zona se encuentra el hospital ya que no conoce el nombre exacto de la calle.
-En menos de diez minutos estoy allí.
Y, antes de que Vero pudiera replicar nada, Lucas termina la llamada.
-Genial, con un poco de suerte tal vez Lucas acabe en el hospital esta noche.
-¿Por qué lo dices?- se extraña Marcos.
-Habrá salido disparado con la moto, estoy segura. Él y la adrenalina no son muy buenos aliados y, ahora mismo, debe de estar hasta aquí- hace un gesto llevando su mano por encima de su cabeza y manteniéndola en esa posición- de ella.
-Pues más le vale reducir esos niveles, tus padres acaban de llegar.
Marcos gesticula con su cabeza, indicándole a Verónica la dirección en la que sus padres se dirigen hacia ella y no con muy buena cara que digamos. Resignada, Vero se levanta de su asiento tras escuchar un “buena suerte” de la boca de Marcos. Camina hacia ellos con un paso lento y pausado, deseando que Lucas llegue en cualquier momento.
-¡Verónica!- exclama su madre cuando envuelve a su hija entre sus brazos- ¡Estábamos tan preocupados!
-¿Dónde está?- se alarma su padre- Voy a enseñarle a ese delincuente las consecuencias de llevarse a mi hija fuera toda una noche.
-¡Él no fue quien decidió que me fuera! ¡Y no está aquí!
El hombre, nervioso, busca con los ojos a Lucas por toda la cafetería. Su mirada se topa con la de Marcos, quien levanta las manos como signo de inocencia.
La madre de Verónica se acerca a su marido y posa las manos sobre sus hombros.
-Cariño, por favor cálmate…
-¡Dónde está ese desgraciado!- grita el hombre con los ojos calvados en su hija.
-Aquí- habla una voz que cruza las puertas correderas del hospital. Verónica, automáticamente, gira su cuerpo en dirección al joven que acaba de entrar.
-¡Lucas!
La joven comienza a correr hacia su novio, quien le coja al vuelo y le abraza con fuerza. Cuando la deja sobre el suelo, observa que no presenta ni una sola lesión.
-Tranquilo- susurra- estoy bien, no me ha pasado nada.
Decidido a rodear su cuerpo con sus brazos de nuevo e inspirar el aroma que su pelo desprende, las palabras del padre de la joven le impide hacerlo.
-Aparta las manos de mi hija- le dice caminando con pasos amenazantes hacia él.
-¡Papá!- se alarma su hija interponiéndose entre ambos. Lucas, haciendo oídos sordos a las advertencias de aquel hombre, coloca una mano en el hombro de su chica y hace que haga a un lado. Su mano pasa a coger la suya tras dejar un camino de caricias en su brazo.
-Mire señor,- se arranca a hablar Lucas. Siente como la palma de su mano libre se humedece a causa del sudor y se ve obligado a carraspear para aclarar su voz. No cabe duda de que la situación le incomoda.- usted está en su claro derecho de odiarme, no sería la primera persona que lo hace. Pero de algo puede estar seguro, y es que quiero a su hija. Yo nunca tuve una vida fácil, yo mismo me las busqué. Vivir demasiado deprisa sin tener en cuenta las consecuencias y, al final, me choqué contra la cruda realidad.- Lucas se lleva la mano a la zona del abdomen donde, en una cicatriz, queda marcada su perpetua lucha contra el cáncer.- Pero, ¿sabe qué? Todo lo que viví me hizo darme cuenta de que necesitamos parar, respirar y aprovechar cada segundo de nuestro día a día.- desvía sus ojos a la figura de Verónica.- Por algunas personas merece la pena frenar.
-Oye chico…- le corta el padre de la muchacha.
-Sé que todo esto pueden parecerle simples habladurías de adolescentes, yo no lo veo así. Estoy enamorado de Verónica. La quiero y se lo gritaría a quien hiciese falta. ¡La quiero!- exclama alzando la voz haciendo que varias personas se giren en su dirección, aunque no parece importarle en absoluto.- Nunca le haría daño y, si algún día llego a cometer un solo error que le hiera, le daré el gusto de partirme las piernas porque me lo merecería. Pero, antes de dar por sentado que soy un mal chico, deme una oportunidad de conocerme y le haré ver que puedo cuidar de su hija, de que puedo hacerla feliz. Sin ella…volvería a mis antiguas andadas…- Lucas fija sus ojos en los del hombre, los cuales, se ven cansados y atentos a sus palabras.- Por favor, deme esa oportunidad de demostrarle que lo que siento por Verónica es cien por cien cierto.
Emocionada, Vero alza sus brazos hasta rodear el cuello de su chico donde entierra su rostro. Él, sin embargo, mantiene la mirada fija en la pareja de enfrente. La mujer dibuja una sonrisa amable en su rostro, del cual la vejez se comienza a apoderar. Mientras tanto, su esposo, no sonríe, ni siquiera un rasgo compasivo asoma en sus facciones. Pero hay algo en sus ojos que le transmite tranquilidad, una chispa que se ilumina aparece en ellos. Ahí es cuando Lucas entiende que, ambos, le han concedido su ansiada oportunidad.