Capítulo:
32
-Si
señora, no se preocupe.- habla Verónica- Se lo diré lo antes posible. Hasta
luego.
Presiona
el icono de un teléfono en rojo de su Smartphone y cuelga la llamada. Ya ha
terminado de avisar a todos los padres de sus amigos, la última en llamar ha
sido la madre de Dani, quien le ha dicho que por favor estén atentos de su hijo
ya que ella irá en cuanto pueda al hospital. Verónica guarda su móvil en el
bolsillo de su vaquero y bebe un nuevo sorbo del café que Marcos le ha traído
de la cafetería del hospital.
-¿Has
llamado también a tus padres?- le pregunta el joven que permanece sentado en
frente de ella.
Vero
clava su mirada en los ojos de su amigo. Anteriormente, hace dos horas para ser
exactos, le había contado como estaba la situación entre ella y sus padres,
quienes no aceptaban a Lucas. Marcos se sorprendió al escuchar aquella
historia, no esperaba que los padres de Verónica reaccionasen de esa manera. Es
cierto que siempre fueron muy estrictos, pero no pensaba que impondrían
barreras en los sentimientos de su hija hacia Lucas.
-No-
niega ella- ni a ellos, ni a Lucas.
-¿A qué
esperas?- se impacienta Marcos mientras que Vero le mira desconcertada y con
ceño fruncido- Mira, sé que es difícil que tus padres acepten tu relación con
Lucas, pero no pueden huir de esto siempre que lo vuestro dure. Entiéndelo
Vero, hay que hacerles entrar en razón.
-¿Cómo?
Marcos
levanta una ceja y una mueca traviesa asoma en su rostro.
-Yo te
voy a ayudar- le asegura él.
Nerviosa,
presiona los diferentes botones del mando de la televisión para cambiar a los
canales que más les gustan. Aunque, ahora mismo, los desprecia. Oriana decide
apagar la televisión y, con toda la ira acumulada de estos días, arroja el
mando contra el suelo haciendo que, la tapa que guarda las pilas para que éste
funcione, se desencaje de su lugar y salga disparada. Se lleva una mano a la
frente que deja caer por toso su rostro. No tiene noticias de Cristian desde la
noche en la que ambos se pelearon. Ha pensado en disculparse, pero su orgullo
le dice que no debe ser ella quien dé el brazo a torcer. No, esta vez no.
Histérica,
comienza a morderse las uñas mientras busca sobre la mesa, sin éxito, un nuevo
cigarrillo que colocarse entre los labios hasta que un estruendoso golpe en la
puerta hace que se sobresalte.
-¿¡Quién
es!?- grita enfadada.
Dos
nuevos golpes.
-¡Está
abierta!- grita Oriana dejándose caer sobre el sofá.
Desde
allí, escucha el ruido de la puerta al abrirse y, como de un seco portazo, se
cierra. La muchacha camina hasta el pasillo y divisa a un corpulento chico de
anchas espaldas y fuertes brazos. Raúl, el joven que Cristian contrató para
hacer el trabajo sucio el día que amenazó a Raquel y, además de todo eso, un
viejo amigo de Oriana.
-¿Qué
haces aquí?- exige saber ella.
-Veo que
no te has enterado de la noticia.- la grave voz de Raúl hace que Oriana sienta
escalofríos- ¿No has visto el telediario?
-No
necesito saber sobre las desgracias que ocurren en el mundo, ya tengo bastante
con mi vida. Gracias- contesta con un tono frío.
Raúl
apoya un de sus codos en la gruesa y arrugada pared del pasillo del local.
Desviando la mirada varias veces, intentando no toparse con la de la muchacha,
se dispone a hablar.
-Escucha,
ha habido un accidente esta tarde en el centro de la ciudad. Una joven chica ha
resultado gravemente herida y la han llevado al hospital más cercano lo antes
posible. Sigue allí, ingresada, en coma.
-¡Qué me
importa mi eso!
-¡Escúchame,
Oriana! ¡No solo ha habido un herido!- se alarma él- El conductor que provocó
el accidente perdió en control del vehículo y, en el impacto, murió.- Raúl toma
aire con dificultad- El supuesto coche…era el tuyo. El color y la matrícula
coinciden.
Oriana
siente una fuerte presión en el pecho que, prácticamente, no le deja respirar.
Siente como la sangre se congela en sus venas, como las piernas comienzan a
flaquear hasta el punto que cae de rodillas en el suelo, sin apartar la mirada
de Raúl quien tensa la mandíbula al verla en ese estado. Sin dar crédito a las
palabras que su amigo le ha comunicado, Oriana cierra los ojos con fuerza,
intentando hacerse creer a sí misma que el conductor de ese coche no era
Cristian. Negando todas las pruebas que afirman que él está…
-Cristian
ha muerto- finaliza Raúl.
Muerto…
Un grito desgarrador sale de la garganta de Oriana al escuchar esa palabra.
Muerto. Aprieta los puños con tanta fuerza que nota como la uñas se clavan en
la palma de su mano, un dolor insignificante comparado con el que siento dentro
de ella. Y, sin ni siquiera percatarse de ello, las lágrimas que tanto tiempo
guardó dentro de ella, salen al exterior. Caen por sus mejillas y no se inmuta,
no hace nada por frenarlas. ¿De qué serviría? Por otro lado, sintiéndose
inútil, Raúl abandona la casa y, tras el sonoro ruido de la puerta al cerrarse,
Oriana suelta un nuevo grito que retumba en las paredes del local. Ahora está
sola, tanto en la casa como en su vida.
Un
pitido…dos…tres…
-¡Hija!
¡He visto las noticias! ¿Dónde estás?- pregunta alarmada la madre de Vero por
la línea telefónica- ¡No sabes lo preocupados que nos tenías!
-Mamá,
tranquila estoy bien- le tranquiliza- La chica del accidente ha sido Paula. Se
encuentra en coma pero nosotros estamos aquí con ella, esperando noticias sobre
su estado. Bueno, yo estoy con Marcos en la cafetería del hospital. Pero estoy
bien.
Escucha
un suspiro de alivio al otro lado de la línea.
-Verónica,
vamos para allá. Sé que no es el momento adecuado para decirlo pero, tenemos
que hablar sobre dónde has pasado la noche… ¡nos has tenido en vela!
-Mamá…
-¿Has
estado con ese chico, verdad? ¡No es bueno para ti!- exclama ella con un tono
despectivo hacia él que hace que a Verónica le hierva la sangre.
-Tienes
razón mamá, no es el momento adecuado.
Y cuelga.
Vero deja el Smartphone sobre la mesa, justo al lado de su segundo café.
-¿Qué han
dicho?- se interesa en saber Marcos.
-¿Has
estado con ese chico, verdad? ¡No es bueno para ti!- contesta ella imitando el
tono de voz de su madre y empleando las mismas palabras.
El chico
sonríe ante la mala imitación de Verónica y bebe un trago de su refresco.
-Ya sabes
a quien toca llamar ahora- Marcos le acerca el móvil de Vero a su dueña. Ella
lo acepta y busca a Lucas en sus contactos. El plan de Marcos consiste en un
encuentro entre los padres de la joven y Lucas, un encuentro con una única
escapatoria, solucionar los problemas entre ellos.
-¿Vero?-
contesta el chico al otro lado de la línea telefónica.
La
muchacha respira hondo antes de contestar.
-Sí, soy
yo. Lucas escucha, estoy en el hospital y antes de que te pongas loco de
nervios déjame explicarte lo que ha pasado.- aclara Verónica- Mi amiga Paula ha
sufrido un accidente esta tarde, un atropello, y se encuentra ingresada en coma
en el hospital. Nosotros estuvimos con ella en ese momento pero estamos bien,
no hemos sufrido ningún daño.
Se
escucha un nuevo suspiro de alivio, esta vez por parte del muchacho.
-Lucas,
necesito que vengas.
-En seguida
salgo para allá- se apresura a decir él- dame la dirección.
Vero le
explica en qué zona se encuentra el hospital ya que no conoce el nombre exacto
de la calle.
-En menos
de diez minutos estoy allí.
Y, antes
de que Vero pudiera replicar nada, Lucas termina la llamada.
-Genial,
con un poco de suerte tal vez Lucas acabe en el hospital esta noche.
-¿Por qué
lo dices?- se extraña Marcos.
-Habrá
salido disparado con la moto, estoy segura. Él y la adrenalina no son muy
buenos aliados y, ahora mismo, debe de estar hasta aquí- hace un gesto llevando
su mano por encima de su cabeza y manteniéndola en esa posición- de ella.
-Pues más
le vale reducir esos niveles, tus padres acaban de llegar.
Marcos
gesticula con su cabeza, indicándole a Verónica la dirección en la que sus
padres se dirigen hacia ella y no con muy buena cara que digamos. Resignada,
Vero se levanta de su asiento tras escuchar un “buena suerte” de la boca de
Marcos. Camina hacia ellos con un paso lento y pausado, deseando que Lucas
llegue en cualquier momento.
-¡Verónica!-
exclama su madre cuando envuelve a su hija entre sus brazos- ¡Estábamos tan
preocupados!
-¿Dónde
está?- se alarma su padre- Voy a enseñarle a ese delincuente las consecuencias
de llevarse a mi hija fuera toda una noche.
-¡Él no
fue quien decidió que me fuera! ¡Y no está aquí!
El
hombre, nervioso, busca con los ojos a Lucas por toda la cafetería. Su mirada
se topa con la de Marcos, quien levanta las manos como signo de inocencia.
La madre
de Verónica se acerca a su marido y posa las manos sobre sus hombros.
-Cariño,
por favor cálmate…
-¡Dónde
está ese desgraciado!- grita el hombre con los ojos calvados en su hija.
-Aquí-
habla una voz que cruza las puertas correderas del hospital. Verónica,
automáticamente, gira su cuerpo en dirección al joven que acaba de entrar.
-¡Lucas!
La joven
comienza a correr hacia su novio, quien le coja al vuelo y le abraza con
fuerza. Cuando la deja sobre el suelo, observa que no presenta ni una sola
lesión.
-Tranquilo-
susurra- estoy bien, no me ha pasado nada.
Decidido
a rodear su cuerpo con sus brazos de nuevo e inspirar el aroma que su pelo
desprende, las palabras del padre de la joven le impide hacerlo.
-Aparta
las manos de mi hija- le dice caminando con pasos amenazantes hacia él.
-¡Papá!-
se alarma su hija interponiéndose entre ambos. Lucas, haciendo oídos sordos a
las advertencias de aquel hombre, coloca una mano en el hombro de su chica y
hace que haga a un lado. Su mano pasa a coger la suya tras dejar un camino de
caricias en su brazo.
-Mire
señor,- se arranca a hablar Lucas. Siente como la palma de su mano libre se
humedece a causa del sudor y se ve obligado a carraspear para aclarar su voz.
No cabe duda de que la situación le incomoda.- usted está en su claro derecho
de odiarme, no sería la primera persona que lo hace. Pero de algo puede estar
seguro, y es que quiero a su hija. Yo nunca tuve una vida fácil, yo mismo me
las busqué. Vivir demasiado deprisa sin tener en cuenta las consecuencias y, al
final, me choqué contra la cruda realidad.- Lucas se lleva la mano a la zona
del abdomen donde, en una cicatriz, queda marcada su perpetua lucha contra el
cáncer.- Pero, ¿sabe qué? Todo lo que viví me hizo darme cuenta de que
necesitamos parar, respirar y aprovechar cada segundo de nuestro día a día.-
desvía sus ojos a la figura de Verónica.- Por algunas personas merece la pena
frenar.
-Oye
chico…- le corta el padre de la muchacha.
-Sé que
todo esto pueden parecerle simples habladurías de adolescentes, yo no lo veo
así. Estoy enamorado de Verónica. La quiero y se lo gritaría a quien hiciese
falta. ¡La quiero!- exclama alzando la voz haciendo que varias personas se
giren en su dirección, aunque no parece importarle en absoluto.- Nunca le haría
daño y, si algún día llego a cometer un solo error que le hiera, le daré el
gusto de partirme las piernas porque me lo merecería. Pero, antes de dar por
sentado que soy un mal chico, deme una oportunidad de conocerme y le haré ver
que puedo cuidar de su hija, de que puedo hacerla feliz. Sin ella…volvería a
mis antiguas andadas…- Lucas fija sus ojos en los del hombre, los cuales, se
ven cansados y atentos a sus palabras.- Por favor, deme esa oportunidad de
demostrarle que lo que siento por Verónica es cien por cien cierto.
Emocionada,
Vero alza sus brazos hasta rodear el cuello de su chico donde entierra su
rostro. Él, sin embargo, mantiene la mirada fija en la pareja de enfrente. La
mujer dibuja una sonrisa amable en su rostro, del cual la vejez se comienza a
apoderar. Mientras tanto, su esposo, no sonríe, ni siquiera un rasgo compasivo
asoma en sus facciones. Pero hay algo en sus ojos que le transmite
tranquilidad, una chispa que se ilumina aparece en ellos. Ahí es cuando Lucas
entiende que, ambos, le han concedido su ansiada oportunidad.
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