Capítulo:
33
-¿Seguro
que podemos entrar todos a verla?- pregunta temerosa Verónica.
-Ya has
oído a la enfermera, no hay ningún problema en que entremos todos siempre y
cuando mantengamos las formas y no armemos un escándalo.- asegura Guillermo
explicándoselo a su amiga con loa palabras textuales de la enfermera.
Vero
asiente no muy convencida y roza con la punta de sus dedos la manecilla de la
puerta que les lleva a la habitación donde se encuentra Paula. La chica lleva
hacia abajo su mano y tira de la manecilla metálica. Tras un grave crujido, la
puerta se abre y, en fila, todos los amigos comienzan a entrar en el cuarto.
Daniel, quien ha sido el último en entrar, deja que todos los demás pasen
delante de él y observa cómo sus miradas se mantienen fijas en el inmóvil
cuerpo de Paula. Sin embargo, él no cruza en umbral de la puerta Se cruza de
brazos y apoya un lateral de su cuerpo junto al marco de madera. Nadie dice
nada, solo se consigue escuchar el sonido de la máquina que marca el ritmo de
los latidos del corazón de Paula.
-Dani- le
llama la voz de Andrea. El chico levanta la vista y mira a la joven rubia.-
ven.
A duras
penas, empieza a caminar hacia la camilla. Cada paso hacia el cuerpo de Paula
es una punzada en el corazón, cada vez que sus ojos se posan en las heridas de
su rostro o sus brazos se siente como si todo su mundo se le desmoronase encima
dejando caer toneladas de tristeza que el invade por dentro. Daniel llega hasta
la parte baja de la cama y la rodea hasta llegar a una de las sillas del
lateral, donde se sentó la última vez que entró en aquella habitación.
Finalmente, deja caer el peso de su cuerpo sobre una de ellas. Ahora le resulta
imposible apartar la mirada de la imagen de Paula.
-No
parece ella, ¿verdad?- dice Marcos rompiendo el incómodo silencio que se había
formado.
Raquel
niega con la cabeza, es tal la impotencia que siente que ni siquiera impide la
salida de sus lágrimas. Agacha la cabeza y cierra con fuerza sus puños y, con
los brazos pegados a sus costados, no resiste emitir agudos sollozos al sentir
el brazo de su hermano pasando sobre sus hombros, atrayéndola hacia él.
-Es como
si toda la alegría que ella desprendía se hubiese esfumado.- ahora es Guille
quien habla.
El rostro
de Paula se ve pálido bajo la intensa luz que alumbra la habitación mientras
que, la misma, hace resaltar las marcas de sus golpes y el vivo color de sus heridas.
Parece que en cualquier momento su débil cuerpo va a dejar de luchar por
despertar, por abrir los ojos una vez más. Daniel tensa su mandíbula antes
aquella remota idea y juntas sus manos sobre su regazo.
-Paula
sigue ahí- anuncia- en cualquier lugar de ese cuerpo inmóvil y esa mente en
coma, Paula continúa siendo la misma. Solo tiene que abrir los ojos, no tirar
la toalla.- respira profundamente antes de seguir hablando- Despertará, lo sé.
El
muchacho alarga su mano temblorosa hasta llegar a rozar, despacio, la de su
novia. Poco a poco, termina agarrándola con delicadeza, acariciando con el dedo
pulgar el dorso de la mano de Paula. Él esperaría, esperaría toda una vida ahí
sentado solo por verle despertar. Sentir como ese brillo característico de sus
ojos marrones se posa sobre él cada vez que se miran, ver en primera fila el
tono rojo del rubor de sus mejillas siempre tan inocente. Esperaría ahí sentado
solo por besar sus labios sin miedo a que nada se interponga entre ellos, por
decirle te quiero una vez más.
Daniel
cierra sus ojos con fuerza y pasa su mano libre por su pelo, sin deshacer el
agarre de la mano de Paula. Nadie se hace una idea de cómo se siente él en
momentos así. La sensación que recorre su cuerpo al contemplarla en ese estado
es tan brutal que, sin por él fuera, gritaría, chillaría tan alto como se
siente hasta que la voz abandonase su garganta, hasta notar como el dolor de
sus cuerdas vocales es tan potente como el que todo su interior siente al verla
sobre esa fría camilla de hospital.
Verónica
se percata del dolor que su amigo siente y decide acercarse a él. Y, antes de
hablar, posa una mano sobre el hombro de Dani y le ofrece un ligero apretón que
le reconforta de algún modo.
-Chicos,
¿qué os parece si cada uno rememoramos el mejor recuerdo que tengamos con
Paula?- desvía su mirada a la joven de la camilla.- Aunque se encuentre en
coma, estoy segura de que le encantará escucharnos.
Todos
asienten ante la propuesta de Vero.
-¿Os
importa si empiezo yo?
-Adelante-
le anima Marcos.
Andrea
recoge un mechón de su pelo rizado detrás de la oreja y se sienta a los pies de
la cama de Paula. Antes de relatar su historia, le mira. Aunque hayan vivido
muchos momentos juntas, a Andrea no le cuesta elegir uno de ellos. Aquel que
perdurará siempre en su mente, el día donde su amistad nació.
-Recuero
que era un día de Noviembre, en el instituto, a la hora del recreo. Salí la
primera de clase dirigiéndome a la sala de profesores del tercer piso, tenía
que entregar mi trabajo de literatura y ese día era el último para que la
profesora tuviese todos los documentos en su poder y corregirlos. Una vez
terminada mi visita a la profesora de literatura, me dirigía al patio cuando
pasé por los baños de chicas y escuché un extraño ruido que llamó mi atención.
Entré y, en una de las cabinas, distinguí el sonido de un llanto. Llamé a la
puerta y pregunté que quién había ahí y si necesitaba ayuda. Una débil voz que
venía de dentro solo me dijo que me fuese, que no quería nada. No conforme con
eso, logré abrir la puerta con un golpe seco. En mi favor debo decir que esos
cerrojos no son de muy buena calidad.- bromea Andrea pero, al instante, su
rostro se torna en una expresión decaída- Paula era quien lloraba. Nunca
olvidaré como sus ojos, rojos y llorosos, me miraron con sorpresa. Volvió a
pedirme que me fuera mientras se cubría la cara con ambas manos. Paula no había
hecho ni un solo amigo durante el tiempo que llevaba en el nuevo instituto, ni
siquiera había insistido en ello. Por esa imagen que ofrecía a los demás, nadie
le dirigía la palabra. Entonces yo desconocía la historia de la muerte de Inés.
Le dije que saliese de allí, que yo estaría con ella en la hora del recreo sin
importarme lo que dirían los demás al verme con ella. Quería conocerla y, quien
sabe, tal vez llegar a ser su amiga. Pero no se dignó a salir de los baños y,
tal y como si estuviese de nuevo en ese momento del día, Paula me dijo: ¿De
verdad quieres perder el tiempo en conocer a alguien como yo?
Una
lágrima rebelde escapa rauda por las mejillas de Andrea quien mantiene la
mirada clavada en Paula.
-De
repente, sonó el timbre y era la hora de volver a las clases. Paula se limpió
la cara con las mangas de su jersey sin dejar rastro de lágrimas y se limpió
las mejillas con un poco de agua del grifo. Disparada, salió de allí y caminó
hacia su próxima clase que, fruto de la casualidad, era la misma que la mía.
Cuando llegué a la clase de biología vi a Paula sentada en el último pupitre
del aula, sola. Un grupo de chicas la miraban de vez en cuando y cuchicheaban a
sus espaldas. Y yo, con la mirada puesta en esas chicas, me senté junto a Paula
quien parecía mucho más sorprendida que la vez anterior. Ella me preguntó
alarmada que qué hacía allí con ella de nuevo. Yo le respondí: Me apetece
perder el tiempo contigo, como tú has dicho. Pero yo no opino que vaya a
malgastarlo. Paula mostró una pequeña sonrisa…
Con cada
palabra, los ojos de Andrea no dejaban de emanar más y más lágrimas y ella no
hace nada por pararlas, ni siquiera su rostro refleja una mínima intención de
hacerlo. Son tantos los recuerdos vividos que juntas comparten que, ver a Paula
en esas condiciones, hace que Andrea sienta que hay posibilidades de no tener
más momentos que recordar junto a ella.
-Fue
desde entonces cuando, poco a poco, ella terminó confiando en mi. Me confesó
todo por lo que pasó, como perdió a su amiga en una tarde de verano y como eso
le había afectado de tal forma que se vio obligada a cambiar de instituto, d
vida ya que eran muchas las cosas que le recordaban a Inés y fue una decisión
difícil de tomar. No obstante, también me hablaba de sus aficiones y secretos.-
Andrea suelta una leve risilla que se mezcla con el sonido de los sollozos-
Ella temía de no ser aceptada por vosotros pero, en cambio, una vez que se
integró siempre ha dicho que estaba en deuda con nosotros por salvarle de ese
mundo de tristeza en el que estaba sumergida. Y ahora ella está ahí tumbada
luchando por ser fuerte cuando nunca fue necesario que no debiese nada…
Un llanto
mucho más fuerte sale del cuerpo de Andrea, quien se cubre el rostro con ambas
manos y sale a toda prisa de la habitación.
-Iré con
ella- avisa Guille saliendo por la puerta en su busca.
Raquel se
sienta en el lugar que ocupaba Andrea en la camilla junto a Paula y examina a
sus amigos con los ojos todavía llorosos.
-Dani- le
llama- vamos, cuéntanos a nosotros el mejor recuerdo que tengas con Paula.
Éste
niega levemente con la cabeza.
-Venga-
le anima Marcos.
De nuevo,
vuelve a mover la cabeza hacia los lados.
-No puedo
escoger un solo recuerdo- asegura.
-Entonces
no te limites solo a uno- escucha la voz de Verónica a su lado.
Daniel
resopla cansado. Decidirse por un solo recuerdo sería menospreciar a los demás
y eso es algo que no va a hacer. Todos y cada uno de los momentos que ha pasado
con Paula y que su mente guarda son especiales para él. En cada uno tuvo mucho
más claro sus sentimientos hacia ella y su primera amistad. Son pequeños
tesoros del mismo valor, un valor incalculable.
-¿Creéis
que ella puede oírme?- pregunta Dani.
-Inténtalo-
le vuelve a animar Marcos adivinando las intenciones del otro muchacho.
Daniel se
acerca más a la camilla y agarra, con las dos manos, la de Paula. Lentamente se
la lleva a los labios de deja un casto beso en el dorso. No se va a contener,
va a dejar que las palabras fluyan solas. Del mismo modo que cuando tiene un
papel delante, listo para ser escrito.
-A veces
me gustaría tener una máquina del tiempo, volver al pasado. Lo habitual sería
decir que la emplearía para corregir mis errores, pero si lo hiciera no
aprendería y volvería a cometerlos una y otra vez. Yo viajaría en el tiempo
para revivir cada día contigo. Suena cursi, ¿no? Tal vez lo sea, un romántico
empedernido.- ríe por lo bajo- Sin duda, primero iría a aquella mañana navideña
donde gritaría de nuevo que te quiero y estoy seguro, que te emocionarías tanto
como la primera vez. Volvería a todas esas tardes en casa que terminaban en
besos y caricias. Retrocedería en el tiempo solo por cruzarme contigo todas las
mañanas, por ver como nerviosa muerdes el bolígrafo antes de un examen, por
disfrutar de tus mejillas sonrojadas en una situación comprometida, por volver
a rozar tus labios una vez más y retroceder mil veces para hacerlo de nuevo. Sé
que vas a despertar, porque no quiero ponerle este final a nuestra pequeña
historia que, a su vez, es enorme solo por el hecho de compartirla contigo.
Paula, te quiero y, estoy seguro, de que abrirás los ojos lo antes posible para
poder decírtelo, una vez más, mirándote a los ojos. Porque, recuérdalo, es
nuestra pequeña historia, pero es solo nuestra.
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