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viernes, 29 de agosto de 2014

Dime que no me quieres, Capítulo: 31

Capítulo: 31
Capítulo: 31
DANIEL.
¿Conoces esa sensación en la que sientes que el tiempo no avanza? ¿Qué todo a tu alrededor se paraliza? Y eso no es lo peor de todo… ¿Has vivido alguna vez como la vida de la persona a la que amas cuelga de un hilo? ¿No? Entonces, considérate una persona afortunada. Hace tres horas que estoy aquí, sentado en una incómoda silla de color azul, rodeado de paredes blancas, techos y suelos del mismo color. El hospital, un lugar que ha conocido miles de vidas, algunas de ellas han podido despedirse de este triste rincón y, muchas otras, han sido quienes recibían esas despedidas acompañadas de llantos amargos que, al cabo de los años, estas frías paredes blancas de yeso mantienen grabados en su historia. Es uno de los peores finales, ¿no crees? Gastar los últimos minutos de tu vida tumbado sobre una camilla, que lo último que vean tus ojos sean los angustiosos rostros de tus seres queridos, que tus últimos pensamientos sean todas aquellas cosas que podrías haber hecho y la vida, tan ambiciosa, no te ha permitido llevar a cabo. No le deseo un final así a nadie… pero, sin lugar a dudas, no puedo permitirme como, la vida de la chica a la que quiero, termina de esa forma. No sería justo, no para ella. Paula no. Yo sigo aquí, sentado, sin poder hacer nada. Con la mirada fija en la puerta de la habitación donde ella se encuentra, esperando a que alguien, quien sea, salga de ahí con noticias que hagan que me tranquilice.
-¿Por qué no te vas a casa? Tienes que descansar, si tienen noticias te llamaré.- dice la voz de Guille a mi derecha. No obstante, no aparto mi vista de la puerta de la habitación y niego levemente con la cabeza.
-Dani- me llama Andrea, que aparece junto a Guille- él tiene razón, deberías ir a casa y…
-¡Chicos!- les llamo la atención mirándolos por primera vez- ¡No pienso moverme de aquí hasta que sepa noticias de Paula o la vea salir por esa maldita puerta!
-Tío, ella está en coma…-susurra Guille.
-Lo sé.- respondo cortante llevando de nuevo mi mirada al frente- Despertará.
Andrea acaricia el brazo de Guille y le hace un gesto con la cabeza indicándole que es mejor dejarme solo. Segundos después, escucho el sonido de sus pasos mientras se alejan. Deja caer mi cuerpo hacia atrás hasta que mi espalda topa con el respaldo de la silla y mi nuca siente el frío de la pared. Mi mente no deja de recordar la imagen del pequeño cuerpo de Paula sobre el suelo mojado de la calla a causa de la lluvia. Siento como mis ojos comienzan a escocer solo de recordarlo y me froto los párpados con las manos. No puedo venirme abajo ahora, no mientras Paula sigue ahí encerrada, sin reaccionar.
-No es bueno guardarse las lágrimas.- me aconseja la voz de Raquel quien aparece sentada a mi lado. Ni siquiera me había percatado de que ella estaba allí todavía. Dirijo mi mirada hacia su rostro. Tiene los ojos rojos e hinchados y un camino de rímel negro que las lágrimas han dejado por sus mejillas- Yo no lo hago, como ves.
Sin saber por qué, me quedo callado. Algo dentro de mí me dice que lo mejor sería abrazarla, pero no lo hago. Algo dentro de mí dice que, si siento algo por la chica que está dentro de aquella habitación, debería dejar que las lágrimas corriesen libres de mis ojos. Tampoco lo hago. Me limito a observar a Raquel, quieto con la mirada perdida en un nuevo pañuelo de papel que ella saca de su bolsillo.
-Yo soy la que tendría que estar dentro de esa habitación…
-¿Por qué dices eso?- le pregunto desganado. Me inclino hacia delante, clavando mis codos en las rodillas y mi barbilla sobre mis manos.
Raquel se enjuga las lágrimas con el pañuelo y traga saliva antes de hablar:
-No lo aguanto más…Dani, hay algo que, tanto Paula como yo, deberíamos haberos contado hace tiempo… ¿Reconociste la cara del conductor del accidente?
-No…- niego con la cabeza- El conductor salió disparado por el cristal delantero del coche, aterrizando boca abajo en la carretera. No me molesté en descubrirle, solo la imagen de Paula hizo que…- carraspeo con la voz entrecortada- La ambulancia llegó muy deprisa y, al comprobar que el conductor yacía sin vida en el suelo, lo cubrieron mientras otro grupo de médicos acudía junto a Paula…- un lágrima rebelde escapa por mi mejilla y no me molesto en retirarla- Raquel, por favor dime todo lo que sepas…
-Fue Cristian- dice con carrerilla al hablar. Mi cuerpo se tensa al escuchar su nombre.- Estoy segura de que fue él, todo encaja… Hace unos días, Cristian amenazó a Paula con que, si no hacía todo lo que le pedía, algo terrible os ocurriría a todos vosotros. Algo que nunca nos dijo… Pocos días después, yo también sufrí sus amenazas aunque, desconocía que Paula se veía en la misma situación que yo. Hace dos días exactos, Cristian nos envió el mismo e-mail a Paula y a mí. Para llevar a cabo su plan contra nosotros, teníamos que dirigiros a la Plaza España esta tarde.
De un salto, me levanto de la silla y aprieto los puños de las manos. Por eso veía a Paula tan distinta estos días anteriores, no podía decirle nada…
-¡Deberíais habérnoslo contado! ¡Juntos habríamos ideado algún plan contra él! ¡Ahora Cristian es peligroso, Raquel! ¡Parece que no lo sepas!
Lleno de ira, rabia y enfado, golpeo la pared con la palma de mi mano, impactándola contra ella con todas mis fuerzas. El dolor del golpe se extiende por todo mi brazo sin importarme. Ese imbécil de Cristian estuvo todo el tiempo detrás de nosotros sin ningún motivo que nadie considere correcto. Tan solo él. Y, en el fondo, estoy seguro de que es su nueva vida quien le hacía comportarse así, de una forma tan mezquina que se ganó el odio de todos los que, anteriormente, obtuvo su confianza.
-¡Daniel estábamos contra la espada y la pared!- llora Raquel refiriéndose a Paula y a ella misma- Paula no me dejó intervenir, solo me dijo que tenía que ser más inteligente de Cristian por nosotros. Quiso cargar con todo el peso ella sola… intenté impedírselo pero fue demasiado tarde…Lo siento…
Raquel llora de manera incontrolada, sin importarle la gente que tenga a su alrededor. Ya de nada le sirve su pañuelo de papel. Esta vez, no dudo en acercarme a mi amiga y abrazarla. Reconozco que, estos días, han sido muy duro para ella y para Paula. En ésta última, podía ver como su vitalidad y las ganas de vivir la vida con una sonrisa en la cara se borraban con facilidad. Paula siempre pensó que, de alguna forma, estaba en deuda con todos nosotros. Incluso conmigo. Tras el trágico acontecimiento que le arrebató a Inés, su vida dio un giro completo. El cambio de instituto fue realmente duro para ella, nadie la conocía y ella, por su forma de ser tan tímida y reservada, no se daba a conocer. Nosotros fuimos acercándonos poco a poco hacia ella, adentrándonos en su vida como sus mejores amigos finalmente. Paula siempre ha creído que, por esa razón, estaba en deuda con ellos. Ha pagado el daño que Cristian pensaba hacernos ella sola en este accidente sin ni siquiera saber qué planes tenía el muchacho.
El ruido de la puerta al abrirse rompe el amistosos abrazo entre nosotros. Me doy la vuelta, dándole la espalda a Raquel, y clavo mi mirada en un médico mayor que sale del cuarto de Paula.
-¿Cómo está? ¿Ha despertado?- me apresuro a preguntar.
El hombre, cabizbajo, niega con la cabeza.
-Me figuro que sois amigos de la joven, ¿no es así?
Raquel y yo asentimos a la vez.
-Uno de vosotros puede pasar a verla.
Raquel me da un leve empujón hacia delante susurrándome que es mejor que sea yo quien entre. Me acerco a la puerta de la habitación donde, antes de pasar, el médico posa una mano sobre mi hombro y da un ligero apretón. Una sonrisa forzada sale de mi boca. Cierro la puerta, viendo como la imagen de Raquel permanece en el pasillo del hospital. Suspiro listo para darme media vuelta y ver su figura en aquella fría camilla. Despacio lo consigo, pero es mucho más duro de lo que pensaba. La cara y los brazos de Paula presentan varios rasguños y magulladuras aunque, lo peor de todo, es esa blanca venda que le rodea la cabeza. El golpe fue muy fuerte…
Alcanzo una silla más confortable que las de fuera y me siento sobre ella, justo al lado de la donde yace Paula. Alargo mi mano temblorosa hasta agarrar la suya con delicadeza, como si fuese un frágil juguete de cristal. Verla en ese estado está resultando ser superior a mis fuerzas, las pocas que ya me quedan. Abatido, apoyo mi brazo izquierdo en un lateral de la camilla donde nada roza el cuerpo de Paula y dejo caer mi frente sobre este. Ya no hay nada que detenga a mis lágrimas. Nunca me gustó llorar, ni que la gente me vea hacerlo. Pero, ahora, no hay nadie que pueda verme en esta habitación y, como ha dicho antes Raquel, no debemos reprimirlas. ¿Quién lo haría viendo como la chica a la que ama se encuentra dormida en aquel lugar?
-Paula- intento hablar- tengo miedo, mucho. Temo que no despiertes, que no vuelvas a mirarme nunca más. De no volverte a escuchar reír, de no abrazarte, besarte…- las lágrimas surcan mi rostro cada vez más deprisa- Despierta. Despierta, por favor. Paula, te quiero. Despierta.
Cansado, dejo que los llantos se apoderen de mí en aquella habitación de hospital mientras no dejo de repetir:
“Paula, despierta”




Hola lectores!¿Cómo estáis?
Vale, Sé Que Este Capítulo es Distinto ya Que el narrador es Daniel. Me apetecía hacer este capítulo así jaja. ¿Qué os parece?
También quería deciros Que, este capítulo es uno de lo más tristes que he escrito en esta segunda parte (por no decir el que más)
No obstante, espero Que os guste. Podéis decirme en los comentarios qué os parece.
Besos!
María.

domingo, 24 de agosto de 2014

Dime que no me quieres. Capítulo: 30

Capítulo: 30

La tarde anterior a las 23:00. En el piso de Lucas.
Verónica sigue dormida, con la cabeza apoyada sobre el pecho de Lucas. Él ha abandonado el sueño hace media hora aproximadamente, no está seguro. Desde que ha abierto los ojos ha centrado su atención en la joven que descansa junto a él. Varios mechones rebeldes caen por su frente hasta llegar a las mejillas. Lucas sonríe y le aparta el pelo de la cara haciendo que ella se abrace más a él. Podría estar así toda la vida y nunca se cansaría. Sin resistirse más, Lucas acerca sus labios hasta posarlos sobre los de la chica en un casto beso. Despacio, Verónica termina abriendo los ojos tras parpadear varias veces. Su mirada desprende un brillo especial que no había visto antes en ella, algo por lo que merece la pena despertarse todos los días junto a ella. Solo por verla despertar.
-Estás preciosa- susurra.
Vero sonríe y estira su cuello para llegar a los labios de su chico. Los besa con dulzura y deja caer su cabeza sobre la almohada, percatándose de que ninguno de los dos lleva alguna prenda de ropa. La muchacha se conoce a sí misma y sabe que debería sentirse avergonzada de que su novio la viese así, con las mejillas encendidas en un tono rojizo y sin poder sostenerle la mirada a Lucas, ni siquiera un segundo. Pero nada de eso ocurre. Se siente segura, protegida. Ha tenido su primera vez con el chico al que quiere, y eso es algo que no todo el mundo puede decir en la actualidad. Muchas personas de su edad se toman este tema a la ligera cuando no debería ser así. No obstante, hay una pregunta en la cabeza de Verónica que le atormenta. ¿Habrá estado a la altura?
-¿Estás bien?- le pregunta Lucas.
-Nunca he estado mejor- asegura ella- pero quería preguntarte algo- carraspea- Lucas, sé que esta no ha sido tu primera vez, en cambio yo…no sé si…
-Sabía que te ibas a estar comiendo la cabeza con eso.- le corta él- Ha sido perfecto, ¿y sabes por qué?
Vero se encoje de hombros.
-Porque ha sido la primera vez que lo he hecho con alguien a quien de verdad quiero y estoy enamorado de ella.
Y eso es cierto. Pasaría horas y horas solo mirando cada rasgo de ella, cada imperfección que ella encuentre y que, para Lucas, sea otra perfección a la que amar. Simplemente, porque es Verónica. Escribiría miles de canciones sobre lo que tienen la suerte de vivir juntos, dormiría a su lado, haciéndole frente a todas sus pesadillas y adentrándose en los más bellos sueños. Le confesaría tantas veces la palabra “te quiero” que se quedaría pequeña en significado. Vero le hace olvidar lo que un día fue, solo ella lo ha conseguido.
-Quédate- le pide mirándole fijamente a los ojos mientras acaricia su cuello con los dedos.
-¿Esta noche?
-Siempre.

Hoy a las 17:00. En la habitación de Paula.
Chicos, ¿os apetece quedar esta tarde? Podríamos ir al Rock and Blues… ¿qué os parece?
Paula bloquea su Smartphone y espera, sentada delante de la pantalla encendida de su ordenador, a que sus amigos contesten al mensaje que ella acaba de mandar por el grupo de WhatsApp que comparte con ellos. Tal y como esperaba, todos ellos deciden asistir a la quedada.
¿A qué hora quedamos en el bar?
Paula lee el mensaje que Marcos acaba de mandar. Si ella no recuerda mal, Cristian no dijo nada de una hora concreta en aquel correo que le envió explicando todos los detalles de su encuentro con ellos. Todo, menos una hora determinada… Dándose prisa, la chica entra en su correo electrónico y revisa su bandeja de entrada. Tal vez podría haber mandado algún otro mensaje… pero nada. Paula aparta el ratón del ordenador con un golpe y se lleva las manos a la cabeza. Incluso el acertijo más complicado le resultaría más fácil de resolver que esta situación. ¿De qué modo está jugando con ellos? ¿Por qué? Tiene que ser más lista que él, si Cristian piensa llevar a cabo su plan por encima de todo, no le importará cuánto se retrasen ella y sus amigos. Estará allí, preparado. Rápidamente, Paula teclea:
¿Os parece bien a las seis allí?
Todos responden estando de acuerdo y continúan hablando sobre sus respectivos veranos, una conversación en la que Paula no interviene. Cierra su sesión en Twitter, la cual ojeaba hace un rato, apaga el ordenador y se inclina sobre la silla. Apoya los codos sobre las rodillas y entierra la cabeza entre sus manos. Necesita despejarse. Con un suspiro, se levanta de la silla y camina arrastrando los pies hasta el baño. Una ducha no le vendrá nada mal. Paula cierra la puerta y camina hasta el lavabo donde deja su ropa. Se adentra en la ducha y deja que el agua caliente corra por su cuerpo y por el cabello. El vapor que deja el agua por las paredes de la ducha y por su piel, hace que se relaje por unos instantes.
Termina y envuelve su cuerpo en una toalla negra que le llega a la altura de sus rodillas. Su cabello oscuro cae largo por su espalda, dejando pequeñas gotas que mueren al caer en la toalla que la rodea. No puede perder tiempo. Seca su piel y, acto seguido, pasa una nueva toalla por su cabello retirando la mayor cantidad de agua posible dejándolo caer, húmedo y ondulado, por sus hombros. Se dirige de nuevo a su habitación y escoge la ropa que llevará puesta esta tarde. Paula se termina decantando por una camisa sin mangas de cuadros rojos y negros, unos vaqueros oscuros y cortos de tiro alto que realzan sus largas piernas y unas Vans de color negro. Alcanza su móvil y las llaves de la casa para guardarlo todo en una pequeña mochila que se cuelga a la espalda. Termina recogiendo su pelo en una coleta alta y sale de la casa tras despedirse de sus padres. Paula echa a correr calle abajo, debe darse prisa.

Al cabo de un cuarto de hora. En el Rock and Blues.
-¡Mirad!- exclama Guillermo- ¡Por ahí viene Paula!
-¡Llegas tarde!- se queja Marcos haciendo una mueca sacando la lengua a la recién llegada.
-Lo siento- se disculpa ella- No esperaba que se me hiciese tan tarde.
-No os metáis con ella- ríe Dani, quien aparece rodeando por detrás la cintura de Paula- ¿Te apetece tomar algo?
Haga lo que haga, nada bueno ocurrirá. Si pierde más tiempo en el Rock and Blues, Cristián se las adueñará para que, algo mucho peor de lo que ya tiene intención de que ocurra, tendrá lugar.
-¿Y si damos una vuelta por el paseo?- propone ella.
Nadie rechista ante la propuesta. Para llegar al Paseo de Independencia debe cruzar la Plaza de España, justo el lugar que Cristian le indicó en el e-mail. Paula se queda atrás, dejando que sus amigos caminen delante de ella. Dani intenta subirse a los hombros de Guille como si fuera un niño pequeño mientras que Andrea los observa volteando los ojos, Vero camina junto a Marcos ambos realmente felices y Raquel, sin embargo, mantiene su mirada puesta en Paula.
-¿Va a tener lugar ahora, verdad?- pregunta con un hilo de voz.
Paula se limita a asentir a la vez que avanza arrastrando las suelas de sus zapatillas.
-Temo que os estoy poniendo en peligro a todos, Raquel. Pero no me queda otra opción.- un estruendoso ruido hace que la muchacha deje de hablar y dirija su mirada hacia el lugar de donde procede aquel fuerte sonido. Se avecina una tormenta.
-Paula, dime qué te propones- le suplica su amiga.
La joven no contesta. Ambas se frenan en cuanto llegan a la altura de un paso de cebra donde el hombrecillo rojo del semáforo les impide el paso. Varios vehículos aceleran y pasan por delante de los peatones, todos ellos esperando su turno para cruzar la calle de la Plaza España. De entre tanto vehículos, Paula reconoce uno de ellos, del cual, no aparta la mirada. No se mueve, está esperando a ala señal que le indique el momento justo para acelerar. Aquella matrícula…el mismo coche de la noche en la que encontró el diario de Inés…el mismo conductor… La lluvia comienza a caer sobre la acera, cada vez con más fuerza. En pocos segundos, la carretera y las calles se ven realmente mojadas y resbaladizas. El hombrecillo rojo del semáforo cambia de color a verde. Todos comienzan a cruzar y el vehículo que Cristian conduce empieza a moverse, aunque no a mucha velocidad.
-Raquel, ve con ellos- le pide Paula. Se acerca sus momento de actuar.
-No hasta que me digas que tienes en mente.
Raquel agarra el brazo de Paula, quien intenta zafarse de ella sin mucho éxito. La arrastra hasta la mitad del paso de cebra, donde se encuentran sus amigos.
El coche de Cristian se acerca con mucha más rapidez a ellos. Paula no le quita la mirada de encima al conductor, esos ojos fríos que tanto le atormentaron en su pesadilla muestran una mueca de asombro. Cristian comienza a mirar hacia todas partes dentro de su coche, pero pierde el control. La calzada resbaladiza y su escaso y básico dominio del vehículo, hacen que derrape en la dirección que en un principio él quería. Los que fueron sus amigos.

-¡¡Apartad!!- grita Paula con toda sus fuerzas, empujando a los últimos del grupo. No tiene tiempo de reconocer quienes eran. Ya no tiene tiempo de nada más, todo ocurre demasiado deprisa. El cuerpo de Paula impacta contra el capó del coche de Cristian, quien se golpea la cabeza contra el cristal saliendo disparado hacia delante a toda velocidad. Pero, en ningún momento, choca contra el cuerpo de Paula que yace inmóvil en el suelo mojado de la carretera. Lo último que logra escuchar son voces que gritan su nombre, la voz de Dani se hace más grande entre las demás pero se termina disolviendo al igual que todas. ¿Era este su plan? Ni siquiera es consciente de ello…Paula solo quería darle una lección a Cristian, que viera qué se siente al herir a quien fue un amigo. Igual que él mismo hizo con Inés aquella tarde de verano. ¿Qué se proponía él? ¿Asustar? Eso es algo que nadie sabrá jamás, porque es un secreto que se ha ido igual que la persona que lo guarda. 


Esta es la Plaza España de Zaragoza, donde tendría lugar el accidente de Paula.


martes, 19 de agosto de 2014

Dime que no me quiere. Capítulo: 29

Capítulo: 29

Se encuentra en una habitación lúgubre y fría donde respira, con dificultad, la humedad concentrada en el aire. Le pesan los párpados. Le cuesta mantenerse despierta. Nota un ligero sabor a sangre en su boca, pasa la lengua por su labio inferior en busca de alguna herida reciente. Sus labios están secos y agrietados, como si una gran sequía se hubiese adueñado de la piel carnosa de éstos. Su lengua se topa con un corte del que emana la sangre adentrándose en su boca. Intenta alzar la mano para tocarla pero algo se lo impide. Paula gira de forma brusca su cuello y guía sus ojos a sus muñecas. Una gruesa cuerda la mantiene atada, inmóvil en una silla de madera vieja. Paula jadea intentando zafarse de la soga en sus manos, pero es inútil.
-¡Socorro!- aúlla hasta el punto que su garganta le duele- ¡Socorro!
El grave eco de sus gritos retumba en las paredes metálicas de aquel extraño y desconocido lugar.
-No te molestes,- dice una familiar voz cerca de ella- nadie puede oírte.
Paula siente el aliento de Cristian cerca de su oreja un escalofrío le recorre la espalda. El chico camina hasta situarse delante de ella. Sus ojos azules ahora son más oscuros que nunca, a Paula incluso le cuesta diferenciar el contorno que marca la diferencia entre la pupila y el iris.
-¡Suéltame! ¡Déjame salir de aquí!- chilla.
Cristian suelta una carcajada desde lo más profundo de su garganta y se hace a un lado, dejando a la vista de Paula varios cuerpos esparcidos por el suelo. Ninguno de ellos logra moverse, nunca más lo harán. Paula reconoce a cada uno de ellos. Logra distinguir el cabello rubio de Andrea manchado de sangre y sus ojos abiertos ya sin vida. A su lado, Guille y Raquel, ambos con hematomas en los brazos y su cuello manchado de rojo. Marcos y Verónica se encuentran en la misma situación… Sus amigos…todos ellos…muertos…
-¡¡Cómo has podido!!- chilla con fuerza Paula esperando que, con el estruendo de su voz, sea capaz de despertarles de nuevo. Devolverles a la vida. Cierra los ojos con fuerza y amargas lágrimas corren por su rostro, sin impedimento alguno. Lo que se podía impedir ya no tiene solución…
-¿Ves lo que les ha ocurrido a tus amigos Paula? ¿Ves las consecuencias que tendrán lugar si no haces todo lo que te digo?- escucha la voz malévola de Cristian- ¿Y sabes quién será el siguiente?
Asustada, Paula abre los ojos y levanta la vista. No…él no…
Un simple parpadeo y, el chico con el que tantas veces ha soñado, con quien ha compartido momentos que ahora ve como se derriban sin poner resistencia, se desploma sobre el suelo. Sin vida. Paula se mueve en la silla con brusquedad mientras grita su nombre con todas sus fuerzas.
-¡¡Dani!!
Un grito ahogado hace que, con un movimiento instantáneo, Paula se despierte y se incorpore sobre su cama. Escucha como su respiración es agitada, jadeante como en aquel horrible sueño. Esa pesadilla…parecía tan real…pero es imposible, conoce a Cristian y sabe que no sería tan rastrero, con tan poco corazón como pare convertirse en un asesino. Ella tiene la esperanza de que no sea así.
Paula se lleva una mano a la frente intentando calmarse. Siente como el mismo sudor frío de su pesadilla corre por su espalda y cuello en la realidad. La imagen de todos y cada uno de sus amigos tirando en el suelo, inmóviles, sin que les quedase ni un solo segunda de vida. Como Dani se desplomaba sin resistencia alguna…como sus ojos le miraron por última vez y, en milésimas de segundo, se apagaron.
La joven siente la boca seca y decide caminar hacia la cocina no sin antes asegurarse de qué hora es. Alarga su mano hasta alcanzar el despertador y lo observa con los ojos entrecerrados. Todavía son las cuatro de la mañana. Sale de la cama y camina de puntillas por el pasillo, temiendo despertar a sus padres. Entra en la cocina y abre uno de los armarios llevándose consigo un vaso de cristal. Saca la fría botella de agua de la nevera y vierte un poco del líquido en el vaso. De un solo trago, se lo bebe y respira con mucha más tranquilidad e intenta convencerse a sí misma de que todo ha sido una angustiosa pesadilla. Un mal sueño que, está segura, de que no puede llevarse a cabo. Cristian puede haberse convertido en una persona cruel y sin escrúpulos, pero no sería capaz de acabar con la vida de todos aquellos que fueron sus amigos en su tiempo. Provocó una muerte, pero no volvería a hacerlo de nuevo. Paula lo sabe.
Se dirige de nuevo hacia su dormitorio, aún sabiendo que le resultará complicado conciliar de nuevo el sueño. Sin encender la luz del cuarto, camina hacia su cama tropezándose con uno de los cajones de su escritorio y, el cual, se termina abriendo. Paula se lleva una mano a la espinilla donde ha recibido el golpe del cajón al abrirse. Pronto se olvida de su dolor en la pierna cuando observa un pequeño cuaderno que le resulta muy familiar, una parte de ella que decidió abandonar. Su diario dedicado a Inés. Paula lo recoge del suelo pasa la yema de sus dedos por la portada y el lomo. Hace varios meses, decidió guardarlo en aquel cajón y no escribir más en él. Dejar de contarle su día a día a Inés le resultó una buena idea ya que, la joven muchacha de catorce años que cayó a la piscina aquel día de verano, siempre tendrá su hueco en la vida de Paula. Un sitio que permanecerá siempre ahí, sin la necesidad de obligarse a escribirle todos los días. En todo lo que Paula vive, allí está Inés. Siempre. No obstante, se acerca a su ventana con el diario, abierto en cualquiera de sus páginas escritas, entre sus manos. Gracias a la poca pero clara luz que traspasa los cristales consigue leer alguna de las líneas que, en su tiempo, escribía para su amiga. Aunque ya no emplee ese diario, no se deshará de él.
Un fuerte frenazo de coche procedente de la calle le impide seguir a Paula con su lectura. Curiosa, deposita el cuaderno a un lado de la mesa del escritorio y abre la ventana de par en par. La joven apoya sus manos en el alféizar y asoma la cabeza. La calle está desierta si ni fuera por un brillante coche de color azul oscuro aparcado de mala forma delante de la puerta de su edificio. El conductor sale del vehículo a regañadientes y con cara de pocos amigos. Paula intuye que no tenía intención de aparcar su coche, que algo le ha hecho verse obligado. “Tal vez se haya quedado sin gasolina” piensa ella. Una palabra malsonante sale de la boca del muchacho que conducía el coche, quien pega su espalda en el lateral del vehículo, justo donde Paula puede ver prácticamente su rostro. Se sorprende al ver que Cristian mira hacia un lado, al otro y hasta levanta su cabeza hacia el cielo, sin lograr ver a Paula en su ventana. Observa cómo, tras darle un golpe al capó, Cristian se adentra de nuevo en el vehículo azul y enciende su motor. Por lo visto, Paula estaba equivocada… Con varias maniobras, conduce hacia el final de la calle y la joven logra memorizar la matrícula del vehículo la cual, finalmente, apunta en las últimas hojas del diario. Siempre ha sido una chica precavida, quién sabe si aquella combinación de números y letras le sería útil en algún momento.
Recogiendo el cuaderno de su escritorio, agarra un bolígrafo azul y se sienta sobre la cama encogiendo las rodillas a la altura de su pecho, dejando un espacio para colocar su diario y escribir en él como antes lo hacía con normalidad:

Inés, soy yo otra vez. Paula. He vuelto a abrir esta diario tras mucho tiempo, y tú sabes que no le haría de nuevo si no fuese por algo de real importancia. Han pasado muchas cosas, ¿sabes? Cosas que, hasta a mí, me cuesta asimilar a estas alturas… pero he tomado una decisión y, aunque no entiendas nada, es una decisión que puede repercutir en varias personas…difícil…Y necesito contárselo todo a alguien. Así que, Inés, escucha atentamente…



viernes, 15 de agosto de 2014

Dime que no me quieres. Capítulo: 28

Capítulo: 28

El sonido firme del roce de la púa contra las cuerdas de la guitarra es lo único que se escucha en el piso de Lucas. No deja de pensar en ella, en las sensaciones que le provoca el estar a su lado. Ahora no le queda nada más que eso, los recuerdos. Los padres de Verónica, al enterarse de la relación que ambos mantienen, le han prohibido verse con él. La verdad es que lo entiende, ¿quién dejaría que su hija se viera con un adolescente que puede estar aprovechándose de ella? Pero él no se está aprovechando de ella, la quiere. La quiere de verdad. ¿Qué puede hacer? Por ahora solo le queda esperar que su novia le mande algún WhatsApp o que vuelva a llamarle. Si fuera un buen chico la dejaría ir, dejaría que conociera a otros chicos, a alguien mejor que él pero, no es así, no la dejará ir. Ella le hace olvidar lo que un día fue. Tampoco deja de pensar en su discusión con Álex, sigue sin entender a qué ha venido todos esos comentarios por su parte. Verónica no es como el piensa, pero no le importa. Es su vida, su nueva vida y ella va a permanecer ahí.
De repente, unos toquecitos en la puerta llaman su atención y deja de puntear, puede que Alex se haya olvidado las llaves como de costumbre.
Abre la puerta y entonces la ve a ella…
-Estás loca- susurra lleno de alegría- ¿Qué haces aquí? Tus padres…
-No me importa, que vengan si quieren a buscarme, no pienso separarme de ti. Lucas, te necesito.
Él la envuelve entre sus brazos y la estrecha contra su pecho, respirando el aroma que desprende su piel. Se separan y entran en el piso cogidos de la mano. Lucas la guía a su habitación y cierra la puerta tras de sí.
-¿Dónde está Álex?
-Ha tenido que irse a solucionar unos asuntos, tardará en volver.
Verónica se sienta sobre la cama y contempla la habitación. Las paredes están repletas de pósters de sus grupos de música rock preferidos y frases de sus canciones. Lucas se sienta a su lado y la observa, junto a ella se siente vivo. Acaricia su cuello con la yema de los dedos para hacer que ella vuelva su rostro aniñado hacia él. Despacio, Lucas aproxima sus labios hacia la mejilla de la joven hasta terminar uniendo sus labios, dejando un camino de tiernos besos por la comisura de estos. Lo echaba de menos.
-Entiendo que tus padres no quieran que estés conmigo.- le anuncia Lucas- Ya sabes qué vida he llevado, no soy la mejor influencia para ti…
Y, antes de que él pueda seguir hablando, Vero se abalanza sobre él, sellando de nuevo sus labios con las suyos.
-No me importa el pasado, estoy aquí contigo. Me sobra todo lo demás, quiero que esto que tenemos salga adelante.
El muchacho suelta una pequeña risa mientras entrelaza sus dedos con los de Vero.
-Parece que la madura de la relación eres tú, ¿no?
-Está claro- ríe- por muy mayor de edad que seas.
-¿A sí?
Sin dejarle responder, Lucas tumba a la muchacha sobre la cama con él encima, resistiendo su propio peso para no aplastar a su chica.
-¿Y ahora qué, sirenita?- pregunta muy cerca de ella.
Nuevamente, unen sus labios de forma cálida y dulce. Los besos perduran mientras Lucas juega con el pelo de Verónica. Inevitablemente, la intensidad de sus besos aumenta. Vero siente como su respiración se vuelve más agitada y, con un rápido movimiento, levanta levemente su espalda del colchón. Entrelaza sus brazos alrededor del cuello del muchacho a la vez que él introduce su mano bajo la camiseta de la chica. Ella se estremece al sentir el contacto de los dedos de Lucas en su piel.
-Vero- susurra él en voz baja- ¿estás bien?
Pero no obtiene respuesta, los ansiosos labios de ella vuelven a posarse sobre los suyos como dos imanes que se atraen. La joven envuelve la cintura de Lucas con sus piernas. Éste vuelve a tumbar a Vero sobre el colchón, con suavidad. Se separan por unos instantes, se miran. Él acaricia desde la mejilla de Verónica hasta su clavícula, la cual, termina besando llegando al cuello donde posa pequeños besos. Ella siente un escalofrío que recorre todo su cuerpo mientras, con manos torpes, intenta sacarle la camiseta al joven. Como resultado, él mismo se deshace de ella y se inclina sobre Verónica con un beso pasional, colocando las manos en su espalda. Decidida, la muchacha lleva las manos de su novio hasta sus caderas con allí se aferran. Quiere hacerlo, con él se siente segura. Se quieren. Lucas se desprende de su camiseta y la arroja sobre el suelo. Sus respiraciones se entrecortan a causa de la intensidad de los besos. Él sabe lo que ella se propone, sus nervios la delatan.
-Vero- susurra con voz grave- ¿estás segura de esto? Ya sabes que debo controlarme mucho contigo y no quiero hacerte daño.
La muchacha asiente. Sabía que iba a preguntarle algo así.
-Confío en ti, Lucas- asegura desviando su mirada a las cicatrices del abdomen del muchacho y pasa sus manos por ellas, repasándolas como si fuesen el contorno de un dibujo.
-Mírame- le pide él- olvídate ahora de eso, es pasado. Ahora mi presente somos tú y yo.
El chico sonríe al ver el brillo en los ojos de su novia. Está preciosa en este momento. Va a ser la primera vez de Vero y, aunque no sea la de Lucas, tiene que hacer que sea especial. Inolvidable.
Nerviosa, aferra sus brazos en el cuello de Lucas y deja suaves besos en el hueco entre su cuello y donde empieza su hombro. Él la sienta sobre su regazo y le besa el hombro con ternura mientras juega con el botón de sus vaqueros cortos. Vero se estremece.
-Tranquila, amor. Estoy aquí- le tranquiliza.
Y llega el beso deseado y, ahora, Verónica es quien apoya su espalda contra el colchón de la cama y guía a Lucas junto con ella. El calor sube de forma proporcional a los besos y caricias intensas por parte de los dos. Con rapidez, él se desprende de la camiseta de Vero, contactando su piel con la de ella. Siente que hay momentos en los que ella tiembla, debe transmitirle confianza y seguridad. Apoya su frente contra la de la joven, cierra los ojos y susurra despacio:
-Nada ni nadie hará que te quiera menos que en este momento.

Y en esa tarde calurosa de julio, la magia y los sentimientos a flor de piel, fluyen entre Lucas y Verónica de forma incontrolable. De la manera en la que aman dos adolescentes, disfrutando cada instante y cada segundo. 







HOLAAAA!! Asdfghjk!! Tenía muchísimas ganas de subir este capítulo porque es que Vero y Lucas sin duda me encantan *_* *_*
Espero con mucha ilusión vuestras opiniones sobre el capítulo!
Besos!

Dime que no me quieres. Capítulo: 27

Capítulo: 27

No ha recibido ni una sola llamada más de Verónica, ni siquiera un mensaje. No hay nada en su móvil que le de pistas de que ella se encuentra bien. Nada. Lucas ha llegado a pesar que, tal vez, sus padres le hayan confiscado el teléfono móvil. De esa forma, evitarían que su hija contactase con él. Desesperado, ojea su registro de llamadas, la última es de ella y fue justo hace una hora. Recuerda sus palabras al escuchar su voz por la línea telefónica: “Haré lo que sea necesario” Lucas no puede definir a su novia como una joven aventurera y valiente, más bien es todo lo contrario. Ingenua y asustadiza, pero no débil. Como todo ser humano, ella tiene guardado bajo llave su coraje y carácter que tan poco sale al exterior. Él es quien debería estar haciendo algo, salir y correr a buscarla. Gritarles a sus padres que él está loco por ella, que puede cuidar de Verónica. Pero permanece sentado en la mesa de su habitación con la mirada fija al frente, esperando a que las cosas se solucionen por su propio pie. Deseando que, en cualquier momento, la muchacha que le hace vibrar aparezca por la puerta del cuarto y se fundan en un abrazo. Sin embargo, es Álex quien entra en la habitación.
-¿Qué haces ahí parado?- le pregunta extrañado bebiendo un trago del botellín de cerveza que sostiene en su mano- Tenemos que ir a hablar con el tío de la maqueta. ¿Lo habías olvidado?
¡La maqueta! Lo había olvidado por completo… Hace unos meses, antes de que Vero y él decidieran intentarlo, él, Álex y el resto de la banda fueron localizados por un cazatalentos de la zona. Les pidió que tocasen para él unas cuantas de sus canciones y quedaron en verse para hablar de hacer juntos una maqueta y, si funciona, pasarían a analizar la idea de firmar un contrato. Todos estaban realmente ilusionados, podrían encontrarse a pequeños pasos de alcanzar su sueño. Que su música llegase a oídos del mundo. Decidieron no dar el bombazo de la noticia hasta tener la maqueta acabada o, si llegaban a esos extremos, hasta ver sus firmas plasmadas en el folio impreso de contrato. Hoy era el día y Lucas ni siquiera lo recordaba.
-Lo has olvidado…- susurra Álex dejándose caer sobre el colchón de la cama de su compañero de piso. El joven clava la mirada en Lucas, esperando a que le dé una explicación. No obtiene nada y bebe un nuevo trago de la botella, esta vez mucho más largo.- ¿Qué narices te pasa?
De nuevo, silencio.
-¿Ha pasado algo con la chica esta con la que estás saliendo, verdad? La que trajiste para que nos viera ensayar aquel día- aclara y chasquea la lengua con una risa casi inaudible- ¿Desde cuándo la antepones a todo? Además, estoy seguro de que es otra de esas muchas chicas de una noche…
-¿Cómo?- exclama Lucas.
-Lo que estás escuchando.- advierte- ¿Insinúas que no sé lo que pasará con esta chica? ¡Venga ya, Lucas! ¿Has olvidado como eras antes?
-Tú mismo lo has dicho, antes. Ya no soy así, deberías saberlo.
-¿Me estás queriendo decir que esa chica te ha cambiado en unos días?- comienza a alarmarse Álex- ¡Te acostarás con ella y ni siquiera la recordarás al cabo de unos días!
-¡Te recuerdo que fue mi amiga antes de ser mi novia!
-Esa es la única diferencia en este caso...
Lucas le fulmina con la mirada y se levanta de un salto de la mesa de su escritorio. ¿A qué viene ahora todo esto?
-Mira- le llama la atención a Álex- no tengo ni la más mínima idea de a qué viene ahora todo esto, pero te estás pasando. He cambiado. Todo lo que he vivido me ha hecho cambiar de forma de ser. ¿Qué pasa contigo? ¿¡Se te ha olvidado que, gracias a vuestros jueguecitos de vivir sin importarme el mañana, termine encontrándome enfermo de cáncer!?
Álex le aguanta la mirada sin decir una sola palabra.
-Salí del hospital siendo alguien nuevo, una persona que no tiene ganas de mandar su vida a la mierda por una juerga de una noche. Y Verónica me hace olvidar lo que un día fui. Primero fue el cáncer quien me hizo chocar contra la realidad, ver que si seguía con ese ritmo en mi vida no saldría de esa para contarlo.- Lucas intenta calmarse cogiendo aire por la boca- Pero ahora no es una enfermedad quien me sostiene, ahora es ella. Verónica me hace olvidar lo que un día fui. Esa es la diferencia, no que haya sido mi amiga. Todas las otras chicas forman parte de mi pasado, y me arrepiento de todo lo que hice. Pero hoy, en mi presente, todo es distinto. Verónica lo hace diferente.
Álex ladea ligeramente la cabeza hacia la derecha, sin apartar la mirada del otro muchacho. Nunca se ha creído todas esas patrañas sobre que una enfermedad, un accidente, cualquier cambio radical en tu vida, pueda hacerte cambiar por completo. Para él es imposible. Siempre queda el recuerdo de lo que un día tú dices que fuiste, pero nunca vas a dejar de serlo. El pasado no es como una prenda de ropa que te puedas poner y quitar a tu antojo, es permanente. Forma parte de ti.
Ahora es él quien se levanta, terminando, de un solo trago, el contenido de su botellín de cerveza.
-¿Vas a venir o no?- le pregunta y Lucas sabe a lo que se refiere. La maqueta.
El joven no le contesta, gira sobre sus pies en dirección al armario donde guarda su guitarra. De fondo se escucha el estruendoso ruido de la puerta al cerrarse. Álex se ha ido.



 Hola! Lo siento ;'( ya sé que este capítulo es muy corto pero es que tiene que ser así y no podía alargarlo más :'( en seguida subo el siguiente que ya lo tengo listo.


martes, 12 de agosto de 2014

Dime que no me quieres. Capítulo: 26

Capítulo: 26

Otro chasquido y, de nuevo, una débil llama de fuego asciende de un mechero rojo brillante que Cristian posee en su mano. Sus grandes ojos la examinan con cautela mientras el sabor del su último cigarrillo se mantiene en su garganta. Mañana es el día. Quedan solo unas horas para que aquellos que fueron sus amigos sientan un miedo comparable al que él vivió en su carne hace unos meses, aunque sabe que es imposible. Nadie conoce totalmente su experiencia en aquella residencia de desintoxicación. Como cada mañana deseaba estar muerto, dejando de recibir todas aquellas palizas que le enganchaban más y más a ese pozo son fondo en el que se encontraba. La droga. Ser el más débil en ese lugar no era ninguna ventaja, sino todo lo contrario. Cristian llegó a ese lugar haciendo creer que sería capaz de desengancharse, de dejar el pasado atrás. Pero no fue así. Todo empezó con pequeñas amenazas a las que él no prestó atención, ese fue su error. Más tarde, tuvieron lugar los primeros golpes, insultos y mayores amenazas contra él. Contra su vida, esa vida que tanto ha llegado a despreciar. Todos esos acontecimientos le hicieron amarrarse mucho más fuerte a lo que le ayudaba a olvidar. Un mes después, Oriana logró sacarlo de allí. Nunca le ha contado como, pero lo logró e hizo creer a su familia que estaba completamente curado. Ahora tiene sed de venganza. Cristian conoce muy bien al grupo de amigos al que perteneció, sabe que Paula es la más débil y empezó por ella. Igual que hicieron con él. Primero fueron las amenazas…y luego las consecuencias… Tiene que seguir los mismos pasos para que ese miedo nazca en ellos.
El chirriante ruido de la puerta al abrirse hace que Cristian despegue su atenta mirada del mechero y la centre en la joven muchacha de pelo largo y rubio hasta la cadera. Ésta se acerca arrastrando los pies hasta tumbarse en el sofá que hay frente a Cristian.
-¿De verdad sigues pensando en hacerlo?- pregunta ella con la cabeza apoyada sobre el brazo del sofá viejo. Cristian sabe a lo que se refiere.
-No pienso echarme atrás.- asegura- Ellos fueron los culpables de que yo terminase encerrado en ese lugar de desintoxicación. Si aquella noche no hubieran intervenido para ayudar a Verónica, no me vería obligado a hacerles daño.
-¡No puedes impedir que se ayuden! ¡Qué corriesen junto a su amiga no te da derecho a hacerles sentir miedo!
-¿¡Ahora estás de su parte o qué!?- grita Aarón- Silvia, te recuerdo que esto nos beneficia a los dos.
-¿¡A los dos!?- se incorpora en el sofá- ¡Eres tú quien quiere asustarles de ese modo! ¡Estás loco! ¡Obsesionado con todo esto!
Cristian, enfurecido, se levanta de su sillón propiciándole una patada a la pared, haciendo que pequeños trozos de escayola cayesen al suelo.
-¡Adelante!- grita ella poniéndose en pie- ¡Rompe todo lo que te dé la gana! ¡Eso no te sacará de esta mierda en la que estás metido!
-¿¡Y tú!?- cambia su tono de voz- Los dos estamos hundidos hasta el cuello, sin escapatoria posible.
-Debí dejar que te pudrieras en ese antro…- masculla entre dientes Oriana haciendo el amago de desaparecer por la puerta. La pálida mano de Cristian se aferra a su muñeca hasta el punto que siente el pulso de ella en sus dedos.
-Tanto tú como yo participamos en la muerte de Inés, ¿ya no lo recuerdas? No actué solo. Tú permaneciste allí, viendo como la difunta amiga de Paula caía a la piscina y se golpeaba la cabeza provocando su muerte…
-¡Cállate!- le espeta la joven cerrando los ojos con fuerza, intentado borrar de su mentes las imágenes de ese día de verano donde su vida se fue a pique, donde dejó de ser la chica de siempre.
Oriana cae de rodillas en el suelo, abatida. Ese chico que se encuentra delante de ella no es quien siempre conoció. Ha cambiado. La ambición y la venganza le ciegan por completo. No es consciente de que Paula y los demás no tienen la culpa de su ingreso en aquel centro de desintoxicación, no son culpables de su caída en el mundo adicto de la droga. Pero no es capaz de verlo y, contra eso, ella no puede actuar. No hay nada que pueda hacer para sacarle esas desbaratadas ideas de la cabeza.
-Oriana- le llama Cristian- juntos tú y yo podremos…
-No.- contesta fría con un tono de voz tajante bajo la  confusa mirada del chico- Esta vez no habrá un juntos, no pienso ayudarte con tus planes. Ya no, Aarón.
La muchacha se levanta  y saca de su bolsillo una llave metálica adherida a un rectángulo negro y áspero de plástico rugoso.
-Conseguiste que, aquel verano, yo interviniera contigo en la muerte de Inés. Por ello los dos cambiamos, tanto físicamente como emocionalmente. Quiero rehacer mi vida, ¿sabes? Y tú y tus planes descabellados no entráis en ella. Esta vez no voy a caer en tus redes, si actúas lo harás solo.
Agarra su mano y deja caer en ella la llave que anteriormente se encontraba en su bolsillo.
-Éstas son las llaves del coche azul oscuro que hay aparcado fuera, vete. Dudo mucho que tengas problemas para conducirlo, seguramente ya habrás puesto las manos en el volante varias veces. Pero que no te pillen, todavía no tienes los dieciocho.
Cristian tuerce su boca con un gesto de desprecio y le señala con la punta de la llave. Oriana mantiene la cabeza alta mientras el chico habla:
-No volverás a verme nunca más.
-Haz lo que quieras contigo y con tu vida, yo solo quiero el coche sin un solo rasguño.
Y, con esas frías palabras, Cristian abandona la sala.



Hola!! Bueno, en pocos días termino mis vacaciones en Cádiz, pero he podido subir este nuevo capítulo antes de volver a Zaragoza.
¡Espero que os guste! La historia ya está llegando a su final...
¡Besos lectores!

domingo, 10 de agosto de 2014

Dime que no me quieres. Capítulo: 25

Capítulo: 25

De vuelta a su casa después de la mañana que ha pasado con su amigo, Guille nota la vibración de su móvil en el bolsillo. Desbloquea la pantalla y observa que tiene un mensaje nuevo de Andrea. Se extraña pero no tarda en leerlo varias veces:
¿Podemos vernos esta tarde? Es importante.
Con el ceño fruncido, le responde que puede pasar a buscarla a su casa, no está muy lejos de allí.
De acuerdo, te veo en media hora.
Con agilidad, Guillermo teclea un nuevo mensaje para la joven rubia:
¿Ocurre algo?
Pero su respuesta no llega. Continúa caminando por la calle, pensativo. ¿Habrá hablado Andrea con Matt? Sí, está seguro de que sí. Andrea necesita poner en orden sus sentimientos cuanto antes. ¿Y si le ha elegido a él? ¿Y si ha sido Matt? No tiene tiempo que perder. Acelera su paso por la gran avenida y espera llegar a la casa de Andrea en menos de diez minutos.

“¿Ocurre algo?” Andrea vuelve a leer aquel mensaje como si fuera la primera vez que lo hacía. Ha decidido no contestar… ¡pero claro que ocurre algo! Pasa que se encuentra entre la espada y la pared, que tiene demasiada carga a su espalda. Una elección que puede dañar, una decisión que puede convertirse en euforia o en traición. Todo depende de esta tarde. Está realmente convencida de que los sentimientos fluirán entre Guillermo y ella pero, ¿será capaz de dejarse llevar? ¿De no pensar en Matt?
Apresurada, abre su armario y descuelga de las perchas varias prendas de ropa. Finalmente, se decanta por una camiseta de tirantes blanca básica y una falda negra con vuelo de tiro alto. Se viste colocándose la camiseta por dentro de la falda y abrochándose un collar dorado y blanco que su madre le regaló en su pasado cumpleaños. Nunca le han gustado ese tipo de complementos pero, por su encuentro de hoy con Guille, va a hacer una excepción. Se sienta en su silla del escritorio y, alargando el brazo, atrapa con una mano su par de Vans negras. Una vez con ellas en los pies, se acerca el espejo que hay detrás de la puerta de la habitación y se contempla en él. Con ambas manos, peina su largo cabello rubio ahora ondulado y se lo deja caer por los hombros. Aplica un poco de colonia en su cuello y sale de la habitación. Su madre está en el salón de la casa viendo una de esas telenovelas de la tarde, de modo que se despide de ella y cierra la puerta de la casa con un golpe seco. Toma el ascensor y baja hasta el patio del edificio mirando hacia el suelo. Una vez cerca de la puerta, Andrea levanta la vista y ve a Guille apoyado en la pared con los brazos cruzados y la mirada fija en la calle. La joven coge una gran bocanada de aire y abre la puerta del edificio tirando de una manivela metálica. El ruido de la puerta al abrirse hace que Guille se sobresalte y, como resultado, sus miradas chocan.
-¡Hola!- exclama el joven acercándose a ella para darle un beso en cada mejilla.
-Hola…- saluda ella en voz baja al sentir la mano de Guille sobre su cintura y sus labios presionando cerca de la comisura de los suyos. “Recuerda, déjate llevar” piensa su subconsciente- ¿Te apetece dar un paseo?- le propone.
-Sí, claro- responde Guillermo.
En un silencio incómodo, caminan por las anchas calles del Paseo de Independencia de Zaragoza. Guille se dedica a mantener la mirada fija en la acera, mientras que Andrea alisa la falda por tercera vez con sus manos. Ninguno de los dos dice ni una sola palabra. Siempre habían tenido miles de temas sobre los que mantener una conversación y, ahora, parecen dos completos desconocidos. Andrea se percata de que, ya varias veces, el chico ha vuelto su mirada hacia ella, esperando a que le diese una explicación de aquel encuentro tan repentino. Se decide a hablar cuando Guille rompe el hielo.
-¿Has pensado en la última vez que nos vimos?- se interesa andándose sin rodeos.
La muchacha suspira profundamente antes de contestar.
-Será mejor que entremos allí- señala una pequeña heladería que hace esquina.
Cruzan la calle y Guille deja que la joven entre primero en el local. Se aproximan a la mesa más lejana, allí tendrán más tranquilidad. Andrea se levanta preguntándole a Guille que querrá de tomar, pero él se adelanta.
-Quédate aquí sentada- le pide sacando su cartera. Ahora es él quien le pregunta a la chica, quien se decanta por una copa pequeña de frambuesa y chocolate.
Guille le sonríe levemente y se acerca al mostrador de pedidos. Andrea le observa desde su sitio en la mesa y piensa en cómo sería de nuevo su vida junto a él. No puede negar que le ha echado de menos todo este tiempo.
Andrea sale del trance cuando se percata de que Guille ha dejado el vasito de su helado delante de ella y se sienta. El chico sostiene entre los dedos índice y pulgar una pequeña cucharilla roja de plástico, la cual introduce dentro de su helado de menta con chocolate y se la lleva a la boca.
-No he dejado de pensar en eso- le dice Andrea pillando a Guille desprevenido.
-¿De qué hablas?
-Del beso del otro día- le aclara- no he dejado de darle vueltas. Necesitaba verte hoy para terminar de estar segura, debo tomar una decisión cuanto antes.
Guillermo deja a un lado su helado y acerca sus manos a las de Andrea por debajo de la mesa.
-¿En qué piensas?- le pregunta él.
La muchacha junta sus labios de modo que terminan formando una fina línea bajo su nariz. Los ojos azules de Guillermo la examinan de tal forma que ella llega a estremecerse. Pero le encanta que haga eso. Ahora mismo no piensa en nada ni quiere hacerlo, solo dejarse guiar por los impulsos que dicta su corazón. Dejarse llevar y probar una vez más sus labios, abandonando en lo más profundo de su mente la toma de decisiones a la que deberá someterse. Andrea aparta el recipiente de su helado a un lado de la mesa y se inclina sobre Guille, presionando su boca contra la de él. Sus labios se mueven juntos a un ritmo rápido, ansiosos el uno del otro. La joven nota como el chico muerde su labio inferior y, entonces, lo siente. Esa sensación de flotar que nunca antes había logrado sentir con otro chico, ni siquiera con Matt. Un cosquilleo baja desde su cuello hasta el estómago, un hormigueo realmente familiar y, a la vez, tan anhelado.
Se ven obligados a separarse cuando una de las camareras carraspea a su lado y les fulmina con la mirada. Andrea vuelve a su sitio y sus miradas se penetran en la del otro.
-Pensaba en que te quiero- afirma Andrea.

Ese beso ha sido la clave de su decisión…

martes, 5 de agosto de 2014

Dime que no me quieres. Capítulo: 24

Capítulo: 24

Paula vuelve a mirar el reloj de su móvil. Ya son las seis y cuarto y Dani no ha aparecido. La puntualidad está claro que nunca ha sido su punto fuerte… La chica resopla y se apoya en los barrotes de la puerta del instituto, el lugar donde ha quedado con él. Nerviosa, camina de un lado a otro pasándose la mano por el brazo haciendo movimientos de arriba abajo. ¿Dónde se habrá metido? De pronto, la canción que tiene como tono de llamada en su móvil comienza a sonar. Es Dani.
-¡Dani! ¿Dónde estás?- se preocupa ella.
-Tranquila, Paula.- le calma- Mi mañana con Guille en la bolera se ha alargado más de lo previsto, de modo que te espero en tu casa, ¿de acuerdo?
Paula suspira.
-Sí, claro. Ahora nos vemos…
-¡Espera! ¡No cuelgues!- exclama Dani. Paula escucha el leve sonido de su sonrisa al otro lado de la línea- ¿Ves la farola de color verde que tienes delante? Creo que alguien ha dejado un pequeño papel de color azul pegado en ella. ¿Te importaría abrirlo?
-Dani, ¿qué…?
-Hazme caso, confía en mí. Ábrelo.
Confusa y a la vez intrigada, Paula camina hacia la farola que indicaba Dani y divisa en pequeño trozo de folio azul. Se hace con él y lo desdobla leyendo su contenido:
“Estoy seguro de que ahora estarás sonriendo al leer esto y, a la vez, pensarás que qué me propongo…”
-Una vez que hayas leído ese papel, quiero que camines hasta la puerta de la cancha de baloncesto- le informa Dani desde el Smartphone.
Paula suelta una suave risa y cruza corriendo la calle. El nuevo papel es de color lila.
“Simplemente, verte feliz”
-Dani, yo…
-Shh…no digas nada hasta el final- le suplica el joven- Ahora, dirígete a los columpios del otro lado del parque, encontrarás un papel verde…
Dejando la llamada en espera, Paula corre hacia el lugar indicado. Con un torpe movimiento, apoya sus manos en la valla que rodea el parque para así saltarla. Vuelve a correr y se ve obligada a rodear a un grupo de niños que juegan al fútbol junto a los columpios. Tras unos minutos buscando el papel de color verde lo encuentra pegado al asiento del columpio más grande. Lo desdobla y comienza a leer:
“Me he enamorado de ti en tampoco tiempo que hasta cuesta creerlo. Pero no me importa. Sé que no puedo ofrecerte una historia de amor de película, ni jurarte un para siempre porque un día habrá algo que nos separará. Esa es la realidad. Lo que sí puedo es alargar nuestro tiempo juntos, luchar contra cualquier impedimento hasta quedarme sin fuerzas. Ese es uno de mis propósitos”
Paula traga saliva, aunque le cuesta. Empieza a notar cómo le pican y escuecen los ojos. Una fría lágrima termina surcando su rostro mientras sorbe por la nariz.
-¿Paula?- escucha que Daniel le llama a través de Smartphone.
-Dani, ¿por qué haces esto?- pregunta intentando aclarar su voz ahora entrecortada.
-Solo un papel más, pequeña. Lo prometo.
Paula intenta calmarse y escucha atentamente las indicaciones  de su chico para saber dónde se encuentra el nuevo y último papel. Tiene que llegar al portal del edificio donde vive. Allí, abrirá la puerta con la llave y buscará el buzón correspondiente a su piso. Esta vez, con una llave mucho más pequeña que la anterior, abre la puertecilla metálica del cajón donde se encuentran varios folletos de publicidad y dos cartas que no distingue de qué pueden ser. Entre todo eso, encuentra un papel amarillo mucho mayor que los demás. Con la mano temblorosa, lo abre y comienza a leer cuando su mirada, ahora borroso a causa de las lágrimas, logra enfocar con claridad.
“Echo la vista atrás y, ahora, es todo tan distinto. Tú has hecho que sea así. Mi vida ha dado un giro  tan intenso que ya ni siquiera recuerdo como me sentía antes de darme cuenta de que podía llegar a enamorarme de ti. Todo era adrenalina, diversión y descontrol…y apareciste tú, la calma que hacía falta en mi vida. Somos el claro ejemplo de la frase en la que dicen que los polos opuestos se atraen, no cabe ninguna duda. Contigo puedo ser yo mismo, despojándome de aquella coraza queme disfrazaba. Contigo no tengo miedo de ser quien soy y eso merece ser contado. Es nuestra pequeña historia, pero es nuestra. Ahora solo me queda decirte algo que no quiero que olvides jamás…”
-Sube hasta la buhardilla, tú lugar favorito en el mundo- le pide Dani y cuelga terminando la llamada.
Paula nota sus mejillas húmedas, no ha podido evitar que las lágrimas brotasen de sus ojos mientras leía atentamente las palabras de Dani dedicadas únicamente a ella. Necesita verle, abrazarle. Decirle que le quiere, que su pequeña historia es tan grande para ella que se despierta con miedo a que se acabe, que todo haya sido un maravilloso sueño.
Subiendo las escaleras con toda la rapidez que le permiten sus piernas, llega al último piso y abre la entrada a la buhardilla. Con pasos firmes, aunque sintiendo el latir de su corazón palpitar en todas las partes de su cuerpo, camina por los peldaños hasta que sus ojos, todavía vidriosos, se cruzan con la mirada serena y tierna de los ojos oscuros de Daniel.
-Gracias por hacerme feliz- dice el joven completando con sus palabras la última frase del folio de color amarillo.
Paula solloza y se lleva el dorso de su mano a los labios, evitando que Dani se fijase en que estos temblaban. Cerrando los ojos con fuerza, se acerca al muchacho y deja que la envuelva entre sus brazos juntando ambos cuerpos. Paula entierra su rostro en el pecho del joven, manchando la camiseta con lágrimas amargas, por tener que mentirle y no contarle que, aquel en quien confió como amigo, le haya amenazado con dañarles. Dani hace tanto por ella para que se sienta bien…y Paula no es capaz de agradecérselo de la manera que él se merece. Recuerda el e-mail de Cristian, las frías palabras que salieron de su boca aquel día donde tuve lugar la primera advertencia pero, también rememora que, está tan enamorada del chico que ahora misma está abrazándola que duele. Pero es un dolor que ambos sienten que viene de la mano con el amor, un dolor que desaparece con una simple mirada entre los dos, con el más leve roce de sus labios…
-Shh- le calma Dani- tranquila…
Ligeramente, le levanta la barbilla para poder mirarla. Sus ojos, rojos e hinchados, mantienen ahora un color avellana claro. Sus mejillas encendidas en un tono rosado y sus labios carnosos ahora humedecidos a causa de las lágrimas que se depositaban en las comisuras, les resultan realmente tentadores. Tanto que no se resiste a atrapar el rostro de Paula entre sus manos y, despacio, ladea la cabeza hasta llegar a unir sus labios con los suyos. Un beso salado por culpa de las lágrimas pero, a la vez, es el más dulce que han llegado a tener y el momento lo requiere.
-Había preparado todo esto para verte feliz, no para que te pusieses a llorar- ríe Dani mirándola a los ojos.
-No lloro porque esté triste- le asegura la joven- lloro porque te quiero y ver qué haces todas estas cosas por mí me convierte en la chica más afortunada del mundo. A veces siento que no te demuestro lo suficiente todo lo que siento por ti.
-Lo haces, siempre lo haces aunque no te des cuenta. Cada vez que me miras, que te ríes conmigo o me abrazas o me besas. Son en esos gestos donde me demuestras todo lo que me hace falta para quererte.
Paula pasa las yemas de sus dedos por la mejilla de Dani, dejando pequeñas caricias hasta llegar a su cuello.
-“Duda que sean fuego las estrellas, duda que el Sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás que te amo”- cita Dani con voz melosa y tranquila.
La chica abre los ojos sorprendida cuando escucha a su novio recitar a uno de sus escritores clásicos favoritos.
-¿Shakespeare?
Dani asiente moviendo ligeramente la cabeza arriba y abajo. Paula muerde su labio inferior soltando una graciosa risa y rodea la cintura del muchacho y apoya la mejilla en su pecho, abrazándole de nuevo. Escucha como el ritmo de los latidos de su corazón es lento y calmado, le relaja sentirlo tan cerca de ella. Paula inspira con fuerza y expulsa el aire, que choca contra la camiseta del chico, con dificultad.
-Tú tampoco lo olvides- le suplica ella en un susurro- pase lo que pase, nunca olvides que estoy enamorada de ti, que siempre lo estuve.

“Pase lo que pase…”




¡¡Hola!! ¿Cómo va todo? Espero que muy bien, yo aquí os dejo un capítulo más que la verdad me gustó mucho escribir. Mañana me voy de vacaciones y, aunque me lleve el ordenador y tal vez pueda seguir un poco con la novela, no sé si podré publicar algún otro capítulo :(
¡Ya está llegando al final la historia!
Un beso lectores!