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viernes, 30 de agosto de 2013

Capítulo: 41

                      Capítulo: 41

-¡Oh, vamos!- exclama Cristian observando la cara asustada de la joven- No me mires así, Raquel. Los dos sabemos muy cuanto tiempo llevabas desando que te besara así, ¿no?
Cristian intenta atraerla más hacia él, pero Raquel comienza a dar pequeños pasitos hacia atrás, intentando alejarse de él al máximo posible. Ya no es él mismo, sus ojos ya no le transmiten seguridad. Ahora son fríos como dos témpanos de hielo.
-¿O me vas a negar que no sientes nada por mi?- le dice atrapando su cintura con ambas manos. Se aferran tanto a su cuerpo que incluso le duele. Ella intenta zafarse pero Cristian en mucho más fuerte. Se acerca al cuello de Raquel y lo besa. Al sentir sus labios rozando su piel, Raquel ahoga un grito mientras una lágrima se le escapa corriendo por su mejilla. Quiere gritar, pero tiene una opresión en el pecho que le impide hacerlo. El antiguo Cristian no actuaría así con ella, ni con ninguna otra chica. Este no es el chico del que se enamoró.
Del cuello pasa a los labios. Sin delicadeza, la besa. Entre beso y beso, Cristian dice algo entre dientes que Raquel no puede entender. Está demasiado aturdida como para escuchar nada. 
Escucha unas rápidas pisadas a lo lejos, alguien corre hacia ellos y separa a Cristian del cuerpo de Raquel. Es Hugo.
-Lárgate de aquí, Hugo. Esto no es asunto tuyo- le amenaza Cristian.
-¿Por qué no te vas con tus nuevos amiguitos?
-No te metas donde no te llaman, Hugo. ¡No tienes idea de nada!- grita empujándole.
Ambos se enzarzan en una pelea que termina por los suelos. Los golpes de Cristian no son tan fuertes como los de Hugo, seguramente sea por los efectos del alcohol.
Raquel está sentada sobre la acera. Nota como le tiembla todo el cuerpo. Nunca pensó que algo así podría llegar a pasarle, y mucho menos de parte de Cristian, aquella persona por la hubiera dado todo. Y él, en pocos minutos, le ha quitado hasta el habla.
Hugo clava una rodilla en el estómago de Cristian y le propicia un puñetazo en la mandíbula. Segundos más tarde, le levanta agarrando a Cristian de su sudadera.
-No vuelvas a tocarla- le grita entre dientes. Y le suelta de forma que, Cristian, se golpea la cabeza contra el asfalto del paso de cebra. Está tan débil que ni siquiera hace un amago de levantarse.
Hugo vuelve su mirada a Raquel que no deja de temblar. Corre hacia ella y le ayuda a levantarse agarrándole de los brazos. Cuando está de pie y se da cuenta de quien la sostiene ahora es Hugo no duda en abrazarle. Raquel esconde su cabeza entre su cuello y llora. Llora como nunca antes lo había hecho. Se siente una estúpida y no deja de repetírselo mientras llora. Hugo intenta calmarla pasando su mano por el largo cabello de Raquel.
-Ya está, ya está- la calma- todo ha pasado. Estoy aquí, contigo, y no dejaré que te haga daño otra vez, ¿vale? Nadie volverá a hacerte sentirte así.
Levanta la cabeza de su hombro y le mira. Tiene los ojos rojos e hinchados y las lágrimas surcan su rostro arrastrando con ellas su maquillaje. Traga saliva antes de intentar hablar:
-¿Por qué me ha hecho esto? Él no era así- dice limpiándose las mejillas, pero no sirve de nada- ¿Por qué me he tenido que enamorar de alguien así?
Vuelve a llorar pero, esta vez, deja que Hugo la vea hacerlo.
-Raquel, mírame.- le dice- Tú no tienes la culpa de nada. Te enamoraste de alguien que te hizo creer que era una persona completamente distinta. Ahora toca olvidar.
-No creo que puede hacerlo, yo…
-¡Claro que puedes!- exclama él sujetando sus manos- Yo te voy a ayudar.
Raquel lo mira con los ojos vidriosos. Hugo es bueno en comparación con muchos otros. Le ha ayudado y sabe que va a convertirse en un buen amigo para ella.
-Y ahora- le dice el chico sonriendo- vámonos de aquí, tenemos una cena esperándonos.
-Sí- dice ella con un hilo de voz. Lleva su mirada al paso de cebra y observa que Cristian ha desaparecido.
Juntos comienzan a caminar por las frías calles de la ciudad. Hugo pasa un brazo por encima de los hombros de Raquel, la cual tiene la cabeza llena de preguntas y sabe que Hugo tiene la respuesta a muchas de ellas.
-¿Cómo sabía que estaba aquí?- le pregunta ella.
-Vi que tardabas mucho y, que no te sienta mal pero, decidí irme camino de mi casa y te vi. Supuse que estabas en cierto peligro porque…
-¿Por qué?
Hugo resopla.
-Es una historia muy larga, Raquel. Además creo que no soy la persona idónea para contártela.
-Si hay alguien que puede contármela eres tú. Sé que sabes algo sobre Cristian, algo que me ayudará a encajar todas las piezas del rompecabezas. Así que, por favor, cuéntame qué es lo que está pasando.
Vuelve a resoplar, aunque esta vez con más fuerza. Sabe que tiene razón.
-Está bien- comienza a relatarle- Hugo lleva viéndose con Oriana desde hace un tiempo. Ella comenzó a juntarse con mala gente y arrastró a Cristian con ella. Todas las tardes, al salir del instituto, se iba con ella a “olvidar” como ellos dicen.
-¿Qué es eso de olvidar?
-Se drogan. Usaban a la droga y sus efectos para olvidar el pasado. Un pasado que siempre les perseguirá quieran o no. Un pasado que tienes que ver con uno de tus amigos. Con Paula.
-¿Paula? ¿Qué tiene que ver ella en todo esto?
Hugo coge aire y se coloca delante de Raquel. Ha llegado la hora de contar toda la verdad.
-Si le preguntas a Paula, le sonarán los nombres de Arón y Silvia.
-¿Quiénes son? Hugo, no entiendo nada.
-Arón y Silvia son los responsables de la muerte de la amiga de Paula, Inés. Y, al ver lo que habían hecho y los acontecimientos que trajo la desgracia, se cambiaron los nombres por Cristian y Oriana.
Raquel clava su mirada en los ojos de Hugo se tapa la boca con su mano temblorosa. Cristian no existe. Y, sea quien sea su otra identidad, es uno de los culpables de la muerte de Inés. La idea de haber estado enamorada de un asesino aterra a Raquel. Todo ha sido culpa suya, sus lágrimas, la muerte de Inés, su pelea con Verónica… Seguirían siendo amigas si no fuera por la culpa de ese impresentable. Se le revuelve el estómago solo de pensarlo.
-Y, ¿cómo es que Paula no reconoce a Cristian?- pregunta Raquel confusa.
-No estoy seguro de eso, pero intuyo que, cuando Cristian se enteró de que Paula iba a entrar en su nuevo grupo de amigos fue corriendo a decírselo a Oriana y cambiaron se aspecto y de nombres. Típico de cobardes…
-No puede creerlo. He estado pillada por una especie de asesino. He dejado de hablar con mi mejor amiga por él- cuenta Raquel gesticulando con las manos. Termina por llevárselas a la cabeza, desesperada.
-Eh, eh- le dice Hugo capturando sus manos- no tienes la culpa de nada, no elegimos de quien nos enamoramos. Es algo que nadie puede controlar. Nadie manda sobre el corazón y los sentimientos. Ahora, como ya te he dicho, toca olvidar y reconciliarte con tu amiga. La amistad es el tesoro más valioso.
Tiene razón. Un día se prometieron que nada ni nadie las separaría. Rompieron esa promesa. Y las promesas son pactos irrompibles. Deben arreglar las cosas.
-Y ahora, ¿cenamos?- pregunta él cogiendo a Raquel del brazo.
Ella asiente y caminan en silencio hasta que llegan al Rock and Blues. Hugo saca las llaves y abre la puerta del local. Deja pasar a Raquel y enciende las luces. Todas las mesas tienen las sillas encima, exceptuando a la mesa del centro. Está llena de platos con… ¿chuches?
-Desde aquí parecen chuces- dice Raquel forzando la vista. Hugo suelta una carcajada.
-Lo son.- dice mientras la acompaña a la mesa- Un cena de verdad hubiera sido demasiado formal, ¿no crees? Y lo habitual termina siendo aburrido. Así que pensé en hacer algo distinto y compré las gominolas. Tienes pizza, hamburguesas, pescado… Al fin y al cabo, es comida ¿no?
-¡Me encanta!- exclama ella comiéndose un tiburón de gominola.
Comienzan comiendo, charlando, compartiendo miradas… Es una noche única. Hasta que solo queda un regaliz rojo sobre uno de los platos. Ambos se miran y se lanzan a cogerlo. Raquel es más rápida y le hace una risa de burla a su contrincante.
-Que conste que te he dejado ganar- le dice él- pero, ¿podrías darme la mitad?
Termina poniendo ojitos, aunque Raquel no cae en su trampa. Y se termina comiendo el regaliz de una sola vez.
-¡Ups!
Hugo se levanta de la silla tan rápido que Raquel no consigue reaccionar y termina en el suelo, desbocada de la risa por culpa de las cosquillas de Hugo.
-¡Lo siento, lo siento!- grita ella a carcajadas- ¡Para, por favor!
Hugo se detiene.
-Está bien- dice mirando al equipo de música del bar- pero solo si me permites un baile.
-Será un placer.
Hugo ayuda a levantarla y se acerca al equipo y pulsa el play. Suena una canción lenta que Raquel reconoce al instante. Es thousand years de Christina Perry.
-Adoro esta canción- dice ella mientras Hugo la agarra de la cintura y ella rodea el cuello del chico con sus manos.
Hugo la mira, está preciosa esta noche. No ha dejado de mirarla desde que la encontró tirada en aquella acera. La vio tan pequeña que tenía miedo de dañarla él mismo. Cristian le ha hecho mucho daño y, ahora, cualquier persona que se acerque a ella para hacerla sufrir le pagará caro.
Un mechón de pelo cae por su rostro, pero Hugo se encarga de recogérselo detrás de la oreja.
-Tienes mejor cara- le dice él en voz baja.
-Gracias a ti. Eres un buen amigo, Hugo.

-Te mereces ser feliz, Raquel. Y quiero que sepas que, mientras yo sea tu amigo, nadie más volverá a borrarte esa sonrisa de la cara.






Hola pequeños^^ ¿Qué tal va todo? Me ha costado escribir este capítulo porque puede que sea uno de los más importantes. ¡Espero que os guste! Os dejo la canción que Hugo y Raquel bailan en el Rock and Blues. Un besazo enorme! 
PD: Fui a ver al cine Cazadores de Somras: la ciudad de hueso!!!!! Me encantó os la recomiento y Jace...*_* Aquí os lo dejo. (Me ha enamorado *_*) 

¡¡Mi rubio natural!!



martes, 27 de agosto de 2013

Capítulo: 40

Capítulo: 40


Mete la llave en la cerradura y abre la puerta. No hay nadie en casa, mejor.
Guillermo deja las llaves sobre la mesa del salón y sube las escaleras que conducen a su dormitorio. Tiene claro que no saldrá de ahí durante horas, ni siquiera para la hora de cenar, no tiene hambre. Solo le apetece escuchar música a todo volumen mientras piensa en ella. Si el día solo se compone de veinticuatro horas, Guille es capaz de pasar veinticinco sin dejar de pensar en Andrea. Ella lo sabe. Sabe que la quiere con locura. Es la primera chica de la que se enamora, y no se arrepiente. Ambos sienten lo mismo el uno por el otro, y eso es algo que muchas parejas no pueden disfrutar.
Hoy le ha gritado que la quiere. Dos insignificantes palabras para todo lo que ella se merece, o para expresar todo lo que siente hacia Andrea.
Se lanza sobre su cama boca arriba y mira al techo. Es un simple fondo de color azul claro, pero le recuerda a ella, como tantos otras cosas. El azul es su color preferido. Guille sonríe. ¿Por qué? No lo sabe, es feliz. Nunca se ha sentido como en este momento. Se siente dueño de su vida, de sus sentimientos. Ahora nadie decide sobre lo que él puede o no puede llegar a sentir. Puede salir con la chica que quiera, sin normas ni leyes que se lo prohíban. Sabe que sus padres no aceptarían su relación con Andrea. Sobre todo su madre. El dinero de las empresas del padre de Guille la ha cegado. Ahora todo lo que la rodea tiene que estar a la altura de su fortuna, incluido la novia de su hijo. No puede salir con una cualquiera y, a Andrea, la considera una cualquiera.
Hay ocasiones en las que desearía que ella no fuese su madre, solo se preocupa por el dinero, las fiestas…ya no le importa ni la vida de su propio hijo. Su padre pasa mucho tiempo fuera de casa, en viajes de negocios fuera del país. Le encantaría que estuviera con él.
-¡Guille, ya hemos vuelto!- grita una voz grave desde el piso de abajo. Su padre.
Guillermo salta de la cama. ¡Su padre ha vuelto! Ha pasado varias semanas en el extranjero por un importante cierre de negocios. Su madre ha ido a buscarlo al aeropuerto esta mañana.
-¡Papá!- grita Guille bajando corriendo las escaleras para abrazarle- te echaba de menos.
-Y yo a ti, hijo.
Se separan y el chico desvía la mirada hacia su madre. Si siquiera se acerca a saludarla, no hay ninguna muestra de afecto entre ellos.
-¿Cuánto tiempo te vas a quedar?- le pregunta Guille.
-Un par de días, después marcharé rumbo a la India. Tengo que cerrar un trato allí que nos beneficiará.
-Traerá mucho dinero al negocio- dice su madre apoyando su mano sobre el hombro dl recién llegado a casa- y nuestra casa.
Guille la mira con desprecio:
-Eso es lo único que te importa, ¿verdad? El dinero… ¡Un fajo de billetes que tú los terminarás desperdiciando en tus malditos caprichos!
-Guille, no te consiento que me hables así.
-¡Y qué vas a hacer, eh! ¡Dejar de comportarte como mi madre!- aúlla- ¡Te recuerdo que llevas haciéndolo desde que tengo razón de recordarlo!
Su madre aprieta los dientes y lo pega una bofetada a Guille en la mejilla izquierda. Él se lleva la mano a la zona golpeada y vuelve a mirarla con la ira quemándole los ojos.
Ella abre el bolso y saca un folleto de color azul y un papel blanco con un sello. Parece una solicitud. Se lo entrega a Guille.
-¿Qué es esto?- exige saber.
-Has entrado en el internado de Galicia. Te vas en el siguiente trimestre, el día siguiente a Navidad.
Guille despliega el folio blanco y comienza a leer. Le tiemblan las manos. ¡Su madre le ha metido a un internado! No le consultó en nada, ni siquiera sabe los motivos de por qué lo ha hecho.
-¿Por qué? ¿Qué motivos tienes para internarme allí? ¡Yo no quiero ir!
-No grites, por favor. Ya está decidido, tu padre y yo lo hemos hablado y es lo mejor para ti. Hay demasiadas cosas y personas que te distraen aquí y no es bueno para tu ritmo académico.
-¡Se llaman amigos! Es imposible que sepas el significado, ¡dudo mucho que tú hayas llegado a tener en algún momento de tu amargada vida!
-¡No me faltes al respeto, Guillermo!- chilla la mujer- ¡Sabes perfectamente de lo que estoy hablando!
-¡No tengo ni idea!
Su madre vuelve a abrir el bolso y saca un sobre marrón. De ahí saca una foto, probablemente una de las muchas que haya dentro.
-Entonces, explícame esto- le dice entregándole la foto. Guille la coge con ambas manos. En ella aparecen Andrea y él en el barco dónde vieron las estrellas la noche pasada.¿De dónde han salido las fotos? ¿Cómo las tiene su madre?
-¿De dónde ha salido esto?- pregunta furioso.
-¿Desde cuándo sales con esa cualquiera?- pregunta su madre cruzada de brazos.
-¡Yo te he preguntado antes! ¡De dónde han salido todas las fotos y por qué las tienes tú! ¡Responde!
La mujer suelta una pequeña risilla entre dientes, eso aún pone más nervioso a Guillermo.
-Llevabas unos días muy raro, llegabas más tarde de lo habitual a casa y me comencé a preocupar, aunque no lo creas. Esa misma noche te dejaste aquí el móvil y yo entré en tu habitación para echarle un vistazo. Tenía que saber que andabas tramando. Leí todos y cada uno de tus mensajes con Andrea y observé tu llamada al planetario. Supuse que le habrías regalado una estrella. Más tarde busqué en tus contactos a algún amigo tuyo capaz de hacer una trabajillo para mí.
-¿Qué clase de trabajo? ¿A quién llamaste?
-Sabía que Daniel y Marcos no serían capaz de llevar a cabo lo que tenía en mente así que contacté con Cristian. Me contó que comenzaste a salir con esa chica y que ella te estaba cambiando, que no eras el mismo de siempre. Así que le  dije dónde podríais estar y se ofreció encantado a seguiros y a cogeros unas cuantas fotos que han terminado en mi poder a cambio de veinte míseros euros, él sabrá en que los ha invertido.
Guille no da crédito a la que está escuchando. Su madre le ha traicionado, se lo podría esperar. Pero no de Cristian, aquella persona a la que consideraba su amigo. Marcos tenía razón, ha cambiado y ya no es de fiar.
-Guille hijo, esa chica no te favorece, es una cualquiera y…
-¡Ni se te ocurra llamarla así! Se llama Andrea, y la quiero. La quiero como nunca he llegado a querer a nadie, ella me da la vida. Estoy enamorado de ella hasta los huesos.
-¡Qué sabréis los adolescentes del amor!
-¡Estoy harto de oír siempre lo mismo!- chilla Guille- ¡Claro que lo sabemos. ¡Y lo vivimos mucho más que cualquier otro adulto! Nos entregamos a ese primer amor al cien por cien, hacemos cualquier cosa o locura por esa otra persona. Yo daría mi vida por Andrea. La amo, estoy enamorado de ella y nadie va a poder cambiar eso por mucho empeño que ponga. Cada minuto que no estoy con ella el mundo deja de tener sentido, el tiempo pasa más lento. Ella es todo y yo sin ella no soy nada.
-Guille, deja de decir estupideces…
-¡No son estupideces! ¡Son mis sentimientos! ¡Y ningún internado va a conseguir que yo me separe de ella! No la pienso perder, ¿me oyes? ¡Nunca!
Arroja las fotos y la solicitud aprobada al suelo y corre a su cuarto. Una vez allí cierra la puerta de un portazo. Desde su habitación consigue oír los gritos de su madre:
-¡Vas a ir a ese internado! ¡Te han aceptado! ¡Y te prohíbo que vuelvas a ver a esa cualquiera!
Guillermo grita tan fuerte que ahoga los gritos de la mujer. ¡La odia! ¡La odia con todas sus fuerzas! Camina de un lado a otro de la habitación y termina por propiciarle un manotazo ha todo o que tiene sobre su escritorio. El golpe es tan fuerte que muchos de los objetos caen al suelo, algunos hechos añicos. Apoya los codos sobre la mesa y se lleva las manos a la cara. Su madre se ha salido con la suya, junto con Cristian, le ha traicionado. Cristian ha dejado de ser su amigo pero, por mucho que quiera, ella nunca dejará de ser su madre y contra eso no se puede luchar. Sabe que se terminará saliendo con la suya, sabe que acabará internado en Galicia. Guille sorbe por la nariz y separa sus manos del rostro, están mojadas. El solo pensar que debe hablar con Andrea de todo lo ocurrido le mata, sabe que Andrea hará lo mejor para él. Y es terminar en ese internado lejos de ella.

 









domingo, 25 de agosto de 2013

Capítulo: 39

Capítulo: 39

Sale de la ducha envuelta en una toalla de color coral y atraviesa el pasillo que comunica el baño con su habitación. Raquel ya se había dejado su ropa preparada encima de su cama. Ha hablado con Hugo, y han decidido que era mejor quedar a las diez en la Plaza España. De esa forma, Raquel tendría mucho más tiempo en arreglarse para la cena con Hugo.
Entra en su habitación y ve su ropa bien colocada sobre el colchón. Ha escogido un vestido negro de palabra de honor, corto y ceñido, a juego con unos botines del mismo color que el vestido. Ágilmente, se sube la cremallera del vestido, se pone encima una chaqueta y se calza los zapatos. Le cuesta ponerse en pie. Nunca se le ha dado bien eso de andar con tacones. Pero un día es un día.
Camina hacia su tocador y elige pintarse los ojos aplicándose un poco de rímel y marcando una fina raya negra encima del párpado inferior. Después, escoge una barra de pintalabios roja para terminar de arreglarse. Lista.
Lleva esperando ansiosa esta noche todo el día. Solo conoce a Hugo de verle en el partido de Cristian y ni siquiera habló mucho con él. Le cayó bien desde el principio, no le importaría llegar a ser una buena amiga suya.
Esta noche han quedado para conocerse mejor, conocerse como amigos. Por ahora Raquel no quiere saber nada de novios y, si por ella fuera, le daría la espalda al amor. El comportamiento de Cristian en estos días le ha decepcionado mucho, antes él no era así. Ahora pasa de todo, solo le importa su bien y vivir la vida sin límites. Vivir como se fuera el último día. En algunos momentos no está mal desenfrenarse para sentir la adrenalina, Raquel lo ha hecho más de una vez, pero hay que parar y mirar a tu alrededor, porque                mientras vives a tope, sin darte cuenta de de los que le puede ocurrir a los demás, ellos pueden terminar dañados por tu culpa. Y eso tiende a ocurrir solo porque te diviertes y solo piensas en ti.
Se retira el pelo hacia un lado y comienza a hacerse una trenza de espiga en su oscuro cabello. Cuando termina se mira al espejo y sonríe sin motivo. Le hubiera gustado contarles lo de la cena de esta noche a cualquiera de sus amigas, le hubiera gustado contárselo a Verónica. Antes de la pelea, se contaban todo. Como las mejores amigas que eran. Raquel daría marcha atrás y cambiaría todo lo que pasó esa tarde en casa de Paula. Se arrepiente de lo que ocurrió. Y le cuesta admitirlo pero, la echa de menos. Echa de menos sus conversaciones hasta pasadas las doce de la noche, echa de menos sus risas en el patio del recreo, sus consejos en los momentos más difíciles, echa de menos pasar tiempo a su lado. Echa de menos a su mejor amiga.
La sonrisa desaparece del reflejo en el espejo. Raquel mueve la cabeza de un lado a otro, esta noche no. No va a derrumbarse.
Se levanta del pequeño taburete de su tocador, se coloca bien su chaqueta amarilla fosforita y sale del cuarto.
-¿Ya te vas?- le pregunta una voz por detrás antes de salir de la casa. Marcos.
-Sí, he quedado con Hugo, el novio de esa chica… ¿Oriana?
Marcos la mira extrañado:
-¿Cómo es que has quedado con ese chico?
-Resulta que trabaja en el Rock and Blues, el bar que hay al lado de la tienda de vestidos de novia de mamá, entré allí para esperarla una tarde y Hugo fue quien me atendió. Fue muy amable conmigo. A la hora de pagar mi consumición, él se negó a aceptar mi dinero y llegamos al acuerdo de que la cuenta estaba saldada con una cena para los dos esta noche. Hugo se ha encargado de todo.
Su hermano frunce el ceño, no le convence mucho la cena de Hugo y Raquel. Pero, su hermana ya es mayor para tomar sus propias decisiones.
-Está bien- le dice Marcos- pásatelo bien, pero ten cuidado.
Raquel se ríe. Le gusta verle en plan protector con ella. Recuerda cuando no dejaban de discutir y pelear, siempre estaban todo el día enfadados. Y, ahora, están más unidos que nunca. Incluso les molesta que les llamen hermanastros, son hermanos. No lo son de sangre, pero se quieren y han empezado a respetarse como tal.
-No te preocupes, hermanito- le da un beso en la mejilla- se cuidar de mí misma.
En eso tiene razón, pero teme por ella.
Raquel cruza la calle y se aproxima a la parada de autobús más cercana. Comprueba el horario de los autobuses, el próximo llegará en quince minutos. Raquel resopla, a este paso llegará tarde al Rock and Blues. Decide mandarla un mensaje de Whatsapp a Hugo.

El autobús tardará quince minutos en llegar. Al bajar correré todo lo que pueda hasta llegar. Siento mucho si mis piernas hacen que llegue tarde.

Al instante, recibe un mensaje de Hugo:

No te preocupes, dudo mucho que se enfríe la cena. Tómate tu tiempo, prefiero verte entera que con una pierna rota. Un beso, te espero.

Lo leer despacio y guarda el móvil. Hugo le ha caído muy bien desde que lo conoció. Aunque también siente pena por él, tener a esa arpía, así es como la llama ella, como novia no debe de ser nada sano. Vio como lo trató en el partido de fútbol de Cristian. ¿Cómo un chico como él puede salir con una chica así?
Raquel divisa el autobús a lo lejos. ¡Por fin! Se sitúa al lado del poste que indica la línea de autobús y, cuando abre sus puertas, Raquel sube las escaleras y pasa su tarjeta de bus por el lector. Camina por el pasillo y se sienta en un asiento libre al final del vehículo, junto a la ventana.
Saca su Smartphone y se pone a escuchar música con los cascos. La última canción que ha escuchado es I’m getting over you de Carly Rae Jepsen. La retrasa hasta el principio y mira por la ventana mientras la escucha. Nota como le sudan las manos, está nerviosa. Y no tiene motivos para estarlo. Hugo y ella son amigos, esto no es una cita. Se lo ha repetido un millón de veces en la cabeza. Se seca las manos en el vestido para quitarse el sudor. “¡Tranquila, Raquel!” piensa. 
El autobús para, quedan dos paradas para llegar a la Plaza España. En esta parada solo sube un chico con una capucha negra que se sienta al lado de Raquel. Ella no se digna a mirarlo, sigue observando a través del cristal de la ventana. El joven desprende un aroma a tabaco y alcohol. Raquel lo huele y hace una mueca. Lo mejor será no hacerle caso, solo quedan dos paradas.
El tiempo transcurre muy lento, tal vez sea por los nervios que la invaden o por que el chico que tiene al lado no deja de mirarla. Raquel no hace caso al chico y se levanta para situarse en frente de la puerta de salida, la siguiente parada es la suya. Pero, para su mala suerte, el joven de la capucha negra se levanta.
El vehículo para, abre las puertas y Raquel baja disparada como un rayo. Hace diez cinco minutos que debería haber llegado a su encuentro con Cristian. Se dispone a caminar deprisa cuando alguien le agarra de la muñeca y, sin esperarlo, la besa con agresividad. Raquel ni siquiera cierra los ojos. Con todas sus fuerzas golpea en el pecho a su asaltador y consigue apartarlo de ella. Es el chico de la capucha negra.
-¡Pero tú qué te has creído!- chilla ella haciendo aspavientos con las manos.
-No niegues que no te ha gustado, Raquel. Sé que llevas meses esperando esto.
La chica comienza a asustarse. ¿Qué sabe él de ella?
-¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre?
Raquel comienza a impacientarse y nota como la tiemblan las piernas. Si sale corriendo, cabe la posibilidad de que él la siga. Y seguro que corre mucho más que ella.
Raquel intenta verle la cara pero solo consigue distinguir una sonrisa siniestra en el rostro del chico, que se termina quitando la capucha.

Cuando consigue ver su cara, Raquel retrocede dos pasos hacia atrás. No da crédito a lo que está viendo. Cristian es el joven encapuchado.

Hola!! Mirad para que os hagáis una idea esta sería la ropa de Raquel:




Espero que os haya gustado el capítulo. Un besazo<3



martes, 20 de agosto de 2013

Capítulo: 38

Capítulo: 38

-Vamos, pasa- le dice Dani invitando a Paula a entrar en su casa. Una vez que los dos están dentro, él cierra la puerta y llama en voz alta a su madre. No recibe ninguna respuesta, tan solo el sonido de una pequeña voz que proviene del cuarto de Tamara.
-¡Mamá no está! ¡Se ha ido al cine con un compañero del trabajo y volverá muy tarde! ¡Creo que le gusta!
Dani mira a Paula que se tapa la boca con la mano emitiendo una pequeña risa. Es la primera vez que la ve sonreír después de que se ha derrumbado. Su hermana lo ha conseguido.
Dani coge a Paula de la mano y la besa, juntos se dirigen a la habitación de Tamara.
-Hola, pequeña- le dice apoyado en el marco de la puerta- mira quien ha venido.
La niña se gira sobre su silla y ve como aparece, al lado de su hermano, una chica morena de larga melena rizada.
-¡Paula!- grita Tamara corriendo hacia ella para abrazarla.
Paula le tiene mucho cariño a la pequeña desde que Dani y ella se hicieron inseparables. Cada vez que ella venía a casa del chico siempre terminaba con Tamara sobre las rodillas contándole historias de princesas y fantasía que le hacían olvidar por unos momentos su situación familiar.
-¿Has venido porque ya eres novia de mi hermano?- le pregunta ella dando pequeños saltitos.
Ninguno de los dos se esperaba esa pregunta por parte de la pequeña. Siempre se quiere interesar por los asuntos amorosos de su hermano. Bueno, por los de su hermano y por los de todo el mundo.
-Em…bueno…yo- tartamudea Paula sin encontrar respuesta.
Dani le coge de la mano y le sonríe. Será mejor que le deje hablar a él.
-Ha venido porque la he invitado yo, nada más- le dice mientras Paula le mira.
-¡No me mientas! Se nota que sois novios. ¡A Paula le brillan los ojos cuando te mira! Y eso es que está enamorada de ti- dice la pequeña muy segura.
Dani se agacha para estar a la altura de sus ojos.
-¿Cómo sabes tú eso?- le pregunta.
-En todas las películas pasa- dice caminando hacia su cama. Se sienta- siempre hay una o varias historias de amor en las películas y muchas veces, cuando los enamorados se miran les brillan los ojos, es como si pequeñas estrellitas chisporrotearan en ellos. Y luego se besan, así que… ¡Ya os habéis mirado ahora toca beso!
-¡Tamara!- exclama Dani entre risas.
-Vale, vale, ya paro… ¿Puedo estar escuchando música mientras vosotras hacéis cosas de enamorados?
Su hermano resopla. Esta niña no tiene remedio.
-Claro, por cierto ¿has cenado?
Tamara asiente mientras se vuelve a sentar en su silla y abre la carpeta de música en la que aparecen los archivos de sus canciones favoritas. Escoge 21 gums de Green Day. Una canción que su hermano escuchaba hace unos meses y que a Tamara la encantó.
Los jóvenes cierran la puerta del cuarto de la pequeña y caminan hacia el de Dani. Justo en la otra punta de la casa.
-¿No conocías esa faceta de mi hermana, verdad?
-No- le contesta ella entrando en la habitación- aún así me sigue pareciendo adorable.
El cuarto del joven es bastante amplio, puede que la habitación más grande de toda la vivienda. Las paredes estaban cubiertas de un color rojo sangre y los muebles eran de color caoba. Sobre su escritorio resaltaban varios folios esparcidos por la superficie de la mesa.
-¿Qué es esto?- le pregunta Paula cogiendo uno de los folios.
-¡Nada!- le dice arrebatándoselo- No es nada importante.
Ella lo mira frunciendo el ceño.
-¿Cómo que no?- le dice acercándose a él. En unos pocos segundos se ha puesto nervioso y, con cada paso que Paula da su corazón late más deprisa. “Pero, ¿qué pasa? Espabila, Dani. No es posible que tú te estés poniendo nervioso con una chica. ¡Nunca te ha pasado algo semejante! Pero Paula…” piensa Dani mientras se distrae con los ojos de la joven, la cual aprovecha ese momento para robarle a Dani el papel de entre sus manos y consigue leer unas líneas mientras él la sujeta por la cinturas, rodeándola con ambos brazos. Lo cual a Paula le termina produciendo cosquillas, pero no se digna a soltar el folio. Comienza a leer las líneas en voz alta:

Y entonces sientes como se escapa de entre los dedos y no puedes hacer nada para sujetarla. Empiezas a saber que la pierdes cuando no hueles su perfume en toda tu habitación, cuando dejas de sentir las marcas de sus besos por todo tu cuerpo…Todo ha terminado. Una mentira tuya ha ganado la batalla, una mentira ha hecho que pierdas a lo que más apreciabas…

Paula siente como las manos de Dani se vuelven más suaves sobre su cintura. Ella se da la vuelta para mirarle a los ojos.
-¿Qué te ha parecido?- le pregunta él ansioso. Es la primera vez que alguien lee algo que él mismo ha escrito.
Paula intenta que las palabras salgan de su boca, pero sigue hechizada por el sentimiento que transmitían las palabras de Dani.
-Bueno, di algo- se impacienta él.
-No…no sé qué decir- habla ella- es increíble.
Dani suspira aliviado:
-Entonces, ¿te han gustado?
-Mucho.
Los dos sonríen a la vez. El joven le retira un mechón de pelo y se lo recoge detrás de la oreja. Paula, nerviosa, baja la mirada. Aunque solo por un segundo. Dani le levanta la barbilla con el dedo pulgar y enseguida vuelve a clavar su mirada en los ojos castaños del chico. Juntos, vuelven a sonreír, como si sus sonrisas estuvieran sincronizadas. Dani atrapa el rostro de Paula con ambas manos y captura su sonrisa con un dulce beso. Dura pocos segundos, pero el chico no deja que la joven se aparte y vuelve a besarla. Ahora el beso es mucho más intenso que el anterior. Dani le coge de la mano y la guía, sin darle final al beso, hasta que se sientan sobre su cama. Lentamente, él va empujando a Paula hasta que termina tumbada sobre la cama. El beso finaliza y Dani se tumba al lado de la joven. Ahora, en este preciso instante, está preciosa. Tiene un brillo especial en los ojos, y no es por haber llorado hace unas horas. Tiene la necesidad de volver a probar sus labios una y mil veces. Posa su mano sobre el abdomen de Paula hasta que topa con una tira de piel desnuda. La chica se estremece al sentir los dedos de Dani sobre su cintura, el calor que su mano desprende hace que a Paula le entren escalofríos.
-¿Estás bien?- le pregunta en voz baja Daniel mientras roza sus labios en el cuello de la joven. No obtiene respuesta, es muy posible que Paula ni siquiera haya escuchado la pregunta. Está demasiado ocupada en dejarse llevar, en no pensar en nada en este momento, únicamente en ellos dos. Nunca había vivido nada igual, le quiere. De eso está segura. Le quiere muchísimo. Y quiere demostrárselo.
Ahora es Paula quien besa los dulces labios de Dani. No es un beso intenso como el último, pero está lleno de sentimiento. Y, están seguros de que como ese, vendrán muchos más.
Se separan y vuelven a cruzar sus miradas. Dani repasa el contorno de los labios de Paula con sus dedos. Le sonríe y apoya su cabeza sobre el pecho del chico que la abraza.

Esta mañana, Dani no sabía qué era lo que había sentido al escuchar los sentimientos de Paula hacia él, lo que, junto con los ánimos de sus amigos, le había llevado a intentarlo con ella. Ahora ya lo sabe. Y nunca antes había sentido esa sensación. Y es que Paula es la única que, en unos minutos, le ha hecho sentir mariposas revoloteando en el estómago.















Hola!! La canción no tiene nada que ver con el capítulo, la verdad no le pega nada. Pero me gusta bastante, os la dejo para saber qué os parece:)




miércoles, 14 de agosto de 2013

Capítulo: 37

Capítulo: 37

Le ha costado unos cuantos minutos pero, al final, Verónica ha encontrado su Smartphone dentro de la taquilla en la que se había guardado todas sus cosas y la cual había dejado abierta al abandonar el recinto. Cuando lo encendió observó que tenía un mensaje de WhatsApp de Marcos en el que le decía lo siguiente:

Siento mucho lo ocurrido esta mañana en la salida del instituto, pero supongo que es algo que debería pasar tarde o temprano. He intentado quitarte la venda de los ojos varias veces, he intentado hacerte creer que Cristian no era el único, que también existía yo. He intentado hacer ver que Cristian ya no es el mismo, que ha cambiado. Pero ha resultado imposible. Ha cambiado mucho y espero que te des cuenta algún día. Por ahora lo mejor es que no nos veamos durante un tiempo, y no sé cuantos días pueden ser, tal vez hasta que pasen las vacaciones. No lo sé, pero necesito olvidarte. Lo mejor es que conozcamos a otras personas, eso nos hará bien. Cuídate mucho, Verónica.

Lo ha leído un millón de veces y, por cada vez que lo ha leído, una lágrima descendía desde sus ojos claros hasta sus rosadas mejillas.
Puede que ese mensaje sea un simple hasta pronto o, puede que ese párrafo haya resumido en palabras que ha perdido a su mejor amigo. Vero sorbe por la nariz y guarda su móvil en el bolsillo pequeño de su mochila, juntos a sus gafas. Con agilidad se coloca las lentillas y se desviste para volver a ponerse su bikini verde con lacitos blancos estampados. Ahora está sola y necesita pensar. Sale del vestuario y se dirige hacia la piscina olímpica. Nadar le irá bien para desconectar de los demás y centrarse ahora mismo en pensar en todo lo ocurrido en tan pocos días. Deja sus chanclas sobre una repisa, coge impulso y se lanza a la piscina ejecutando un perfecto salto de cabeza. Se zambulle en el agua fría y rápidamente sale a la superficie. No es consciente de que ha perdido su coletero hasta que se palpa la nuca y nota que su larga melena castaña desciende por su espalda y sin rastro de la goma de pelo. Sale del agua y comienza a buscar por los alrededores. Tal vez se le cayera antes de saltar al agua.
-¿Buscas esto?- le pregunta alguien desde dentro del agua.  Un chico rubio y de ojos oscuros sujeta un coletero de color morado en su mano. Verónica se acerca hasta el borde de la calle en la que él chico se encuentra.
-Sí, es mi coletero- le dice Vero mientras se acerca para cogerlo. Pero, justo cuando lo va a agarrar, el chico rubio se aparta bruscamente haciendo que Verónica pierda el equilibro y caiga al agua. El joven no puede evitar reírse.
-¡Pero de qué vas!- chilla ella haciendo aspavientos con las manos nada más salir a la superficie. De nuevo, intenta volver a coger su coletero. Falla.
-Falta una palabrita muy importante para que yo te de tu goma de pelo- le dice el joven haciendo que el coletero gire alrededor de su dedo.
-Por favor, mi coletero- dice ella comenzando a enfadarse.
-No me han gustado mucho esos tonos- dice él- pero toma.
Le lanza el coletero y Vero lo capta al vuelo. Se lo coloca en la muñeca y vuelve a sumergirse en el agua. Bucea hasta que llega al bordillo de la cubeta y, con un pequeño saltito, se sienta sobre el borde.
-Y tú, ¿se puede saber de dónde has salido?- le pregunta ella fría- Cuando he entrado pensaba que estaba sola.
-Procedo de las profundidades- le dice él con tono de burla y haciendo gestos con las manos.
-Que gracioso.
-Oye, no te enfades- le dice chasqueando la lengua- llevo aquí toda la tarde entrenando.
-¿Entrenando?
-Sí, practico la natación desde hace tres años. Y, como has podido comprobar porque, seguramente me estarías mirando, no lo hago nada mal.
-¡Yo no te estaba mirando!- le contesta ella ruborizada.
-Que mal mientes, pequeña sirenita.
-¿Tú te crees muy gracioso, verdad?
-Sé que soy único.
Verónica sonríe, ha sido una buena respuesta. No se le esperaba. Desde luego este chico tiene el autoestima por la nubes.
-Te he visto antes con unos amigos tuyos, ¿te han dejado tirada?- pregunta el chico mientras crea un chorro de agua con solo apretar sus manos.
-¡No, claro que no!
-Entonces, ¿por qué una sirenita como tú nada sola en una piscina tan grande?
Verónica le muestra su sonrisa otra vez, le encanta como habla. No es muy guapo, pero tiene algo que le hace especial. Con solo unos minutos con él ha pasado de enfadarse a terminar riendo al instante. Es increíble coma una persona te puede cambiar el estado de ánimo en pocos segundos.
Él es muy misterioso y no puede negar que eso no le atraiga. Le recuerda a Marcos, pero también tiene caracteres de Cristian. Una mezcla entre ambos digamos que sería el chico perfecto para cualquier chica como ella.
-Necesitaba pensar.
-¿En qué?
Verónica lo mira frunciendo el ceño, pero termina por confesárselo.
-Creo que he perdido a mi mejor amigo.
-Vaya…lo siento mucho.
-Gracias, pero yo tengo la culpa.
El joven la mira con curiosidad, esperando a que le cuente algo más. Pero nada.
-Si quieres podríamos quedar algún día y me cuentas con detalles qué es eso que te ha hecho perder a tu mejor amigo.
-Vaya- le dice Vero asombrada- tú no pierdes el tiempo, ¿eh?
-Nunca hay que dejar escapar a ninguna chica, o por lo menos ese es mi parecer.
-Y, ¿en qué te fijas para no dejarnos escapar?
Menuda pregunta. Es un chico, no ven más allá del físico. Ella siempre lo ha dicho y creído así y, en la mayoría por no decir todos los casos, se cumple.
-No soy superficial, veo mucho más allá de una simple apariencia física. Es más, ni siquiera le presto atención, no me importa. ¿Acaso no decían en la Bella y la Bestia que la belleza está en el interior? Pues yo sigo esa regla al pie de la letra. ¿Qué importa si eres gorda o delgada, morena o rubia, alta o baja?
Y, otra vez, vuelve a dejarla KO. ¿Será siempre así? Al principio ha podido pensar que era una arrogante y un engreído. Se equivocaba.
-Eres de los pocos que piensan eso- y le sonríe.
-¿A ti te gusta que lo piense?
-No debe gustarme a mí, sino a ti. Tú eres como eres y debes aceptarte. No hay que preocuparse por lo que digan los demás, la mayoría del tiempo será envidia.
Ahora es él quien le sonríe.
-¿Siempre eres así?
-Eso mismo te iba a preguntar yo a ti- le responde.
El joven misterioso vuelve a sumergirse y coge impulso dentro del agua con los pies para subir con las manos, aprovechándose de ese impulso, al bordillo donde está sentada Verónica. Ella se queda perpleja al contemplar su cuerpo. Claramente se nota que practica deporte, pero lo que más le llama la atención son los tatuajes que el muchacho tiene dispersos por todo su cuerpo. En especial, el de su abdomen, donde aparece grabada una palabra en italiano: sacrificare.
-Vaya vaya- le dice el chico- no debería extrañarme porque todas se quedan embobadas con mi cuerpo, pero tú me estás haciendo un escáner, sirenita.
Vero sale del trance ante el atrevimiento del chico. Otra vez sale a la luz esa faceta suya que, aunque no lo demuestre, no le molesta en absoluto. Forma parte de su encanto.
-¡Qué! Ya te gustaría. Para tu información solo miraba los tatuajes.
-¿Acaso te gustan?- le pregunta él.
-Sí, no están mal. Pero, no sé qué significa esa palabra- le comenta señalando su abdomen- ¿qué quiere decir?
-Sacrificio. Me la tatué porque tiene mucho significado para mí.
-¿No te haces los tatuajes por estética?
-No, deben de tener un significado para mí. Sino no valen de nada.
Verónica sigue analizando cada centímetro de su cuerpo.
-Y, ¿qué es esa cicatriz de ahí?- le pregunta indicando una zona en la parte derecha de su cuerpo. Justo encima de la cadera.
El chico lleva su mirada a la marca y palidece. No es ningún tatuaje, pero es una señal de una lucha que vivió hace un par de años, una lucha permanente para toda su vida. Permanente como cualquiera de sus tatuajes.
-Es una larga historia- contesta volviéndola a mirar. Rápidamente cambia de tema- supongo que la historia entre tu amigo y tú también lo es. Me encantaría escucharla.
-Tal vez otro día.
-De eso estoy seguro- y le guiña un ojo.
Pretende ponerla nerviosa y no va por mal camino. Tiene algo que ha Verónica le atrae, mucho. No es un chico como todos los demás, se ve a simple vista.
-Debo irme a casa. Ha dejado de llover y mi madre estará preocupada.
-¿Vives lejos?
-Un poco, iré dando un paseo.
-Yo podría llevarte, tengo la moto aparcada fuera.
Vero no puede evitar reírse.
-¿No eres demasiado joven como para tener una moto?
-¿Cuántos años crees que tengo?
-Mmm…puede que como yo, ¿no? ¿Unos quince?
Ahora es él que suelta una escandalosa carcajada.
-Debo de conservarme muy bien- le dice- tengo diecisiete, cumpliré dieciocho mañana.
-¿El día de Nochebuena?- exclama ella aún asombrada- Pues menuda faena debiste de hacerle a tu madre.
Verónica se ríe mientras que el joven se dedica simplemente a sonreír. Se nota quien es el mayor de edad aquí. Vero es bastante madura, no obstante en ciertos momentos, no deja de tener quince años.
-Mis amigos me van a hacer una fiesta mañana por la noche. Estás invitada.
La joven abre los ojos como platos, incrédula por lo que acaba de escuchar. ¿Quiere que vaya a su fiesta? ¡Pero si se acaban de conocer! ¡Ni siquiera sabe cuál es su nombre!
-No sé si iré, nos acabamos de conocer, no sé ni cómo te llamas. Y, en la fiesta habrá gente de tu edad. ¿Qué pinta una enana como yo allí?
-Es cierto que no nos conocemos, pero si te invito será porque quiero hacerlo, ¿no? Además- le dice mientras se acerca muy despacio aproximando su boca al oído de Verónica. Nota como se le ponen los pelos de punta al sentir la respiración del joven en su piel- sé que te estás muriendo de ganas de ir.
Y no le falta razón. Quiere ir, conocerle un poco más. Pero, por otra parte, tiene miedo. ¿Y si resulta ser alguien completamente distinto a quien hacer creer que es? No va a negar que esté asustada, pero quien no arriesga no gana. Además, le vendrá bien distraerse.
-Y no estarás sola, mi prima tiene tu edad y yo estaré cerca de ti.
Se fija en sus ojos oscuros. Son el típico color de ojos, pero transmiten seguridad y dulzura. ¡Cómo negarse a ellos!
-De acuerdo, me lo pensaré.
-¡Genial! Te veré allí- le dice mientras se acerca a la puerta de salida dando por hecho que irá a la fiesta- Paseo de las Damas, número veintiocho, tercero A.
-¿Qué es eso?
-¡Mi dirección!- le grita desde el pasillo- ¡Por cierto, me llamo Lucas!
-¡Verónica!
-¡Me encanta tu nombre! ¡Nos vemos!

Y sin previo aviso, comienza a reírse. Lucas ha sido capaz, en unos minutos, hacerle olvidar a Vero el mensaje de Marcos. Unas palabras complicadas de olvidar. Y es que Lucas tiene ese poder, y le asombra cada vez más. Está segura de que no despilfarrará su tiempo asistiendo a esa fiesta.







Holaaaaaaaaaa!! Ya he vuelto de Londres y aquí tenéis el nuevo capítulo. A mi no me convence mucho, pero bueno ¡Espero que a vosotr@s si! jejeje ñ.ñ
Un besazo!