Capítulo: 37
Le ha costado unos cuantos minutos pero, al final, Verónica ha
encontrado su Smartphone dentro de la taquilla en la que se había guardado
todas sus cosas y la cual había dejado abierta al abandonar el recinto. Cuando
lo encendió observó que tenía un mensaje de WhatsApp de Marcos en el que le
decía lo siguiente:
Siento mucho lo
ocurrido esta mañana en la salida del instituto, pero supongo que es algo que
debería pasar tarde o temprano. He intentado quitarte la venda de los ojos
varias veces, he intentado hacerte creer que Cristian no era el único, que
también existía yo. He intentado hacer ver que Cristian ya no es el mismo, que
ha cambiado. Pero ha resultado imposible. Ha cambiado mucho y espero que te des
cuenta algún día. Por ahora lo mejor es que no nos veamos durante un tiempo, y
no sé cuantos días pueden ser, tal vez hasta que pasen las vacaciones. No lo sé,
pero necesito olvidarte. Lo mejor es que conozcamos a otras personas, eso nos
hará bien. Cuídate mucho, Verónica.
Lo ha leído un millón de veces y, por cada vez que lo ha leído, una
lágrima descendía desde sus ojos claros hasta sus rosadas mejillas.
Puede que ese mensaje sea un simple hasta pronto o, puede que ese
párrafo haya resumido en palabras que ha perdido a su mejor amigo. Vero sorbe
por la nariz y guarda su móvil en el bolsillo pequeño de su mochila, juntos a
sus gafas. Con agilidad se coloca las lentillas y se desviste para volver a
ponerse su bikini verde con lacitos blancos estampados. Ahora está sola y
necesita pensar. Sale del vestuario y se dirige hacia la piscina olímpica.
Nadar le irá bien para desconectar de los demás y centrarse ahora mismo en
pensar en todo lo ocurrido en tan pocos días. Deja sus chanclas sobre una
repisa, coge impulso y se lanza a la piscina ejecutando un perfecto salto de
cabeza. Se zambulle en el agua fría y rápidamente sale a la superficie. No es
consciente de que ha perdido su coletero hasta que se palpa la nuca y nota que
su larga melena castaña desciende por su espalda y sin rastro de la goma de
pelo. Sale del agua y comienza a buscar por los alrededores. Tal vez se le
cayera antes de saltar al agua.
-¿Buscas esto?- le pregunta alguien desde dentro del agua. Un chico rubio y de ojos oscuros sujeta un
coletero de color morado en su mano. Verónica se acerca hasta el borde de la
calle en la que él chico se encuentra.
-Sí, es mi coletero- le dice Vero mientras se acerca para cogerlo. Pero,
justo cuando lo va a agarrar, el chico rubio se aparta bruscamente haciendo que
Verónica pierda el equilibro y caiga al agua. El joven no puede evitar reírse.
-¡Pero de qué vas!- chilla ella haciendo aspavientos con las manos nada
más salir a la superficie. De nuevo, intenta volver a coger su coletero. Falla.
-Falta una palabrita muy importante para que yo te de tu goma de pelo-
le dice el joven haciendo que el coletero gire alrededor de su dedo.
-Por favor, mi coletero- dice ella comenzando a enfadarse.
-No me han gustado mucho esos tonos- dice él- pero toma.
Le lanza el coletero y Vero lo capta al vuelo. Se lo coloca en la muñeca
y vuelve a sumergirse en el agua. Bucea hasta que llega al bordillo de la
cubeta y, con un pequeño saltito, se sienta sobre el borde.
-Y tú, ¿se puede saber de dónde has salido?- le pregunta ella fría-
Cuando he entrado pensaba que estaba sola.
-Procedo de las profundidades- le dice él con tono de burla y haciendo
gestos con las manos.
-Que gracioso.
-Oye, no te enfades- le dice chasqueando la lengua- llevo aquí toda la
tarde entrenando.
-¿Entrenando?
-Sí, practico la natación desde hace tres años. Y, como has podido
comprobar porque, seguramente me estarías mirando, no lo hago nada mal.
-¡Yo no te estaba mirando!- le contesta ella ruborizada.
-Que mal mientes, pequeña sirenita.
-¿Tú te crees muy gracioso, verdad?
-Sé que soy único.
Verónica sonríe, ha sido una buena respuesta. No se le esperaba. Desde
luego este chico tiene el autoestima por la nubes.
-Te he visto antes con unos amigos tuyos, ¿te han dejado tirada?-
pregunta el chico mientras crea un chorro de agua con solo apretar sus manos.
-¡No, claro que no!
-Entonces, ¿por qué una sirenita como tú nada sola en una piscina tan
grande?
Verónica le muestra su sonrisa otra vez, le encanta como habla. No es
muy guapo, pero tiene algo que le hace especial. Con solo unos minutos con él
ha pasado de enfadarse a terminar riendo al instante. Es increíble coma una
persona te puede cambiar el estado de ánimo en pocos segundos.
Él es muy misterioso y no puede negar que eso no le atraiga. Le recuerda
a Marcos, pero también tiene caracteres de Cristian. Una mezcla entre ambos
digamos que sería el chico perfecto para cualquier chica como ella.
-Necesitaba pensar.
-¿En qué?
Verónica lo mira frunciendo el ceño, pero termina por confesárselo.
-Creo que he perdido a mi mejor amigo.
-Vaya…lo siento mucho.
-Gracias, pero yo tengo la culpa.
El joven la mira con curiosidad, esperando a que le cuente algo más.
Pero nada.
-Si quieres podríamos quedar algún día y me cuentas con detalles qué es
eso que te ha hecho perder a tu mejor amigo.
-Vaya- le dice Vero asombrada- tú no pierdes el tiempo, ¿eh?
-Nunca hay que dejar escapar a ninguna chica, o por lo menos ese es mi
parecer.
-Y, ¿en qué te fijas para no dejarnos escapar?
Menuda pregunta. Es un chico, no ven más allá del físico. Ella siempre
lo ha dicho y creído así y, en la mayoría por no decir todos los casos, se
cumple.
-No soy superficial, veo mucho más allá de una simple apariencia física.
Es más, ni siquiera le presto atención, no me importa. ¿Acaso no decían en la
Bella y la Bestia que la belleza está en el interior? Pues yo sigo esa regla al
pie de la letra. ¿Qué importa si eres gorda o delgada, morena o rubia, alta o
baja?
Y, otra vez, vuelve a dejarla KO. ¿Será siempre así? Al principio ha
podido pensar que era una arrogante y un engreído. Se equivocaba.
-Eres de los pocos que piensan eso- y le sonríe.
-¿A ti te gusta que lo piense?
-No debe gustarme a mí, sino a ti. Tú eres como eres y debes aceptarte. No
hay que preocuparse por lo que digan los demás, la mayoría del tiempo será
envidia.
Ahora es él quien le sonríe.
-¿Siempre eres así?
-Eso mismo te iba a preguntar yo a ti- le responde.
El joven misterioso vuelve a sumergirse y coge impulso dentro del agua
con los pies para subir con las manos, aprovechándose de ese impulso, al
bordillo donde está sentada Verónica. Ella se queda perpleja al contemplar su
cuerpo. Claramente se nota que practica deporte, pero lo que más le llama la
atención son los tatuajes que el muchacho tiene dispersos por todo su cuerpo. En
especial, el de su abdomen, donde aparece grabada una palabra en italiano: sacrificare.
-Vaya vaya- le dice el chico- no debería extrañarme porque todas se
quedan embobadas con mi cuerpo, pero tú me estás haciendo un escáner, sirenita.
Vero sale del trance ante el atrevimiento del chico. Otra vez sale a la
luz esa faceta suya que, aunque no lo demuestre, no le molesta en absoluto.
Forma parte de su encanto.
-¡Qué! Ya te gustaría. Para tu información solo miraba los tatuajes.
-¿Acaso te gustan?- le pregunta él.
-Sí, no están mal. Pero, no sé qué significa esa palabra- le comenta
señalando su abdomen- ¿qué quiere decir?
-Sacrificio. Me la tatué porque tiene mucho significado para mí.
-¿No te haces los tatuajes por estética?
-No, deben de tener un significado para mí. Sino no valen de nada.
Verónica sigue analizando cada centímetro de su cuerpo.
-Y, ¿qué es esa cicatriz de ahí?- le pregunta indicando una zona en la parte
derecha de su cuerpo. Justo encima de la cadera.
El chico lleva su mirada a la marca y palidece. No es ningún tatuaje,
pero es una señal de una lucha que vivió hace un par de años, una lucha
permanente para toda su vida. Permanente como cualquiera de sus tatuajes.
-Es una larga historia- contesta volviéndola a mirar. Rápidamente cambia
de tema- supongo que la historia entre tu amigo y tú también lo es. Me encantaría
escucharla.
-Tal vez otro día.
-De eso estoy seguro- y le guiña un ojo.
Pretende ponerla nerviosa y no va por mal camino. Tiene algo que ha
Verónica le atrae, mucho. No es un chico como todos los demás, se ve a simple
vista.
-Debo irme a casa. Ha dejado de llover y mi madre estará preocupada.
-¿Vives lejos?
-Un poco, iré dando un paseo.
-Yo podría llevarte, tengo la moto aparcada fuera.
Vero no puede evitar reírse.
-¿No eres demasiado joven como para tener una moto?
-¿Cuántos años crees que tengo?
-Mmm…puede que como yo, ¿no? ¿Unos quince?
Ahora es él que suelta una escandalosa carcajada.
-Debo de conservarme muy bien- le dice- tengo diecisiete, cumpliré
dieciocho mañana.
-¿El día de Nochebuena?- exclama ella aún asombrada- Pues menuda faena
debiste de hacerle a tu madre.
Verónica se ríe mientras que el joven se dedica simplemente a sonreír. Se
nota quien es el mayor de edad aquí. Vero es bastante madura, no obstante en
ciertos momentos, no deja de tener quince años.
-Mis amigos me van a hacer una fiesta mañana por la noche. Estás invitada.
La joven abre los ojos como platos, incrédula por lo que acaba de
escuchar. ¿Quiere que vaya a su fiesta? ¡Pero si se acaban de conocer! ¡Ni
siquiera sabe cuál es su nombre!
-No sé si iré, nos acabamos de conocer, no sé ni cómo te llamas. Y, en
la fiesta habrá gente de tu edad. ¿Qué pinta una enana como yo allí?
-Es cierto que no nos conocemos, pero si te invito será porque quiero
hacerlo, ¿no? Además- le dice mientras se acerca muy despacio aproximando su
boca al oído de Verónica. Nota como se le ponen los pelos de punta al sentir la
respiración del joven en su piel- sé que te estás muriendo de ganas de ir.
Y no le falta razón. Quiere ir, conocerle un poco más. Pero, por otra
parte, tiene miedo. ¿Y si resulta ser alguien completamente distinto a quien
hacer creer que es? No va a negar que esté asustada, pero quien no arriesga no
gana. Además, le vendrá bien distraerse.
-Y no estarás sola, mi prima tiene tu edad y yo estaré cerca de ti.
Se fija en sus ojos oscuros. Son el típico color de ojos, pero
transmiten seguridad y dulzura. ¡Cómo negarse a ellos!
-De acuerdo, me lo pensaré.
-¡Genial! Te veré allí- le dice mientras se acerca a la puerta de salida
dando por hecho que irá a la fiesta- Paseo de las Damas, número veintiocho,
tercero A.
-¿Qué es eso?
-¡Mi dirección!- le grita desde el pasillo- ¡Por cierto, me llamo Lucas!
-¡Verónica!
-¡Me encanta tu nombre! ¡Nos vemos!
Y sin previo aviso, comienza a reírse. Lucas ha sido capaz, en unos
minutos, hacerle olvidar a Vero el mensaje de Marcos. Unas palabras complicadas
de olvidar. Y es que Lucas tiene ese poder, y le asombra cada vez más. Está segura
de que no despilfarrará su tiempo asistiendo a esa fiesta.
Holaaaaaaaaaa!! Ya he vuelto de Londres y aquí tenéis el nuevo capítulo. A mi no me convence mucho, pero bueno ¡Espero que a vosotr@s si! jejeje ñ.ñ
Un besazo!
Hola! Pues a mi me ha gustado mucho el capitulo!!! Esta muy bien! Un beso y espero el proximo!!! Un beso!!! :)
ResponderEliminarHola!
Eliminar¡Muchas gracias! No estaba muy segura de si os gustaría:)
Un besazo!
dos primitos para dos mejores amigos.Vaya casualidad hahaha
ResponderEliminarEl capítulo perfecto,como siempre.
Sube pronto.
PD.¿Todo bien por Londres?
Jejeje la dichosa casualidad jajaja.
EliminarGracias amor!
Muy bien jeje estoy segura de que volere alli:) Gracias por preguntar:)
Un besazo^^
OH LUCAS *-*
ResponderEliminarVaya, tu tienes esa capacidad para que me enamore de los personajes en el tiempo menos esperado, eh! Hahahaha XD
¡MARIA!
No sabes lo que lamento no haber comentando en tanto tiempo, prometo ponerme al corriente. Y es que había tenido unos problemas familiares y entre otros demasiado complejos que no puedo explicar, y por eso había tendio que abandonar el blog, ¡Pero estoy de vuelta!
Y pronto seguire con la novela:3
Excelente capítulo, aunque debo decir que me da pena por Marcos:(.
Besos.
Desde: http://mi-vidapor-hawaii.blogspot.com/ O si quieres mi blog personal : http://locurasdeunaespecial.blogspot.com/
¡¡¡LIAAAAA!!!
EliminarYa te echaba de menos por el blog:) Que bien que hayas vuelto!
Vaya...espero que todo esté solucionado ya y podamos volver a disfrutar de tu historia:)
Un besazo enorme Lia<3