Capítulo:
26
Otro
chasquido y, de nuevo, una débil llama de fuego asciende de un mechero rojo
brillante que Cristian posee en su mano. Sus grandes ojos la examinan con
cautela mientras el sabor del su último cigarrillo se mantiene en su garganta.
Mañana es el día. Quedan solo unas horas para que aquellos que fueron sus
amigos sientan un miedo comparable al que él vivió en su carne hace unos meses,
aunque sabe que es imposible. Nadie conoce totalmente su experiencia en aquella
residencia de desintoxicación. Como cada mañana deseaba estar muerto, dejando
de recibir todas aquellas palizas que le enganchaban más y más a ese pozo son
fondo en el que se encontraba. La droga. Ser el más débil en ese lugar no era
ninguna ventaja, sino todo lo contrario. Cristian llegó a ese lugar haciendo
creer que sería capaz de desengancharse, de dejar el pasado atrás. Pero no fue
así. Todo empezó con pequeñas amenazas a las que él no prestó atención, ese fue
su error. Más tarde, tuvieron lugar los primeros golpes, insultos y mayores
amenazas contra él. Contra su vida, esa vida que tanto ha llegado a despreciar.
Todos esos acontecimientos le hicieron amarrarse mucho más fuerte a lo que le
ayudaba a olvidar. Un mes después, Oriana logró sacarlo de allí. Nunca le ha
contado como, pero lo logró e hizo creer a su familia que estaba completamente
curado. Ahora tiene sed de venganza. Cristian conoce muy bien al grupo de
amigos al que perteneció, sabe que Paula es la más débil y empezó por ella.
Igual que hicieron con él. Primero fueron las amenazas…y luego las
consecuencias… Tiene que seguir los mismos pasos para que ese miedo nazca en
ellos.
El
chirriante ruido de la puerta al abrirse hace que Cristian despegue su atenta
mirada del mechero y la centre en la joven muchacha de pelo largo y rubio hasta
la cadera. Ésta se acerca arrastrando los pies hasta tumbarse en el sofá que
hay frente a Cristian.
-¿De
verdad sigues pensando en hacerlo?- pregunta ella con la cabeza apoyada sobre
el brazo del sofá viejo. Cristian sabe a lo que se refiere.
-No
pienso echarme atrás.- asegura- Ellos fueron los culpables de que yo terminase
encerrado en ese lugar de desintoxicación. Si aquella noche no hubieran
intervenido para ayudar a Verónica, no me vería obligado a hacerles daño.
-¡No
puedes impedir que se ayuden! ¡Qué corriesen junto a su amiga no te da derecho
a hacerles sentir miedo!
-¿¡Ahora
estás de su parte o qué!?- grita Aarón- Silvia, te recuerdo que esto nos
beneficia a los dos.
-¿¡A los
dos!?- se incorpora en el sofá- ¡Eres tú quien quiere asustarles de ese modo!
¡Estás loco! ¡Obsesionado con todo esto!
Cristian,
enfurecido, se levanta de su sillón propiciándole una patada a la pared,
haciendo que pequeños trozos de escayola cayesen al suelo.
-¡Adelante!-
grita ella poniéndose en pie- ¡Rompe todo lo que te dé la gana! ¡Eso no te
sacará de esta mierda en la que estás metido!
-¿¡Y
tú!?- cambia su tono de voz- Los dos estamos hundidos hasta el cuello, sin
escapatoria posible.
-Debí
dejar que te pudrieras en ese antro…- masculla entre dientes Oriana haciendo el
amago de desaparecer por la puerta. La pálida mano de Cristian se aferra a su
muñeca hasta el punto que siente el pulso de ella en sus dedos.
-Tanto tú
como yo participamos en la muerte de Inés, ¿ya no lo recuerdas? No actué solo.
Tú permaneciste allí, viendo como la difunta amiga de Paula caía a la piscina y
se golpeaba la cabeza provocando su muerte…
-¡Cállate!-
le espeta la joven cerrando los ojos con fuerza, intentado borrar de su mentes
las imágenes de ese día de verano donde su vida se fue a pique, donde dejó de
ser la chica de siempre.
Oriana
cae de rodillas en el suelo, abatida. Ese chico que se encuentra delante de
ella no es quien siempre conoció. Ha cambiado. La ambición y la venganza le
ciegan por completo. No es consciente de que Paula y los demás no tienen la
culpa de su ingreso en aquel centro de desintoxicación, no son culpables de su
caída en el mundo adicto de la droga. Pero no es capaz de verlo y, contra eso,
ella no puede actuar. No hay nada que pueda hacer para sacarle esas
desbaratadas ideas de la cabeza.
-Oriana-
le llama Cristian- juntos tú y yo podremos…
-No.-
contesta fría con un tono de voz tajante bajo la confusa mirada del chico- Esta vez no habrá
un juntos, no pienso ayudarte con tus planes. Ya no, Aarón.
La
muchacha se levanta y saca de su
bolsillo una llave metálica adherida a un rectángulo negro y áspero de plástico
rugoso.
-Conseguiste
que, aquel verano, yo interviniera contigo en la muerte de Inés. Por ello los
dos cambiamos, tanto físicamente como emocionalmente. Quiero rehacer mi vida,
¿sabes? Y tú y tus planes descabellados no entráis en ella. Esta vez no voy a
caer en tus redes, si actúas lo harás solo.
Agarra su
mano y deja caer en ella la llave que anteriormente se encontraba en su
bolsillo.
-Éstas
son las llaves del coche azul oscuro que hay aparcado fuera, vete. Dudo mucho
que tengas problemas para conducirlo, seguramente ya habrás puesto las manos en
el volante varias veces. Pero que no te pillen, todavía no tienes los
dieciocho.
Cristian
tuerce su boca con un gesto de desprecio y le señala con la punta de la llave.
Oriana mantiene la cabeza alta mientras el chico habla:
-No
volverás a verme nunca más.
-Haz lo
que quieras contigo y con tu vida, yo solo quiero el coche sin un solo rasguño.
Y, con
esas frías palabras, Cristian abandona la sala.
Hola!! Bueno, en pocos días termino mis vacaciones en Cádiz, pero he podido subir este nuevo capítulo antes de volver a Zaragoza.
¡Espero que os guste! La historia ya está llegando a su final...
¡Besos lectores!
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