Capítulo:
21
Con la
mano temblorosa, Andrea presiona dos veces sobre el botón del timbre de la casa
de Matt. Inspira con fuerza y, lentamente, expulsa el aire por la boca
intentando relajarse. Ha llegado la hora de hablar con él.
La puerta
se abre dejando pasar un aire fresco que logra ponerle a Andrea los pelos de
punta, aunque, ella duda de que sea el aire lo que lo provoca y no lo que está
a punto de avecinarse. Un joven realmente alto de pelo moreno ligeramente
despeinado y un piercing metálico en su labio inferior, aparece delante de la
mirada azul de Andrea. Matt le sonríe con calidez y estira de ella antes de que
ninguno pueda saludar. Un beso intenso y apasionado llega dejando a la muchacha
sin respiración. Debe apartarse, no es justo para nadie.
-Matt –
le llama en sus labios. Él le mira y deja un suave beso esta vez.
-No sabes
lo que necesitaba esto- su respiración es agitada a causa del primer beso- te
echaba de menos.
Andrea
cierra los ojos con fuerza y deja caer su cabeza sobre el hombro del joven,
abatida. ¿Por qué es tan difícil sincerarse con alguien? “Matt, no eres el
único que ocupa mi corazón. Está dividido. Guillermo ha vuelto a aparecer en mi
vida como un torbellino y sí, le quiero. Siempre lo he hecho de algún modo.
Pero, también siento por ti, mucho” Eso es lo que diría alguien con agallas que
sabe lo que quiere, alguien que haría lo imposible para que nadie resultase
dañado, que olvidaría todo…Andrea no, ella no es así. Si escoge a Matt es
Guille quien terminaría hecho polvo. Si escoge a Guillermo, Matt saldría
dañado. Y, si ella decide olvidar a los dos, se vería envuelta en un mar de
decepción y lágrimas porque ha dejado pasar a dos personas maravillosas.
Aunque, de alguna forma, lo merece. No ha sido clara desde el principio y eso
conlleva unas duras consecuencias.
Andrea
vuelve a centrar su mirada en el muchacho argentino.
-Matt- le
llama por segunda vez- hay algo que debo contarte.
Él le
mira desconcertado y cierra la puerta. Juntos, caminan hacia la habitación del
joven. Matt se sienta en el borde de su cama, esperando a que su novia empiece
a hablar.
-Verás-
suspira antes de contar nada e intenta armarse de valor- antes de nada, quiero
que sepas que no me siento valiente ni orgullosa de decirte nada de esto. Más
bien, me siento una miserable…estoy hecha un lío, Matt. No sé a quién pertenece
mi corazón.
-Andrea…
-Guillermo
ha vuelto. Todo lo que llegué a sentir por él ha venido a mí con la misma
fuerza con la que un tornado arrasa con todo lo que encuentra en su camino- la
voz de Andrea tiembla, al igual que lo hacen sus piernas. Los ojos castaños de
Matt no apartan la vista de los de la joven. Su expresión es seria, la más
seria que ella había visto en un persona. Está dolido, se siente traicionado y
lo entiende. Ella y su estúpido corazón tienen toda la culpa.
-¿Le
quieres?- se limita a pregunta el muchacho en un tono tan frío que asusta.
Andrea no
es capaz de formular ni una sola palabra, únicamente asiente con la cabeza.
Acto seguido, una lágrima desciende por su mejilla.
-¿Por qué
lloras?- le pregunta Matt pillándola desprevenida, no se esperaba una pregunta
así. Andrea traga saliva e intenta calmarse.
-Te he
mentido, traicionado…pensaba que podía engañar a mi corazón, pero él siempre es
más listo que yo. Siento tanto por ti como por Guille. Cada uno me aportáis
algo distinto, sensaciones que me llenan por dentro. Lloro por eso…porque no
puedo vivir con todo lo que ambos me dais, sería una egoísta si lo hiciera…
Matt se
levanta de su cama y se acerca a ella. Coloca sus manos en los hombros de
Andrea y los acaricia con su dedo pulgar.
-Ya
conoces mis sentimientos hacia ti.- le asegura él- Desde que crucé mi mirada
con la tuya algo dentro de mí me dijo que no debería dejarte escapar, ahora esa
misma voz, me dice que tengo un cincuenta por ciento de posibilidades de
perderte. Lo sé, ojalá nos hubiésemos conocido antes…pero la vida nos maneja a
su antojo, somos sus títeres y no siempre la función termina con un final
feliz. Andrea, tú eres quien decide el final de nuestra historia.
-¿Cómo lo
hago? Os quiero a los dos…- dice ella cabizbaja, pero Matt no tarda en hacer
que le mire. Atrapa su rostro con ambas manos y clava sus ojos en ella.
-Una sola
tarde con cualquiera de nosotros te hará decidir, da igual si son diez minutos
o una hora. En esos momentos, déjate llevar por lo que sientas, solo así sabrás
a quien escoger. Y, si no soy yo el afortunado, no sufras por mí. Podré
presumir que los meses que he pasado a tu lado nadie tendrá la suerte de
vivirlos con cualquier otra persona.
Andrea no
tiene a sus lágrimas y solloza en el pecho de Matt que la abraza como nunca
antes lo ha hecho. Tal vez, cabe la posibilidad, de que sea su último abrazo…
-Puede
que suene imbécil por mi parte pero, queda con Guille. Si sientes que todo lo
vivido anteriormente con él vuelve a ti de nuevo, ya sabrás cuál es tu
elección. Si no, yo estaré aquí esperándote- le limpia las lágrimas del rostro
con los dedos que, luego son los que rozan su cuello- Te quiero- susurra.
Y le
besa, no como antes no es apasionado ni duradero, éste es dulce, tierno,
lento…especial. Tal vez el último…
-No
pensaba que fuesen a reaccionar así, Lucas. No tenía ni idea…
-Vero…ellos
solo quieren lo mejor para ti…
-¡Tú eres
lo mejor para mí! ¡Lucas, te quiero!- exclama ella- ¡Mis padres no pueden
obligarme a esto! ¡Ellos no te conocen!
Un
suspiro, por parte de él, se escucha al otro lado de la línea telefónica.
-Vero, ya
conoces la vida que he llevado. Ni siquiera mi apariencia gana puntos para que
tus padres desconfíen de que soy un buen chico…tal vez…
-¡No! ¡Ya
basta! ¡He aguantado bastante antes con mis padres y no permitiré que estropeen
lo que tanto tiempo he querido!- Verónica calma el tono de su voz- Tenerte…
-¿Piensas
enfrentarte a ellos?- se alarma Lucas- Ahora estás enfadada, pero tiene que
haber otro modo…
Vero
cierra los puños de sus manos con fuerza hasta el extremo de sentir sus uñas
clavarse en la piel. La furia y la rabia emanen de ella como lo hace el agua de
un manantial.
-Haré lo
que sea necesario, Lucas. Lo que sea.
Hace un
día. En el salón de la casa de Verónica.
-¡Se
puede saber qué horas son estas de llegar a casa!- grita la madre de Verónica a
su hija.
-Mamá-
mira el reloj de su muñeca- he llegado solo cinco minutos tarde, me entretuve.
-¡Ya lo
creo que te entretuviste!- gritaba ahora su padre- ¡Estabas muy ocupada
besándote con ese tipo! ¿No es así?
Vero
rueda sus ojos y decide caminar hacia su cuarto. No quiere hablar de ese tema,
para sus padres lo primordial es que se centre en sus estudios y un chico solo
le distraería y sus calificaciones bajarían.
-¡No he
terminado de hablar contigo, Verónica!- grita su padre desde el pasillo. Con
resignación, su hija vuelve y espera todos y cada uno de los gritos- ¿Dónde
conociste a ese motero de pacotilla?
-Papá- le
avisa- si quieres hablar conmigo sobre este tema antes quiero decir yo algo.
Ese motero de pacotilla tiene un nombre, se llama Lucas y es mi novio desde
hace unos días.
-¡No hace
falta que me digas que ese era tu novio! ¡Dudo que te vayas besuqueando con el
primero que pase!
-¿Qué te
crees que soy?- grita Vero molesta. Hoy no quería discutir, solo meterse en la
cama y recordar lo fantástica que había sido esa tarde junto a Lucas- Papá,
estoy cansada. Buenas noches.
La
muchacha intentó cerrar la puerta de su dormitorio, pero pronto su padre, esta
vez acompañado de su madre, volvieron a abrirla.
-¿De qué
lo conoces? ¿No es de tu clase, verdad?- preguntaba su padre con las mejillas
encendidas de rabia.
-¡Qué
importa eso!- chilla Verónica- Se llama Lucas, tiene dieciocho años y lo conocí
en la piscina las pasadas Navidades. Nos hicimos muy amigos, quiero recordaros
que la noche de Noche Buena fui a una fiesta en su casa donde celebraba su
cumpleaños.
-¿La
fiesta era de ese impresentable?- gritaron sus padres a la vez.
-¡Se
llama Lucas! ¡No impresentable o motero de pacotilla!
-Seguro
que bebe alcohol y está enganchado a las drogas…- mascullaba su madre por lo
bajo, aunque Vero logro escucharlo y explotó:
-¡Cállate
mamá! ¡Callaros los dos! ¡No tenéis ni idea de por todo lo que Lucas ha
pasado!- aullaba- ¿Qué vais a saber? ¡Es mi vida! ¡Estoy loca por ese chico!
¡Le quiero! ¡Y no es ningún drogadicto, mamá! ¡Ahora dejadme en paz de una
maldita vez!
-¡Tú eres
quien no sabe nada!- gritaba su padre realmente enfadado- Hablas del amor como
si los de tu edad fueseis unos expertos y no sabéis nada del tema. Adolescentes
enamorados… ¡chorradas! ¡No sabéis que es amar! ¡Solo pensáis en pasarlo bien
sin pensar! Verónica, tú no estás enamorada de ese tal…Lucas- el padre de la
joven escupió el nombre del chico como si lo repugnase- solo es otro capricho
tuyo…
-¡Un
capricho!- grita ella- Mira papá, lo que has visto en la calle no es ningún
capricho. Los adolescentes sentimos como cualquier otro adulto, incluso damos
el cien por cien, mucho más que cualquier otra pareja de cuarenta años.
Besarse, abrazarse, simplemente las miradas y todo lo que Lucas me transmite
¡eso es amor, papá! ¡Y pienso seguir sintiendo lo que siento por él! ¡No voy a
frenarlo! ¡No puedo!
-Te
prohíbo que te veas con ese chico, no es bueno para ti. Solo con verle una sola
vez, sé que aspiras a alguien mucho mejor que él.- le comunicó su padre en un
tono frío y cortante- No hay nada más que decir. Se acabó.
-¡No
puedes hacerme eso!
-Buenas
noches, hija- dijeron ambos, madre y padre, a la vez.
La puerta
de la habitación se cerró de un portazo y Verónica permaneció inmóvil con la
mirada perdida y las lágrimas resbalando por sus mejillas rosadas. No podían
impedirle no pasar tiempo con él, no sentirle cerca, no probar sus labios mil
veces más… Cansada y llena de impotencia y rabia, se dejó caer sobre la colcha
de su cama y ocultó su rostro entre las almohadas. Ahí, desahogó todas sus
lágrimas amargas, no tenía fuerzas para nada más.
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