Capítulo:
20
Con
extrema agilidad, Daniel mueve sus dedos sobre las teclas de su ordenador
portátil. Lleva toda la mañana encerrado en su habitación con el ordenador
sobre las piernas. La historia que tanto tiempo ha persistido en su mente por
fin ha sido plasmada en papel. Una historia que siempre había querido escribir
pero que nunca había tenido la suerte de narrarla con total sentimiento y
seguridad.
It’s time
de Imagine Dragons, su grupo
favorito, suena en su móvil a todo volumen. Termina de escribir su última frase
del día y descuelga la llamada:
-¡Hola
Dani!- saluda eufórico una conocida voz al otro lado del Samrtphone. Guille.
-¡Hola!
¿Cómo estás? ¿Qué tal va todo?
-Realmente
bien, todo va según lo planeado- asegura Guille.
-¿A qué
te refieres?- pregunta Dani desconcertado.
-Hablo de
Andrea. Coincidí con ella ayer por la tarde en la calle. Lo hice, tío. Besé a
Andrea.
Dani
vitorea con gritos a su amigo al otro lado de la línea telefónica.
-¿Y ella?
¿Cómo reaccionó? ¿Qué va a pasar con su novio?
-Hagamos
una cosa, quedamos en un media hora en Gran Casa y qué te parece si jugamos
unas partidas a los bolos como en los viejos tiempos.
-¡Perfecto!-
exclama Dani- Nos vemos allí.
Ambos
cuelgan a la vez y la llamada finaliza.
Daniel
abre su armario y escoge una camiseta de manga corta negra con cuello en forma
de pico que se ciñe a su cuerpo una vez puesta y la acompaña con unos
pantalones en color azul eléctrico. Se anuda sus Converse del mismo color que
la camiseta y sale de la casa no sin antes despedirse de su madre y de su
hermana pequeña, la cual está en el salón jugando al Just Dance 3. De un fuerte
golpe, cierra la puerta. Ha quedado en verse con Guillermo en veinte minutos en
la bolera de Gran Casa, el centro comercial. Como tantas otras muchas cosas,
ese lugar, todos sus rincones, le recuerdan a ella. Han sido muchas las tardes
que Paula y Dani han pasado juntos en aquella grande superficie, lejos de toda
preocupación simplemente, porque estaban juntos. Solo ellos. Nada más. Una
tímida sonrisa aparece en su rostro con solo pensar en su chica. Se muerde el
labio inferior intentando reprimirla aunque le cuesta hacerlo. Siente mucho por
ella, mucho más de lo que esperaba llegar a sentir. Paula ha revolucionado su
vida, ha cambiado su rumbo…
Daniel
mira hacia atrás y observa como el autobús se aproxima a la parada, no puede
perderlo. Rápidamente, comienza a correr evitando los baches y deformaciones de
la acera y, de sobras, llega a la parada. Sube pasando la tarjeta por el lector
y se sienta en el asiento más cercano a la cabina del conductor. Enciende su móvil y entre en WhatsApp. Tiene
treinta mensajes de dos conversaciones.
Veintinueve de ellos son de un grupo que, él y otros escritores de su
misma edad, decidieron crear a raíz de ser seguidores en Twitter. Nunca antes
se habría atrevido a entrar en algo donde no conoce a nadie y mucho menos
viniendo de una red social, pero no se arrepiente en absoluto. Con ellos puede
compartir ideas, opiniones sobre sus propios relatos. Él es quien más tiempo
llevo metido en este mundo de la escritura y se siente realmente bien dentro de
ese grupo. Todos se comprenden y, aunque nunca se hayan visto en persona, está
seguro de que puede llamarles amigos. Lee con rapidez los mensajes y contempla
que el mensaje restante es de Paula.
Sé
que estos días no he sido yo misma, he pasado por una serie de complicaciones
que no me han resultado fáciles de llevar. No quise decirte nada para evitar
que te preocupases por mí, sé que lo hubieras hecho. Quería decirte que he
encontrado la solución para acabar con estos baches en los que mi vida se ha
visto atrapada. Bueno, no te entretengo más, seguramente estés delante del
ordenador y con millones de ideas que plasmar en la historia que, por cierto,
¿cuándo podré leerla?
Suspira y
comienza a escribir:
Me
gustaría volver a ver a aquella chica de la que me enamoré, de aquella risa que
no cesaba cuando estábamos juntos. Quiero volver a aquellas tardes contigo,
Paula. Y que esas tardes se conviertan en días enteros. Ya te lo dije, solo si
tú quieres, me sentiré muy afortunado si me acompañas en mi viaje, en mi vida. Es
tan inevitable que no me preocupe por ti, como es tan inevitable que deje de
pensarte. Tal vez no sea la mejor medicina para tus días apagados y grises
pero, nunca olvides que te quiero, Paula.
Envía el
mensaje y rápidamente, se pone manos a la obra con otro. Esta vez más breve que
el anterior:
La
historia que tengo entre manos pronto tocará a su fin, no temas que serás la
primera en leerla. Ahora me voy con Guille a la bolera. ¿Qué te parece si nos
vemos esta tarde?
Sale de
la aplicación y bloquea su móvil. Dani fija su mirada en la ventana del autobús
y nota como, al cabo de un par de minutos, si teléfono móvil vibra en su mano.
Ha recibido un nuevo mensaje de Paula:
Seguro
que será un futuro best seller. Tienes un don, Dani. ¡Genial! ¿Quedamos a las 18:00
en la puerta del instituto?
Perfecto,
nos vemos allí esta tarde.
Paula
manda un último mensaje despidiéndose:
Te
quiero mi escritor.
Daniel
ríe al leer la despedida de su novia. Confía en que ha vuelto a ser la misma
chica de siempre. Quien mostraba su blanca dentadura en una preciosa sonrisa,
cuyas mejillas tomaban un tono rosado cuando le tenía cerca, quien se adentraba
en la historia de un libro durante horas y horas, aquella que ocultada su
rostro en el pecho del joven siempre que se fundían en un abrazo. Hace unas
semanas, siempre que Dani envolvía a Paula entre sus brazos, era porque las
lágrimas y el sentimiento de agonía se apoderaban de ella mientras que él se
veía encerrado en una nube de preocupación e impotencia.
La
molesta voz metálica del autobús obliga a Dani a salir del trance y, con un
impulso, se levanta de su asiento y baja del vehículo. Con pasos ligeros,
atraviesa las grandes puertas del centro comercial y se encamina hacia el lugar
donde ha decidido verse con Guille, en la entrada a la bolera. Un largo tramo
de escaleras mecánicas le conducen hasta allí. Guillermo le espera apoyado de
espaldas a la pared de mármol. Se aproxima a él y éste le saluda:
-¡Daniel!-
se chocan las manos más tarde las
estrechan- ¿Cómo va todo?
-Bien-
contesta recordando su conversación de WhatsApp con Paula- muy bien. ¿Y a ti?
¿Cómo han ido tus días de vuelta a casa?
-Ya sabes
lo que dicen; no hay nada mejor que estar en tu hogar. Además, mis días de
bienvenida fueron inmejorables- una sonrisa pícara se forma en su rostro. Aquel
beso con Andrea se adueña de su mente. Daría lo que fuera por vivir un beso más
así con ella, por recuperarla…- Vamos, no puedo esperar más a machacarte a los
bolos.
-Eso
habrá que verlo.
Se
dirigen al mostrador donde piden una pista en la que poder jugar dos partidas,
la cual, no tardan en asignársela. Piden dos pares de zapatos del cuarenta y
uno y se caminan hacia su pista correspondiente.
-¡Cómo
pueden obligar a ponernos estas cosas de payaso!- se queja Guille señalando a
los zapatos de la bolera. Se sienta en una de las sillas y se los calza.-
Quitan todo mi encanto natural.
-No te
pueden quitar algo que no tienes, amigo mío- ríe Dani mientras observa la cara
molesta de Guille- Eres el primero en tirar, encanto natural.
El
muchacho se levanta y escoge una bola granate de doce kilogramos.
-Observa
al maestro- le aconseja.
Guillermo
coge carrerilla estirando su brazo hacia atrás y, con una fuerte movimiento,
lleva su brazo hacia delante ejecutando un tiro perfecto. La bola derriba todos
los bolos. Pleno. Guille crea la forma de una pistola con sus manos y sopla
mirando a Dani.
-Supéralo-
le reta a su amigo quien se levanta y elige una bola de color verde manzana
igual de pasada que la bola con la que Guille ha realizado su tiro.
-Vas a
quedarte con las ganas de ganarme, pero no sufras, siempre te acompañará tu
“encanto natural”- se burla Daniel y, esta vez, ambos comparten la risa.
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