Capítulo:
16
El aroma
a tabaco se ha adueñado de la habitación. En ella, se encuentra Oriana sentada
sobre un viejo sofá, sosteniendo un tercer cigarrillo en la mano. Cristian, con
la cabeza apoyada en las piernas de la muchacha, apaga el suyo, el último por
hoy. Junta las manos y mira al techo del local, no ha olvidado su encuentro con
Paula y llevará a cabo sus advertencias. Se vengará de aquellos que fueron
culpables de terminar interno en aquel centro de desintoxicación, el cual no le
sirvió de nada. Su estancia allí no ha hecho que abandone su necesidad de tomar
cada vez más dosis. Consumiéndolas se siente bien, muy bien.
-¿En qué
piensas?- le pregunta Oriana pasando la mano por el cabello del joven quien
tarda unos segundos en responder. Se levanta y se incorpora en el sofá cruzando
las piernas.
-En
asuntos que debo resolver.
Ella le
mira con extrañeza.
-¿Qué
clase de asuntos? Aron- le llama- llevas una días muy raros desde que saliste
del centro…
Le
devuelve una mirada de dureza y frialdad.
-¡He
dicho que son asuntos míos!- grita enfurecido.
Los
alaridos de Cristian asustan a la chica. Desde que abandonó el centro de
desintoxicación no ha sido él mismo. La cantidad de drogas que le proporciona a
su cuerpo ha aumentado considerablemente.
Sin
previo aviso, Aron acerca su rostro al de Oriana y besa sus labios con
intensidad. Confusa, le corresponde al beso rodeándole el cuello con sus
brazos.
-No
quería gritarte,- se disculpa con una voz más calmada- pero no me gusta que se
entrometan en mis asuntos, ya lo sabes. Es mejor que te mantengas al margen de
esto.
-De
acuerdo…
-Ahora
debo irme- le comenta Aron levantándose con gran rapidez del sofá. Y, sin
despedirse de Oriana, sale por la puerta de la habitación y con ello del local.
Ha llegado la hora de comenzar con su primera venganza.
-¿De
verdad no estás enfadada por qué no haya podido ir a tu casa esta tarde?
-¡Claro
que no!- exclama Raquel- Tenemos mucho verano por delante para disfrutar de una
tarde juntas. Además, no ibas a suspender tu primera cita con Lucas.
-Prometo
que mañana no vemos y te cuento todo. Ha sido todo increíble- Vero suspira
desde el otro lado de la línea telefónica.
-¿Vas a
decirme que ya estás enamorada?- le pregunta con una risa traviesa.
-¡No!
Bueno…ojalá llegue a estarlo de él algún día- responde con una voz tímida y
casi inaudible. Mientras tanto, Raquel, ríe de forma escandalosa al otro lado
del teléfono. Verónica siempre ha sido muy reservada, pero sabe de sobras que
está muy feliz con Lucas y su alegría le
contagia.
-Te dejo
ya para que vuelvas con Lucas, enamorada.
-Que
tonta eres, Raquel- ríe.
-Por eso
me quieres tanto.- asegura- Mañana nos vemos Vero- se despide mandándole un
sonoro beso que logra escuchar sin ninguna interferencia.
La
llamada termina y deja su Smartphone sobre la mesa del salón. Ya ha visto la
película que tenía planeado ver con Vero esta tarde en la casa: Titanic, su
película favorita de todos los tiempos. Nunca se casará de ella.
Aburrida
y sin saber qué hacer, camina hasta su habitación, se sienta sobre la silla de
su escritorio y alcanza unas zapatillas desgastadas de color blanco. Se las
calza, coge las llaves y cierra la puerta de la casa. No le irá mal dar un
paseo. Una vez fuera, camina toda su calle hasta llegar a un paso de cebra…
-Mira al
frente, la chica que está esperando a cruzar la calle, ¿la ves?- pregunta
Cristian escondido tras una esquina de la calle desde donde puede ver como
Raquel cruza el paso.
-Ya la
tengo localizada.
-Bien.
Síguela y lleva a cabo el plan.
Cristian
cuelga la llamada y observa como todo se lleva a cabo. Ha contratado a Raúl,
uno de los amigos de Oriana, para que realice el trabajo sucio de todas y cada
una de sus venganzas. No resultó muy difícil de convencer, ya que Cristian le
prometió una buena recompensa a cambio de todos los trabajos sucios y Raquel es
la primera víctima.
La joven
pasa por delante de Raúl, que se encuentra sentado en uno de los bancos de la
calle y, dejando un poco de distancia entre ellos, la comienza a seguir. Ella
se percata de que alguien va pisándole los talones desde hace un buen rato y
acelera su paso. Intenta echar a correr hasta que Raúl le agarra con fuerza del
antebrazo.
-¡Suéltame!
¡Socorro!- grita Raquel con todas sus fuerzas. Provocando la risa de Raúl quien
tira de ella hasta adentrarse en un pequeño callejón.
-Hola
Raquel- le saluda una voz conocida- Veo que nos han cambiado nada.
-Cristian…-tartamudea
asustada- Ojalá pudiera decir yo lo mismo de ti. ¿Qué quieres?
-Directa…me
gusta esa faceta tuya- le asegura caminando hacia ella igual que un depredador
se dirige a su presa- Vas a ayudarme en todo lo que te pida Raquel. En todo.
-Déjame
en paz, estás loco. ¡Soltadme!
-Pienso
vengarme de todos vosotros, ¿sabes? De tu hermano, de Verónica, de todos…
Ella le
mira asustada.
-¿Qué te
propones? ¡No haré nada que les dañe a ellos!
-Entonces
quien saldrá dañada serás tú…
Cristian
mete la mano en su bolsillo y saca una navaja cuyo filo brilla con la poca luz
del sol que entra en esa callejuela. Una sonrisa siniestra se forma en el
rostro del joven.
-¿Y
ahora?- le apunta con la navaja- ¿Piensas ayudarme, Raquel?
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