Capítulo:
35
-Familiares
de Paula Hibarra- anuncia la enfermera que acaba de abrir la puerta de la
habitación del hospital. Automáticamente, al escuchar el nombre de la joven,
Daniel se levanta, todavía adormilado, de su silla.
-Sus
padres han ido a descansar.- recalca Dani- Yo soy su…
-Comprendo.-
le interrumpe la enfermera. Una sonrisa amable se forma en su rostro.- Puedes
pasar a verla.
-¿Ha
despertado?
De nuevo,
esa sonrisa amable en la boca de la muchacha. No…no es posible…Paula estaba…
-¡Vamos!-
le anima la enfermera- ¡No te quedes ahí parado! Ha preguntado por ti…
En cuanto
quiere darse cuenta, Dani entra en la habitación de su novia, quien sigue
tumbada sobre aquella blanca y dura camilla aunque, esta vez, todo es
diferente. Está con los ojos abiertos, sonriéndole como si el accidente no
hubiese existido, como si todas las palabras que él le había dedicado en su
tiempo en coma hubiesen llegado una por una a sus oídos en ese momento.
Lentamente, camina acercándose a ella sin apartar su mirada de su cara que, aun
con rasguños y marcas recientes, no le deja de resultar hermosa.
-Dani…-
le llama ella con una voz leve y ronca, casi inaudible.
-Sh…no
hables…
Se
aproxima a ella un poco más, sin aumentar el ritmo pausado de sus pasos.
-Quería…-
intenta proseguir Paula pero se ve interrumpida por el roce de los labios de
Dani sobre una de las magulladuras de su cuello. Éstos ascienden hacia su
mandíbula, acariciando con sus dulces labios las diversas marcas de su rostro.
-Calla…-
le él susurra al oído.
Escucha
el sonido de como Paula, nerviosa, traga saliva e intenta contener la respiración a medida que los labios de Daniel
se acercan a su boca hasta el punto de unirse en un apasionado beso que el
joven llevaba guardando este corto tiempo que, para él, se convirtió en una
eternidad. Un beso necesitado por parte de ambos, un beso que hace que Daniel
abra los ojos de golpe y se despierte aturdido… Todo ha sido un sueño.
Nunca ha
dejado de encontrarse en aquel pasillo incoloro del hospital, dormido en una
incómoda silla durante las últimas tres horas. Ha sido su mente, sus ganas de
volver a estar junto a ella quienes han viajado al mundo de los sueños con él
de la mano. Arrastrándolo a lo que era la realidad perfecta tan anhelada,
dejando atrás esa agobiante pesadilla en la que ha permanecido sumergido desde
que entró en la clínica. Una pesadilla que continúa sin saber cuándo llegará si
fin.
Adormilado,
Daniel se frota los ojos con ambas manos a la vez que siente una presencia
junto a él. Curioso, levanta la vista hacia su izquierda y observa como un
hombre anciano vestido con una bata blanca impoluta le tiende una taza de café
caliente. La primera vez el chico se niega a aceptarla, pero termina accediendo
ante la insistencia del doctor.
-¿Cuánto
tiempo hace que estás aquí muchacho?
-Demasiado
del que me gustaría.- le responde tomando un sorbo de su humeante café.
Una grave
y corta risa se escucha desde lo más profundo de la garganta de aquel hombre.
Dani le mira de reojo, sin comprender a qué viene esa risilla.
-¿Por qué
no despierta?- se impacienta el joven.
-Muchacho,
el coma es un estado realmente delicado la joven Paula presente graves lesiones
que la mantienen en ese estado, pero es fuerte. Lucha por despertarse y eso es
algo que los médicos observamos en nuestros pacientes día a día. Se despertará,
de eso estoy seguro. ¿Cuándo? Esa respuesta solo depende de ella.
Daniel
retira de su vista el vaso medio lleno de café y entierra la cabeza entre sus
manos, abatido, incluso desesperanzado… Cabe la posibilidad de que Paula no
despierte y eso le atormenta cada vez más.
-Entraré
a comprobar cómo se encuentra.- asegura
el médico posando una mano sobre el hombro de Daniel.
No se
despide de él, ni siquiera Dani se digna a levantar su mirada todavía fija en
el suelo. Necesita respuestas, datos, una simple fecha en la que Paula
despierte y pueda entrar a abrazarla. Una fecha que, tal vez, tarde semanas,
meses en llegar. Y él no puede más. Necesita tomar un poco de aire. Cansado,
camina arrastrando sus pies por los pasillos hasta llegar, cogiendo el
ascensor, a la plante calle. Con un agudo pitido, las puertas se abren y Dani
apoya su espalda en la pared del edificio. Siente como, poco a poco, un fuerte
nudo se va formando en su garganta, impidiéndole tragar con facilidad. Aferra
los brazos a los costados de su cuerpo y cierra los ojos con fuerza, notando
como un escozor entra en ellos. Cuando quiere abrirlos, una lágrima cae por una
de sus mejillas hasta parar en la barbilla. Rápidamente, limpia su cara y
parpadea varias veces. Ahora no puede venirse abajo, por mucho que la situación
le supere, no puede derrumbarse. Por ella. Por Paula.
Inspirando
una bocanada de aire, decide entrar de nuevo en el hospital. Tras subir varios
pisos por la escalera, llega a la planta correspondiente. Atraviesa el pasillo
e, incrédulo, observa como la puerta de la habitación de Paula se encuentra
abierta de par en par. Dani acelera su paso hasta llegar al marco de la puerta.
No da crédito a lo que está viendo. Un hombre y una mujer, ambos con una
expresión cansada y ojerosa en su rostro, rodean la camilla uno a cada lado de
ésta. En un lateral de la habitación, el mismo médico que le había ofrecido
aquella taza de café hacía varios minutos, apuntaba varia líneas escritas en
una hoja sujeta a una tablilla de plástico rígido. Y, ahora incorporada sobre
aquella camilla de hospital, está Paula. Lo ha logrado. Ha abierto los ojos, ha
despertado del coma. El doctor tenía razón, nunca dejó de luchar y ahora está
ahí, delante de él quien no puede ni siquiera gesticular. Daniel permanece
inmóvil junto a la puerta, observando como la madre de Paula abraza su hija mientras le deja besos en el cabello
y la frente. Por otro lado, su padre no suelta el agarre de la mano de Paula.
Ni siquiera cuando se fija en la figura de Dani en la entrada.
-Hija,
estábamos tan preocupados- solloza su madre.
-Y creo
que no éramos los únicos.- asegura su padre sin despegar sus ojos de Daniel.-
Paula, creo que alguien quiere verte.
Una
sonrisa por parte de los padres reconforta a Dani, quien termina sonriendo
levemente. Paula ha vuelto y él no podría estar más feliz.
-Será
mejor que os dejemos solos.- anuncia el médico mientras conduce a los padres de
la paciente hacia la puerta.- Daniel- le llama antes de irse- me gustaría
hablar contigo más tarde.
El
muchacho asiente, no puede apartar la mirada de Paula. Ha esperado tanto este
momento que no sabe cómo reaccionar, incluso ha pasado por su mente que podría
tratarse de un nuevo sueño al igual que hace unas horas. Finalmente, se quedan
solos y Dani cierra la puerta del cuarto.
-No puedo
creer que hayas despertado por fin.- dice el muchacho mientras se aproxima a la
joven- Paula he llegado a pensar que te perdía, que nunca más volverías a
mirarme, a abrazarme… En este tiempo no te haces a la idea de la forma en la
que te he echado de menos…tanto que ahora me cuesta creer que te esté hablando
cara a cara.- se agacha junto a ella y le abraza dulcemente, atrayendo su
cuerpo delicado hacia el suyo. De todos modos, siente a Paula distante, tal vez
todavía aturdida por los golpes y daños del accidente. Debe darle tiempo, y él
no tiene prisa. Ella ha vuelto y eso es lo único que le importa. Vuelve a
clavar su mirada en sus ojos. Dios, nunca se cansará de ella, de la sensación
que le produce. La quiera y ahora puede decírselo.- Paula, te…
-Perdona,
pero…- le interrumpe ella. Una extraña mueca su forma en su rostro, al igual
que la expresión de sus ojos no mantiene aquel brillo especial que solo
guardaba para él. Se ha desvanecido… Dani intuye que algo pasa.-… ¿Quién eres?
Hola!! Antes de nada siento mucho no haber subido este capítulo antes, pero el curso ocupa todo mi tiempo :(
Ha llegado el último capítulo de esta segunda y última parte de "Gracias por hacerme feliz" Tal vez muchos no esperéis este final pero quería sorprenderos. ¡Espero que os guste!
¡MUCHAS GRACIAS A TODOS MIS LECTORES!
Besos:
María.
PD: Habrá un epílogo.
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