Querido Agosto:
Lo sé, sé que llego con un poco de retraso, pero Septiembre me esperaba con los brazos abiertos y es de mala educación hacer esperar...y, para qué mentirte, te merecías ese pequeño castigo.
Comenzaste siendo todo lo mejor que Julio me había dejado. La felicidad inmensa de disfrutar de este pedazo de verano, las ganas de comerme el mundo y, por qué no, también a personas que lo habitan.
Empezaste y mejoraste, mejoraste la expereincia de que todos los días tuviesen ese regusto a sábados inolvidables. Terminaste y empeoraste, empeoraste como las noches de domingo temerosas de un nuevo lunes con sabor a martes 13. Me has dado nuevos amigos, has hecho que mi corazón engorde y adelgace demasiado rápido, me has hecho reír con esa facilidad que tu tienes, pero también me has hecho llorar perdiendo tu batalla contra los dos meses anteriores. Me has regalado viajes, querido Agosto. Nuevos lugares donde un cachito de mi se ha quedado en ellos, flotando en las furas aguas saladas o escondido en los rinconcitos de San Sebastián. ¡Ah! Si, tú, cuidad con encanto, magia y ciudad hechizante, prometo volver. Te doy mi palabra.
Y siguiendo contigo, mes de agobiante calor, de fiestas y salidas inagotables e incontables, has sido un aprobado raspado, hubieses sido un notable muy muy alto de no haber sido por tu pequeño gran desliz al final, en las últimas horas, apurando el límite de MI verano. He llegado a odiarte y a quererte a la vez, he aprendido de lo que me has traído. Podría llamarte "mes de transición". Transición a una nueva etapa en mi vida, transición a una nueva yo. Transición a un nuevo mes, nuevas vivencias y nuevas ganas. Porque, aunque este mes de Septiembre haya empezado con mal pie, todos cometemos errores.
Así que prepárate Septiembre porque prometes. Y, querido Agosto, me despido de ti por cortesía, por educación, no porque tenga las mismas ganas con las que empecé.
Septiembre no bajes la guardia, porque a ti sí que te voy a comer.
María.